Educación y política
La relación entre educación y política es poliédrica, tiene muchas caras, y además es sistémica, de ida y vuelta, con vínculos mutuamente in ter dependiente se in ter influyentes. La política decide sobre la educación, pero al mismo tiempo los políticos actúan desde y con la educación y formación que han recibido.
En educación el poder de los políticos es muy superior al de los educadores, porque son los políticos los que determinan con leyes y decisiones de gobierno y administración cuál, cómo, cuánta para quiénes, en qué niveles, para qué objetivos, en qué condiciones y posibilidades se da la educación. Los educadores se mueven en el contexto, en el marco y con los recursos que los políticos crean.
Por razones puramente políticas, desde la caída de la dictadura y la entrada de la democracia hasta el presente, en 28 años ha habido tantos ministros y ministras de Educación (19) que la media de estabilidad en el cargo está en algo menos de año y medio cada uno. ¿Quién cree que un ministro de Educación puede hacer algo importante en año y medio? Tanto menos puede hacer cuanto que al carecer de Ley Orgánica del MEC, promulgada el 24 de enero del año pasado 2017 (y aún no está implementada y entrada toda ella en vigencia), cada ministro al llegar al cargo se rodea de las personas de su confianza en los cargos más importantes e inicia su propio proyecto como administrador de la cartera. Y cuando ha iniciado sus planes, deja paso al siguiente ministro.
Algunos ven solo lo negativo de la reforma educativa que se inició en 1990 y generalizan diciendo que fue un fracaso; buscan chivos expiatorios o culpables en el Consejo Asesor de la Reforma Educativa (CARE), en los maestros, en el bilingüismo, en el presupuesto, etc., cuando es imposible ejecutar en serio una reforma con ministros de dieciocho meses de estabilidad media. La reforma debe empezar por el cargo del ministro o ministra y requiere políticas de Estado mucho más que políticas de gobierno. La política de nuestros políticos, y no solo el Presidente de la República de turno, es la principal responsable del estado calamitoso de nuestra educación escolar y superior. En el período que llevamos de democracia se ha evidenciado que la política no respeta a la educación y sus procesos.
Nunca como ahora y cada día más el mundo entero está convencido de la trascendencia fundamental e histórica de la educación para la supervivencia, la convivencia, el desarrollo humano personal y de los pueblos, la calidad de vida y la esperanza de futuro, por eso la literatura profesional y no profesional sobre educación es abundantísima, sin embargo, lo que estamos haciendo en educación desde la política y la gestión llegando hasta la pedagogía y didáctica contradice lo que los derechos humanos pretenden garantizar, lo que en el mundo se piensa y el discurso de nuestros políticos a veces recuerda.
Sin educación de calidad y abarcante de toda la sociedad, ahora ya también permanente para los adultos, no romperemos el estado dramático de la tercera parte de la población en pobreza. Se avecina el desempleo creciente en todo el mundo y solamente se podrá amortiguar con educación. Crecen la violencia y la acumulación de frustraciones conscientes e inconsciente, y sin educación no podremos enfrentar el desafío de superarlas.
Los educadores no estamos exentos de responsabilidad por el hecho de que la mayoría de los políticos den la espalda a la educación. Al fin somos libres para asumir nuestro compromiso de capacitar para la vida y en esa capacitación entra sin duda y con urgencia la educación política de los hoy pequeños y jóvenes ciudadanos, mañana ciudadanos con responsabilidad política.
La política es ciencia y práctica de servicio al bien común, disponiendo del poder que el pueblo entrega temporal y condicionada mente a los políticos elegidos en sufragio. En el fondo, si los políticos andan sin ciencia política es porque los educadores no se la enseñaron eficazmente y ellos nada hicieron para aprender la verdadera política, porque es evidente que el arca del bien común encierra muchos bienes tangibles e intangible y entre todos ellos destaca, por su volumen y peso propio, la educación.