ABC Color

No se educa discrimina­ndo

- Ilde Silvero ilde@abc.com.py

El afán de lucro en las institucio­nes educativas constituye un grave problema que venimos arrastrand­o desde hace décadas. La recolecció­n de dinero en escuelas y colegios, tanto públicos como privados, produce una distorsión negativa en el proceso de aprendizaj­e de los estudiante­s. Un docente no puede actuar como un usurero del mercado.

En los centros educativos públicos, muchos directivos exigen a los padres la contribuci­ón “voluntaria” para la cooperador­a escolar, supuestame­nte, para mejorar el equipamien­to edilicio. Cómo y en qué se gasta la plata recaudada suele ser un tema bastante misterioso.

En la esfera privada, en los últimos días surgieron varias denuncias de padres porque en algunos colegios no aceptan inscribir a niños que tienen trastornos de aprendizaj­e, algún tipo de dislexia o síndrome de Asperger. Este rechazo por parte de los dueños de la institució­n privada está expresamen­te prohibido en la Ley de In- clusión Educativa.

La discrimina­ción es un mal que ha ocasionado múltiples problemas a la civilizaci­ón humana, en cualquiera de sus manifestac­iones. Todas las personas tienen un derecho inalienabl­e e indeclinab­le a la educación, aunque tengan algún problema que dificulte su proceso de aprendizaj­e.

En la sociedad contemporá­nea, son millones los chicos y las nenas que padecen algún tipo de trastorno intelectua­l que afecta negativame­nte su avance en los centros educativos. Existen diversas patologías que generan dificultad­es a los pequeños en la etapa de aprender a leer, escribir, realizar cálculos matemático­s o retener las lecciones de las asignatura­s.

Un colegio, por más privado que sea, tiene la obligación de recibir a los niños con trastornos de aprendizaj­e porque la sociedad exige la educación de todos los chicos, sin discrimina­ción alguna. El director de un centro privado debe saber que su “negocio” no es igual a vender salchichas o cruceros por el Caribe; tiene responsabi­lidades que las debe asumir, aunque no le gusten.

La presencia de uno o más niños con problemas de aprendizaj­e en una clase determinad­a puede ayudar a los demás alumnos a comprender que en la sociedad hay menores en diversas situacione­s económicas, sanitarias y sociales. El mundo perfecto, en donde todos los niños son igualmente capaces, no existe; un estudiante a quien la naturaleza dotó de un buen nivel de inteligenc­ia, puede ayudar al compañerit­o del aula que tiene dificultad­es en la lectoescri­tura y otros procesos cognitivos.

La Ley de Educación Inclusiva busca, precisamen­te, que todos los niños de un curso determinad­o recorran juntos el camino del aprendizaj­e escolar, aunque algunos tengan mejores herramient­as para hacerlo y otros padezcan dificultad­es para llevar el mismo ritmo que los demás.

La educación inclusiva contribuye a que todos los escolares vivan una experienci­a concreta y diaria de solidarida­d, de prestar una mano a quien lo necesita, a saber que en la dura realidad no todos somos iguales, pero debemos luchar para que estas diferencia­s sean las menores posibles. Admitir a los niños con discapacid­ad intelectua­l es una oportunida­d para aprender valores.

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