Revolución de blanco
La imagen de un niño que se prepara para ir a clases siempre transmite optimismo y alegría, porque suponemos que este niño se prepara para recibir las herramientas que le permitirán acceder a oportunidades en la vida.
La semana que comienza volveremos a ver a cientos de miles de ellos yendo nuevamente a las aulas, aunque habrá también otra mayoría silenciosa que se quedará con las ganas de hacerlo.
Son los excluidos del sistema. Un cuarenta por ciento de adolescentes que por sus condiciones socioeconómicas no pueden acceder a la educación media, y que por ende no terminarán el nivel secundario.
Para los sesenta que sí irán a los colegios tampoco el futuro está pintado de optimismo, “buena parte no tendrá las condiciones que le garanticen luego las condiciones de ingresar con éxito al mercado laboral” recordaba la propia viceministra de Educación María del Carmen Giménez, a quien entrevistamos el martes pasado en ABC TV.
“Nos estamos engañando” decía ella, al hacer referencia a la cantidad de materias que existen en las actuales mallas curriculares y la superficialidad con la que se desarrollan, coincidiendo en que es necesaria una nueva reforma.
Robert Cano, de Juntos por la Educación, también participó del programa y planteó que las habilidades que deben desarrollarse en el sistema educativo son las de estimular el pensamiento lógico, la comprensión lectora y la curiosidad científica.
¿Puede desarrollarse esta una nueva reforma con los mismos educadores? les planteamos. Ambos coincidieron en el optimismo de que habrá una renovación generacional que incorporará a nativos digitales en los cuerpos docentes, mientras absorbamos por algunos años más ese recambio.
Por ahora, la realidad también interpela el presupuesto que se destina a la educación y específicamente a los maestros, que pese a algunos avances aún es claramente insuficiente.
El plan de incorporar el inglés en la educación escolar básica se encuentra por ejemplo con el obstáculo de que no existen suficientes docentes para enseñar el idioma universal, algo por lo que terminarán percibiendo poco más de veintidós mil guaraníes por hora que asigna el estado como rubro.
Prioridades. De eso se trata. Y aquí nos encontramos nuevamente con la política como herramienta.
Política que debe blindar a la educación de las mezquindades de los politiqueros, que la instrumentalizaron para construir sus bases partidarias, premiando o castigando conforme a las lealtades.
Necesitamos una revolución, de formadores. Es sabido que un buen maestro es capaz de llegar al cerebro y al corazón del alumno, y que la educación es clave en el desarrollo personal, fomenta la independencia, eleva la autoestima, estimula el pensamiento crítico y permite soberanía sobre uno mismo.
Como bien argumentaba el gran líder político sudafricano Nelson Mandela, “la educación es el arma más poderosa que se puede usar para cambiar el mundo”.
Y si existe verdadera vocación, esa revolución puede comenzar en cada uno de ellos.