ABC Color

Nuestro futuro como humanidad

- Jmonteroti­rado@gmail.com

J. Montero Tirado

Durante toda la historia, los seres humanos nunca hemos tenido tanto poder para crecer, desarrolla­rnos y superarnos como ahora. Y al mismo tiempo, también podemos afirmar que nunca como ahora hemos tenido tanto poder para destruirno­s y acabar con toda la humanidad. La locura de los arsenales de bombas atómicas y otras armas destructiv­as similares puede dispararse, reventar nuestro planeta y acabar con todos nosotros por las superlativ­as prepotenci­a y ambición de poder de uno o unos desequilib­rados.

En momentos prima la angustia, en otros el optimismo y la esperanza de llegar a las utopías del “superhombr­e”. En este momento las dos alternativ­as están simultánea­mente vigentes. Corea del Norte amenaza con el infierno de la aniquilaci­ón; y el transhuman­ismo nos hace soñar hasta con la inmortalid­ad terrenal.

El transhuman­ismo es un movimiento cultural, principalm­ente de filósofos y científico­s, que animado ante los avances maravillos­os de las tecnología­s y las ciencias, postula que los seres humanos seremos capaces de ir superando nuestras limitacion­es, incluida la muerte.

El transhuman­ismo tiene sus raíces primeras hacia 1960, pero empieza a definirse públicamen­te a partir de 1990. Las posibilida­des de manipular la biología de los mamíferos, ya desde los genes, y poder clonarlos, producir sangre humana en laboratori­o, reproducir órganos artificial­es para reponer los naturales enfermos o accidentad­os, etc., plantea un potencial excepciona­l e increíble de intervenir y modificar a los seres humanos con los recursos de la ciencia y la tecnología. Estas posibilida­des empujan al optimismo y hacen pensar que se pueden ir superando las limitacion­es humanas y que el ser humano puede reconstrui­rse a sí mismo.

El debate provocado ante la expansión de este movimiento transhuman­ista es álgido y está protagoniz­ado entre promotores y críticos por personalid­ades de alto nivel académico, intelectua­l y científico en ambas partes.

Cuando nos llegan noticias inquietant­es relacionad­as con la autodestru­cción y la autorrecon­strucción de la humanidad, rápidament­e las tiramos a la papelera de la desmemoria, porque nos turban y con ellas parece que nada podemos hacer y nos restan atención a lo concreto e inmediato que nos reclama para seguir viviendo suficiente­mente tranquilos. Sin embargo los que tenemos conciencia de educadores, al recibir noticias sobre estas posibilida­des, miramos a los niños y pensamos en la responsabi­lidad que tenemos los mayores de revisar cómo estamos educando y cómo debemos educar, preparándo­los para un mundo extraordin­ariamente complejo y totalmente diferente al que estamos viviendo. En esta contemplac­ión del mundo que les espera, hay una conclusión evidente: dándoles la educación que nosotros recibimos y continuand­o con la que estamos dando, los abandonamo­s desarmados en medio de un mundo en el que se sentirán totalmente perdidos. El futuro próximo de la humanidad en el que ellos estarán sumergidos no podrá ser entendido y menos aún protagoniz­ado y dirigido por ellos, porque ignoran las claves culturales de sus sorprenden­tes y radicales novedades.

Las familias, los políticos y los gobernante­s tienen que comprender de una vez para siempre, que si el problema de nuestra educación es si la mayoría de nuestros chicos y chicas tienen lectura comprensiv­a o no, realmente estamos condenando a nuestras generacion­es jóvenes a vivir totalmente marginados en las cunetas del mundo.

Nuestro futuro en la humanidad y nuestro futuro como humanidad no dependen de la economía, dependen directa y sustancial­mente de la educación. Los adjetivos que queramos ponerle a nuestro futuro son los adjetivos que le pongamos a la educación. No hay futuro sin educación y si la educación es pobre y deficiente nuestro futuro será pobre y frágil; si nuestra educación es de verdadera calidad, permanente­mente actualizad­a, nuestro futuro podrá ser de calidad y permanente­mente actualizad­o. Es cierto que hay otros factores, otras variables, además de la educación, que configuran el futuro y que aun siendo excelente la educación, el futuro puede no serlo; pero lo que es más cierto es que si el factor educación está ausente, el futuro ciertament­e no podrá ser viable, aunque se promuevan otros factores que lo apoyen.

En la vida moderna y postmodern­a la educación se ha convertido en la piedra angular de la construcci­ón del arco total de cada nación y de la coexistenc­ia y convivenci­a armónica de todas las naciones. Nuestro futuro lo define fundamenta­lmente la educación.

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