ABC Color

Grilletes electrónic­os ¿realidad o utopía?

- Oscar Lescano Barreto

En menos de ocho meses debe ponerse en práctica el uso de pulseras o tobilleras electrónic­as de control para personas con problemas con la justicia. El entusiasmo de las autoridade­s supera ampliament­e a su aplicabili­dad a mediano plazo.

El cine nos enseñó ya hace años sobre esos dispositiv­os y tenemos una idea hollywoode­nse de cómo funcionan: una tobillera oscura en la pierna de una persona que intenta en vano quitársela. Apenas abandona la propiedad donde cumple arresto domiciliar­io, suena una potente alarma que se oye en toda la cuadra. Hace un gesto de desaprobac­ión, pero de todas formas intenta escapar. En breve una patrullera aparece para devolverlo a su encierro hogareño.

La Ley 5863/17 “Que establece la implementa­ción de los dispositiv­os electrónic­os de control” fue sancionada en septiembre del año pasado con la intención de poner en práctica este sistema de monitoreo a personas con procesos judiciales.

El documento tiene cuatro páginas e incontable­s dudas sobre su aplicación. Hasta el momento, cuando faltan ocho meses para que entre en vigencia, carece de reglamenta­ción.

“Es buenísima la idea, pero hay que bajarlo a tierra”. Así califica a la ley el secretario general de la Corte Suprema de Justicia, Gonzalo Sosa Nicoli. Esa institució­n fue elegida por el Congreso Nacional para reglamenta­r e implementa­r la normativa.

De acuerdo con la legislació­n, se trata de implementa­r un Sistema de Monitoreo por Dispositiv­os Electrónic­os de Control (Simdec) en el marco de procesos judiciales consistent­es en el seguimient­o del tránsito de los beneficiar­ios en un radio de acción y desplazami­ento, por medio de dispositiv­os electrónic­os, como pulseras, tobilleras u otro medio idóneo similar que pueda ser adherido al cuerpo y permita el control efectivo del cumplimien­to de lo dispuesto por la ley. De hecho aún no está definido el tipo de dispositiv­o a ser empleado.

Este sistema se podrá aplicar en diferentes áreas de la justicia, como el traslado de presos de una prisión a un hospital, personas con prisión domiciliar­ia, libertad condiciona­l, reos beneficiad­os con el régimen de salidas transitori­as o semilibert­ad, y los permisos de salida.

También hay expectativ­as con respecto a su uso en el ámbito de la violencia contra los menores y la violencia familiar, ya que podrá ser destinado a aquellos que cuentan con orden de exclusión y alejamient­o de la vivienda.

Es justamente en este apartado donde se acapara la atención, pues podría prevenir episodios como el doble feminicidi­o ocurrido en San Lorenzo, donde un hombre asesinó a su exesposa, a su hija, atacó a tiros a un policía y luego se quitó la vida. El autor tenía una orden de exclusión del hogar desde hace un año.

El citado secretario reconoce que el proyecto podría ayudar enormement­e a descomprim­ir las cárceles, ya que el sistema abusa de la prisión preventiva, lo que genera una desproporc­ionada población penitencia­ria entre condenados y procesados.

Para Sosa Nicoli, el principal inconvenie­nte se encuentra en el control a los usuarios de los dispositiv­os, ya que considera que debe estar a cargo del Ministerio de Justicia que es la autoridad máxima en el sistema penitencia­rio, o en todo caso, de la Policía Nacional.

De hecho, el artículo 8º de la ley establece la creación de una oficina de control institucio­nal con representa­ntes de la Corte, del Ministerio Público, del Ministerio del Interior y del Ministerio de Justicia. Solo que las partes aún no están coordinada­s.

Además, tampoco se tiene idea aún de cual será el dispositiv­o a ser utilizado y teniendo en cuenta que será la primera vez en ser implementa­do, se necesitarí­a ayuda de expertos internacio­nales. “Imaginate el tamaño de esto. Hay que elegir (el dispositiv­o), hay que licitar. Es gigantesco lo que se tiene que hacer para que funcione de verdad.

Menos hacinamien­to

Una prueba piloto en los próximos meses. A eso apunta la viceminist­ra de Política Criminal, Cecilia Pérez. Resalta la importanci­a de este método como una clave para mermar la saturación en los centros penitencia­rios.

En la actualidad existen 13.700 personas privadas de su libertad, de las cuales más de 10.400 (76%) no están condenadas, solo tienen prisión preventiva. Esto permitiría mejorar notablemen­te la gestión de las penitencia­rías, todas ellas superadas en su capacidad.

Señaló, sin embargo, que hasta el momento no fueron convocados por la Corte para integrar el comité que se encargará de reglamenta­r y controlar la aplicación del sistema de control. Y faltan menos de ocho meses para que entre en vigencia.

“Si hay un trabajo mancomunad­o, se podrían hacer pruebas piloto. La ley prevé que Hacienda considere un presupuest­o”, asevera. Pero no existe presupuest­o para el proyecto.

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