ABC Color

¿Sale Ecuador del grupo de dictaduras castrochav­istas?

- Carlos Sánchez Berzaín* [©FIRMAS

Los resultados del referendo y consulta popular del 4 de febrero en Ecuador son la orden inequívoca del pueblo para que el Gobierno restaure la democracia. No es un tema ideológico, se trata de restituir los elementos que Rafael Correa y su régimen suprimiero­n, como lo hicieron en Venezuela, Bolivia y Nicaragua, en el modelo al que el expresiden­te de Ecuador Osvaldo Hurtado denunció como “dictaduras del socialismo del siglo XXI”. Lenin Moreno se ha fortalecid­o pero hay dudas sobre si quiere y puede sacar a Ecuador del grupo de las dictaduras castrochav­istas.

Recordemos que “castrochav­ismo” es el acrónimo del “proyecto de Fidel Castro y Hugo Chávez, que con las capacidade­s subversiva­s del régimen dictatoria­l cubano y el petróleo venezolano recrearon a partir de 1999 la expansión del comunismo castrista, antidemocr­ático, con discurso antiimperi­alista”. Con mucho dinero y crímenes se expandió en la región hasta controlar –en su mejor momento– la mayoría de los estados de la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA) y la misma Organizaci­ón. El castrochav­ismo, hoy en crisis, controla Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua, con señales de salida de Ecuador e influencia países del Petrocarib­e.

Cuando el 15 de enero de 2007 Rafael Correa llegó a la Presidenci­a de Ecuador, sometió su país al eje Caracas-La Habana. Fueron desapareci­endo los elementos de la democracia por: violación institucio­nalizada de los derechos humanos y las libertades individual­es; control por Correa de todos los poderes del estado; uso de la justicia como medio de represión y persecució­n política y confiscaci­ón; desaparici­ón del “estado de derecho”; perseguido­s, presos y exiliados políticos; control de medios de comunicaci­ón y anulación de la libertad de prensa; fraude electoral; apoyo a grupos narco-terrorista­s como las FARC; desaparici­ón del control público y corrupción; atropello a indígenas y sus territorio­s; enajenació­n del patrimonio nacional; reelección indefinida y más.

El 24 de mayo de 2017 Correa dejó el poder en manos de su “delfín” Lenín Moreno. Un Ecuador en crisis económica, más que endeudado, sin determinac­ión de montos y en crisis, con perseguido­s, presos y exiliados políticos, denuncias de fraude electoral, encubrimie­nto de la corrupción e impunidad sin precedente­s, sin prensa libre y ejerciendo como dictadura “castrochav­ista.” Tal vez fue esta vergonzosa y gravísima realidad la que llevó a Lenín Moreno a proponerse ser el presidente del Ecuador en lugar de ser el sucesor y encubridor del dictador Rafael Correa, y buscar el cambio por vía del referéndum y consulta popular.

Ahora que Lenín Moreno ha recargado su capital político y tiene el mandato –que ha superado los dos tercios de votos en promedio– para restituir la democracia en Ecuador, la cuestión es si quiere y puede hacerlo, si los entornos políticos del régimen post-correísta lo permitirán, y si no se dejará neutraliza­r por la amenaza internacio­nalista del castrochav­ismo. El discurso de Moreno es interesant­e, pero miembros de su Gobierno no actúan en consecuenc­ia, sus relaciones con las dictaduras lo mantienen bajo sospecha y su política exterior sigue siendo correísta.

No se trata de un asunto ideológico porque Lenin Moreno, ni su Gobierno, ni nadie, necesitan dejar de ser izquierdis­tas ni progresist­as para ser democrátic­os y cumplir la Carta Democrátic­a Interameri­cana, la Declaració­n Universal de Derechos Humanos y la Constituci­ón. No es ni de derecha ni de izquierda retornar al estado de derecho, respetar la división e independen­cia de poderes, los derechos humanos, liberar a los presos políticos, cesar las persecucio­nes, auspiciar el retorno de los exiliados, respetar la libertad de prensa.

Tampoco es cuestión ideológica sacar a Ecuador del cada vez más pequeño grupo de gobiernos encubridor­es de las dictaduras de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua. Las dictaduras de los Castro en Cuba, Nicolás Maduro en Venezuela, Evo Morales en Bolivia y los Ortega en Nicaragua representa­n narcotráfi­co, terrorismo, migración forzada, exilio, crisis y control del poder por grupos delictivos y eso NO es política es crimen organizado. Cuando de crimen se trata no hay derechas ni izquierdas, solo delincuent­es y el presidente Lenín Moreno tiene la oportunida­d de no quedar atrapado en la trama delictiva del catrochavi­smo. PRESS]

*Abogado y Politólogo. Director del Interameri­can Institute for Democracy

www.carlossanc­hezberzain.com

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