El país está en manos de una rosca rapaz y corrupta.
Sin duda alguna, una gran cantidad de gente no sabe aún si va a votar o no en las próximas elecciones y, en caso afirmativo, a favor de qué listas; porque los principales problemas de nuestra democracia tambaleante no radican solamente en la notoria crisis de liderazgo que padecen nuestras principales organizaciones políticas, sino también en los mecanismos tramposos que se encargan de sostener a los mismos indeseables a la cabeza de las competencias electorales. A quienes se mantienen informados de la marcha de la actual campaña comicial les resultan muy explícitas estas expresiones de la opinión ciudadana respecto a este proceso. Las mismas se manifiestan en algo que puede resumirse en una palabra: hartazgo. Hartazgo de ver los mismos nombres de políticos veteranos, la gran mayoría de ellos moralmente averiados, nuevamente atornillados a las listas de los partidos y “frentes”. Muchos ya son semivitalicios en los curules gracias a las “listas sábana”, fatídico artificio político mediante el cual los dirigentes-propietarios de dos o tres movimientos en cada partido se encargan del control de las elecciones internas, para consolidarse y eternizarse en las cúpulas partidarias y en los principales cargos del Estado. Esta es nuestra triste realidad: estamos en manos de una rosca política rapaz, corrupta, desinteresada de la suerte del país y su gente.
Sin duda alguna, una gran cantidad de gente no sabe aún si va a votar o no en las próximas elecciones y, en caso afirmativo, a favor de qué listas; porque los principales problemas de nuestra democracia tambaleante no radican solamente en la notoria crisis de liderazgo que padecen nuestras principales organizaciones políticas, sino también en los mecanismos tramposos que se encargan de sostener a los mismos indeseables a la cabeza de las competencias electorales.
A quienes se mantienen informados de la marcha de la actual campaña comicial les resultan muy explícitas estas expresiones de la opinión ciudadana respecto a este proceso. Las mismas se manifiestan en algo que puede resumirse en una palabra: hartazgo. Hartazgo de ver los mismos nombres de políticos veteranos, la gran mayoría de ellos moralmente averiados, nuevamente atornillados a las listas de los partidos y “frentes”, en la mayoría de los casos compitiendo por los mismos puestos que ya monopolizan desde hace décadas, sin haber aportado absolutamente nada al país sino, por el contrario, sirviéndose de él.
La gente mira estas listas de candidatos y candidatas y –con excepciones– no encuentra que sean alternativas a los que actualmente ocupan los puestos gubernamentales más elevados. ¿Dónde están las ideas frescas, las propuestas inéditas u originales que se esperaban ansiosamente? ¿Cuáles de los viejos capitostes y “tragamonedas” de la ANR, PLRA, Frente Guasu, por ejemplo, quedaron fuera de las listas de sus organizaciones por causa de sus publicitadas inconductas políticas? Ninguno.
La gente revisa los boletines de los dos partidos con más chance de ganar y vuelve a encontrarse con la mayoría de los protagonistas de los últimos 25 años de politiquería seudodemocrática profundamente corrompida, y algunos de más reciente incorporación que también ya cargan sobre sus espaldas intentos de violar la Constitución o burlar las leyes para provecho propio y exclusivo, para alimentar sus ambiciones más egoístas, y lo principal de todo: para perpetuarse en sus privilegios y en todo ese abuso que hacen de los resortes del poder. Si bien hemos destacado la participación positiva de mayor cantidad de movimientos y de personas en la actividad política, sus posibilidades de victoria son mínimas.
Si se revisan las listas de candidatos se hallarán, por ejemplo, los siguientes nombres: Horacio Cartes, Javier Zacarías Irún, Óscar González Daher, Silvio Ovelar, Lilian Samaniego, Juan Carlos Galaverna, Derlis Osorio, Nicanor Duarte Frutos, Juan Darío Monges, Víctor Bogado, Enrique Bacchetta, Óscar Salomón, Mirta Gusinky y José Alberto Alderete, en los primeros lugares de la lista colorada para la Cámara de Senadores.
En la del PLRA se encontrará a Blas Llano, Víctor Ríos, Zulma Gómez, Fernando Silva Facetti, José “Pakova” Ledesma, Ramón Gómez Verlangieri, Luis Alberto Wagner, entre otros, que, al igual que los colorados mencionados, poco o nada han aportado a la República pese a
su larga militancia política.
En el Frente Guasu, aparecen Fernando Lugo, Sixto
Pereira, Esperanza Martínez, Carlos Filizzola, entre otros, que más se han destacado por su participación en entuertos y transas que por su aporte al bien común.
Muchos ya son semivitalicios en los curules gracias a las
“listas sábana”, fatídico artificio político mediante el cual los dirigentes-propietarios de dos o tres movimientos en cada partido se encargan del control de las elecciones internas, para consolidarse y eternizarse en las cúpulas partidarias y en los principales cargos del Estado.
En consecuencia, los electores que concurren a votar no tienen chance de elegir sino la lista resultante tal cual provino de la fábrica de los capitostes que hegemonizan la conducción partidaria, de modo que, si les agrada un candidato en particular, se ven forzados, votándolo a él, a otorgar también su voto a todos los impresentables que integran esa lista. En esto consiste el resultado final que persiguen los que digitan las “listas sábana” y en esto radica el peor vicio de estas: el grosero desvirtuamiento del principio de libre elección al momento de votar, del derecho a un voto “libre, directo, igual”, como reza la Constitución.
Esta es nuestra triste realidad: estamos en manos de una rosca política rapaz, corrupta, desinteresada de la suerte del país y su gente.
Basta con mirar nuevamente las listas transcriptas anteriormente y anotar cuántos de estos personajes estuvieron involucrados, durante el período actual y también en los anteriores, en asuntos de muy dudosa moralidad –jurídica, ética, política– en al menos una oportunidad, y cuántos de ellos en varias ocasiones; algunos, incluso, en forma permanente. Sus rostros aparecieron en diarios, revistas y pantallas en ocasiones francamente vergonzosas o violentísimas, como cuando Horacio Cartes y Fernando Lugo, enfermos de ambición desmedida, intentaron convertir la Constitución en un trapo de piso a cualquier costo.
La pregunta que la mayoría de la ciudadanía se está formulando con la vista puesta en los próximos comicios es, entonces, cómo se va a cambiar nada en nuestro país si salen electos los mismos sinvergüenzas que acaparan los más altos cargos de la República desde hace décadas, con las consecuencias que son de todos conocidas y por todos padecidas.
No obstante, es preciso que los ciudadanos conscientes, con sentido patriótico, sigan confiando en que una conducta ciudadana firme, perseverante e incorruptible acabará, tarde o temprano, con la era de los dinosaurios propietarios de nuestros principales partidos, y con su principal instrumento de dominación: las “listas sábana” .Se necesita comenzar las acciones ahora mismo, mediante movilizaciones y reclamos firmes y perseverantes; no posterguemos más el inicio del trabajo de aseo moral profundo que nuestra democracia está requiriendo.