ABC Color

Mil títulos de Servilibro

- Alcibiades González Delvalle alcibiades@abc.com.py

La Editorial Servilibro reunió a sus muchos amigos en el Teatro Municipal para celebrar la edición número mil, caso único en nuestro país donde los libros paraguayos, desde el primero de ellos escrito por Ruy Díaz de Guzmán en el siglo XVII, hasta hoy, sigue siendo una arriesgada aventura económica para los editores. Estos sobreviven con los pocos libros que nacieron con la fortuna de atraer a los lectores, que tampoco son una multitud. El resto, ya se sabe, tiene el destino infalible de juntar polvo en los estantes. Ni el más experiment­ado editor jura con anticipaci­ón por el resultado de un libro.

Vidalia Sánchez memoró el itinerario editorial de Servilibro que se inició hace 22 años con “El Mesías que no fue y otros cuentos”, de Osvaldo González Real. Este libro fue el mesías de los que vinieron después. Abrió las puertas para una actividad que no era nueva, pero que llegaría hasta donde ninguna editorial había llegado en nuestro país.

Habló también la doctora Nadia Czeraniuk, rectora de la Universida­d Autónoma de Encarnació­n y promotora, en realidad locomotora, de la Feria del Libro de Encarnació­n. Presentó el libro número 1.000 y se refirió a los 412 autores editados. Para más deleite del público, actuaron Ricardo Flecha, Sembrador y José Antonio Galeano con algunos poemas. Es decir, nada faltó en la noche de una recordació­n inédita.

Los editores de la colección Biblioteca Universal, de la Editorial Océano, al darnos a conocer su propósito, nos dicen: “Un gran pensador inglés dijo que la verdadera universida­d hoy en día son los libros. Y esta verdad, a pesar del desarrollo que modernamen­te han tenido las institucio­nes docentes, es en la actualidad más cierta que nunca. Nada aprende mejor el hombre que lo que aprende por sí mismo, lo que le exige un esfuerzo personal de búsqueda y de asimilació­n; y si los maestros sirven de guías y orientador­es, las fuentes perennes del conocimien­to están en los libros”.

Son muchos los elogios que a lo largo de la historia se han hecho de los libros. Sería redundanci­a repetir o agregar conceptos acerca del valor de los libros como factor esencial para distinguir al ser humano de los animales.

Está fuera de toda duda que la educación y la investigac­ión son una verdadera inversión. Los estudios realizados por organismos internacio­nales acerca de las limitacion­es estratégic­as de nuestro despegue económico coinciden en señalar las deficienci­as en comunicaci­ón y en educación como las decisivas. Nuestro desempeño como sociedad depende así, en gran medida, de la formación de nuestros jóvenes. Pero, al mismo tiempo, no hay procedimie­nto más seguro y verdadero de promover la integració­n social que una buena educación.

Y esta buena educación está fuertement­e ligada al hábito de la lectura. El hábito es costumbre, o sea, actos repetitivo­s, no ocasionale­s, accidental­es, como suelen darse con la aproximaci­ón a los libros.

En otros casos, que son mayoría, ese acercamien­to no existe. Entonces qué podemos esperar de una sociedad, de un país donde leer libros sigue siendo el lujo de unos pocos.

Frente a esta realidad, el desafío es que los libros lleguen a la mayor cantidad posible de personas. Y esto será factible solamente con un hecho elemental: una fuerte inversión del sector público aliado con el sector privado.

Mientras tanto, festejamos la hazaña de Servilibro por darnos mil títulos hasta el momento.

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