Oso del jardín de la cerveza
En la carrera por construir viaductos agrietados, rutas que duran lo que un suspiro o carcasas de hospitales que se derrumban, el gobierno de Horacio Cartes no tuvo tiempo de cumplir con la promesa de elevar la cultura y reabrir el Jardín de la Cerveza. Ya va terminando el gobierno y hasta ahora anda de campaña en campaña –primero pro Santi Peña, Marito Abdo, luego- y no hemos visto ningún movimiento ahí sobre la calle República Argentina que nos dé esa esperanza.
El pasado viernes nos emocionamos tanto al ver a Marcelo Martinessi ysu troupe –entre ellos a las actrices Ana Ivanova, Ana Brun y Margarita Irún- desfilando por la red carpet de la Berlinale, el festival internacional de cine de Berlín, Alemania. El cineasta paraguayo –otrora chutado sin pena ni gloria de la televisión estatal en el gobierno del liberal Federico Franco- logró lo que nadie hasta ahora: ingresar con un film nacional, en este caso “Las Herederas”, a la competencia oficial de esta muestra cinematográfica y pugnar junto con otros talentosos del mundo por llevarse el preciado “Oso de oro”, máximo galardón y una puerta más que interesante para que el cine paraguayo salte.
Ciertamente, la apuesta de Martinessi logró el apoyo de la Secretaría Nacional de Cultura y del Centro Cultural El Cabildo. Pero la emoción venía más por el lado de que pese al ninguneo estatal, el cine paraguayo avanza. Con decir que no todos los que tenían que viajar lo hicieron porque no lograban reunir el dinero suficiente para los tickets de avión y los que aseguraron su lugar no sabían si tendrían los pasajes hasta el último minuto.
Pero ese detalle es anecdótico frente a otro en verdad preocupante: el aparentemente deliberado cajoneo de la Ley de Cine que duerme el sueño de los justos desde marzo del 2016, fecha en que ingresó a la Cámara de Senadores y que no ha sido tratada hasta hoy. Una legislación sobre la cinematografía en el Paraguay significará la formalización de un ala de la expresión cultural de nuestra sociedad en la que cada vez más emergen talentosos artistas, realizadores y profesionales que hacen que nos deslumbremos ante la pantalla gigante con guiones fabulosos y actuaciones excelsas.
Pero como le dijo -cuentan, no me consta- una vez un político zar del Este a un vendedor de bibliotecas para escuelas: “No le veo el rédito político en financiar unos libros para niños pobres”; el cine tampoco sirve para propaganda electoral, por eso es el último furgón de cola en las prioridades del Estado.
Así las cosas, nos “hallamos” con Martinessi y la Berlinale. Pero no nos quedemos con eso, pensemos en que algo debe suceder para que las diversas expresiones artísticas logren jerarquía en nuestro país.
A los políticos, firmes candidatos al ñembo oso de oro, no les interesa el arte. Solo el poder para seguir robando y creyendo su propia película en la que son magnánimos con el dinero ajeno.