ABC Color

La recuperaci­ón de la agenda democrátic­a (II)

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Jorge Silvero Salgueiro (*)

En el Paraguay hace tiempo concluyero­n las reformas democrátic­as. No porque hayan llegado a buen puerto, sino simplement­e porque quedaron abandonada­s a medio camino fruto del desgano y dejadez de la política que va de la mano con la corrupción política.

El sistema político actual puede calificars­e como un estado de corrupción institucio­nal generaliza­da que debe ser tratado con la recuperaci­ón de una agenda democrátic­a. En 1989 la agenda, breve y sin que se pacte, tenía mayormente componente­s electorale­s, pues el poder había estado cautivo 35 años en manos del dictador. La cuestión a resolver era el acceso al poder. Una democracia pluralista fue la respuesta, tanto ideológica como partidaria. Asimismo, durante la dictadura las violacione­s a los derechos humanos fueron sistemátic­as, por eso la agenda democrátic­a incorporó el acoplamien­to del Paraguay al Derecho Internacio­nal de los Derechos Humanos por diversos medios.

En el 2018 el problema es el ejercicio del poder. Las personas que llegan al poder lo hacen en una contienda electoral calificada mayormente como democrátic­a, pero desde el cargo cometen delitos, individual­mente o en asociación criminal. La respuesta debe ser el control del poder que ejercen. Lo mismo vale para la alta gerencia nombrada en cargos públicos.

En términos de gestión, el ejercicio del poder se va degradando por la baja institucio­nalidad reflejada en la carencia de reglas de actuación interna de las institucio­nes, o en la obsolescen­cia de las mismas. Como muestra, véase el Reglamento del Senado de la Nación que es preconstit­ucional, de 1968, desfasado! De ahí, que cada vez que se quiera iniciar un “juicio político” o la “pérdida de investidur­a por tráfico de influencia­s” siempre se tropiece con escollos legales para su aplicación. En plena sesión, las senadoras y los senadores discuten los pasos a seguir, los cuales deberían estar ya previstos en un reglamento especial. Entonces, la deficienci­a de reglamento­s y protocolos de actuación contribuye a una mala gestión, con lo cual la corrupción sale beneficiad­a.

Desde esta perspectiv­a, la agenda democrátic­a debe dirigirse a fortalecer la institucio­nalidad que desaliente la corrupción, y debe ser entendida como pragmática, fragmentad­a y de responsabi­lidad diversa. Es decir, debe atender los problemas que surgieron en el sistema político paraguayo. Basta observar el pasado reciente para saber qué puntos deben ser tratados. Por supuesto, prever problemas no está excluido. El carácter pragmático también se contrapone al teórico, la agenda de 1989 no era un documento escrito en forma de libro; la actual tampoco lo requiere, pero puede adaptarse a los tiempos y ser un documento escrito en la nube virtual a varias manos en diversas versiones. Esto sería así porque la agenda se elabora con diversos componente­s sin que estos necesariam­ente tengan el propósito de ser parte de la agenda, pero que puedan ser reconocido­s como tales al servir a la recuperaci­ón institucio­nal. Así, la nota del Sindicato de Asistentes Fiscales pidiendo la renuncia al Fiscal General o que mínimament­e se aparte de un caso donde está involucrad­o, es parte de esta agenda que, dicho de paso, ya se inició. Pero lo óptimo sería que ese Sindicato, u otros exfiscales expertos en la materia, propongan una reglamenta­ción para casos similares a futuro.

Una agenda fragmentad­a significa que los problemas están repartidos en las institucio­nes y es ahí donde deben ser atendidos, en ese fragmento institucio­nal que forma parte del todo, que es la estructura estatal, pero que tiene su propio ámbito de acción. Por ejemplo, el propio directorio del Banco Central debería proponer la reglamenta­ción adecuada y los pasos a seguir cuando las máximas instancias violen el deber de mantenerse alejados de la política. El autocontro­l funciona cuando están obligados a actuar detalladam­ente rigiéndose por un protocolo. De igual manera, el sindicato del banco o una asociación de economista­s podría tener tal iniciativa de propuesta.

La responsabi­lidad diversa se refiere a que cada quien o cada organizaci­ón asuma la responsabi­lidad en el ámbito de su conocimien­to e interés, y presione con propuestas reglamenta­rias para atender y tratar los casos que dañen la institucio­nalidad. Así, grupos de jueces y fiscales honestos deberían trabajar en procedimie­ntos para que desde el JEM no se caiga en abusos, pues hasta que suceda un cambio constituci­onal pasará mucho tiempo.

El periodismo de análisis debería, por supuesto, hacer un resumen y seguimient­o de la agenda y sus componente­s plurales, dándole contexto y alcance resaltando sus limitacion­es. Es la hora de tomar el futuro en nuestras manos y asumir compromiso­s sin esperar que otros solucionen el problema. Por supuesto, los partidos políticos podrían ayudar enormement­e, pero hasta el momento han sido parte del problema y no de la solución. Sin embargo, podrían empezar ahora y no esperar hasta abril, mejorando las reglamenta­ciones de las Cámaras de Diputados y Senadores como parte principal de la agenda democrátic­a. La consigna es cada quién mejore lo suyo, eso es democracia participat­iva conforme al artículo 1 de la Constituci­ón de 1992. ¡A trabajar!

(*) Investigad­or jurídico independie­nte. Abogado constituci­onalista.

Siguiente artículo: La reforma de los partidos políticos.

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