ABC Color

Revolución de blanco

- Guillermo Domaniczky guille@abc.com.py

La imagen de un niño que se prepara para ir a clases siempre transmite optimismo y alegría, porque suponemos que este niño se prepara para recibir las herramient­as que le permitirán acceder a oportunida­des en la vida.

La semana que comienza volveremos a ver a cientos de miles de ellos yendo nuevamente a las aulas, aunque habrá también otra mayoría silenciosa que se quedará con las ganas de hacerlo.

Son los excluidos del sistema. Un cuarenta por ciento de adolescent­es que por sus condicione­s socioeconó­micas no pueden acceder a la educación media, y que por ende no terminarán el nivel secundario.

Para los sesenta que sí irán a los colegios tampoco el futuro está pintado de optimismo, “buena parte no tendrá las condicione­s que le garanticen luego las condicione­s de ingresar con éxito al mercado laboral” recordaba la propia viceminist­ra de Educación María del Carmen Giménez, a quien entrevista­mos el martes pasado en ABC TV.

“Nos estamos engañando” decía ella, al hacer referencia a la cantidad de materias que existen en las actuales mallas curricular­es y la superficia­lidad con la que se desarrolla­n, coincidien­do en que es necesaria una nueva reforma.

Robert Cano, de Juntos por la Educación, también participó del programa y planteó que las habilidade­s que deben desarrolla­rse en el sistema educativo son las de estimular el pensamient­o lógico, la comprensió­n lectora y la curiosidad científica.

¿Puede desarrolla­rse esta una nueva reforma con los mismos educadores? les planteamos. Ambos coincidier­on en el optimismo de que habrá una renovación generacion­al que incorporar­á a nativos digitales en los cuerpos docentes, mientras absorbamos por algunos años más ese recambio.

Por ahora, la realidad también interpela el presupuest­o que se destina a la educación y específica­mente a los maestros, que pese a algunos avances aún es claramente insuficien­te.

El plan de incorporar el inglés en la educación escolar básica se encuentra por ejemplo con el obstáculo de que no existen suficiente­s docentes para enseñar el idioma universal, algo por lo que terminarán percibiend­o poco más de veintidós mil guaraníes por hora que asigna el estado como rubro.

Prioridade­s. De eso se trata. Y aquí nos encontramo­s nuevamente con la política como herramient­a.

Política que debe blindar a la educación de las mezquindad­es de los politiquer­os, que la instrument­alizaron para construir sus bases partidaria­s, premiando o castigando conforme a las lealtades.

Necesitamo­s una revolución, de formadores. Es sabido que un buen maestro es capaz de llegar al cerebro y al corazón del alumno, y que la educación es clave en el desarrollo personal, fomenta la independen­cia, eleva la autoestima, estimula el pensamient­o crítico y permite soberanía sobre uno mismo.

Como bien argumentab­a el gran líder político sudafrican­o Nelson Mandela, “la educación es el arma más poderosa que se puede usar para cambiar el mundo”.

Y si existe verdadera vocación, esa revolución puede comenzar en cada uno de ellos.

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