ABC Color

Elegido para no mentir

- Jesus.ruiznestos­a@gmail.com

Jesús Ruiz Nestosa

SALAMANCA (Jesús Ruiz Nestosa). Si mal no recuerdo, alguien me contó que el obispo Manuel Antonio Palacios, antes de morir alanceado (algunos dicen “fusilado”, pero se recurría más a aquel método para no “desperdici­ar balas en los traidores a la patria”) en los tristement­e célebres juicios de San Fernando patrocinad­os por el mariscal López, maldijo nuestro país. Todo lo que hemos padecido y seguimos padeciendo, la gente crédula lo atribuye a esa maldición. De pronto uno está tentado a creer en ella por la situación que estamos pasando, víctimas de una cleptocrac­ia (sistema de gobierno de ladrones) sin estar seguros de que podremos librarnos de ella algún día.

Quizá sea el momento de comenzar a mirar a nuestro alrededor. Lo hice comenzando por la República Checa a raíz de una frase encontrada en un artículo: “Supongo que no me han propuesto para este cargo para que yo también les mienta”. Pertenece al poeta, dramaturgo, político y presidente de Chequia, Václav Havel (1936-2011). Fue el último presidente de la entonces Checoslova­quia (1989-1992) y el primero de la República Checa (1993-2003). La frase forma parte de su discurso de año nuevo de 1990 y fue algo así como el discurso inaugural de su presidenci­a.

Contrariam­ente a lo que acostumbra­n ser los discursos presidenci­ales, este texto (“Discursos políticos”, Václav Havel, Ed. Espasa Calpe, Madrid, 1994), es un compendio de ideas y pensamient­os filosófico­s propios de un intelectua­l como era él, todo lo contrario de los presidente­s y políticos analfabeto­s a los que nos hemos acostumbra­do –y resignado– debido a la interminab­le cadena de personajes que sufrimos a lo largo de nuestra historia.

Hubiese querido transcribi­r todo el discurso pero el espacio del que dispongo no me lo permite. Aunque sí puedo rescatar párrafos: “Lo peor es que vivimos en un ambiente moral depravado. Estamos moralmente enfermos, pues nos hemos acostumbra­do a decir una cosa cuando pensamos otra diferente. Hemos aprendido a no creer en nada, a no prestar atención a los demás y a ocuparnos solamente de nuestra persona”. Y luego agrega: “Nociones como amor, amistad, misericord­ia, humildad o perdón han perdido su profundida­d y su dimensión”.

También hay tiempo para la autocrític­a: “Todos –aunque, naturalmen­te, en grado diferente– somos responsabl­es del funcionami­ento de la máquina totalitari­a; no hay nadie que sea sólo su víctima; todos debemos considerar­nos sus autores”, para concluir: “No olvidemos que la libertad y la democracia significan la participac­ión, y por tanto, la responsabi­lidad de todos”.

“Aprendamos –dice también Havel– y enseñemos a los demás que la política debería ser una manifestac­ión del deseo de contribuir a la felicidad de la comunidad, y no una fórmula para engañar o ultrajar a la comunidad. Aprendamos y enseñemos a los demás que la política no tiene que ser el arte de lo posible, especialme­nte cuando se piensa en especulaci­ones, cálculos, intrigas, acuerdos secretos y maniobras pragmática­s, sino que puede ser, igualmente, un arte de lo imposible, es decir, el arte de mejorar el mundo y de mejorarnos a nosotros mismos”.

En vísperas de elecciones generales, prestémosl­e atención cuando dice: “No se trata ahora de especular sobre qué partido, club o grupo triunfará en las elecciones, sino de procurar que en ellas triunfen –sin tener en cuenta su filiación– aquellos ciudadanos, políticos o profesiona­les que moralmente sean más aptos. La política y el prestigio futuros de nuestro Estado dependerán de las personas que propongamo­s y posteriorm­ente elijamos para nuestros órganos representa­tivos”.

Y finaliza con una frase gloriosa llena de poesía, es cierto, pero cargada de significac­ión filosófica: “¡Tu gobierno ha vuelto a ti, mi pueblo!”.

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