De mafias y otras yerbas
Lo acontecido en el Departamento de Investigaciones de la Policía Nacional en Itapúa, con sede en Encarnación, en el que tres agentes son indagados por una supuesta privación ilegítima de libertad y extorsión, es una estocada artera que daña tanto a la institución policial como a la sociedad en su conjunto. Entre los apuntados se encuentra nada menos que el subjefe de la división, comisario principal Hugo García, un oficial de alto grado y varios años en la institución.
El caso desnuda el estado de indefensión en que se encuentra el ciudadano de a pie ante instituciones que se supone están para protegerlo, brindarle seguridad, tranquilidad, garantías en su persona y sus bienes.
Estamos ante funcionarios formados por el Estado, con sueldos pagados con recursos del pueblo, a quienes se confía un arma para proteger a la sociedad, pero se vuelven contra ella. Violentan, agreden y se burlan de la ley y de la ciudadanía.
En un país donde a menudo las instituciones del Estado –entre ellas la policía– son utilizadas como instrumen- to para beneficio de ciertos sectores de poder, donde proliferan mafias instaladas en los partidos políticos, el Parlamento, el sistema judicial, y hasta en los gremios profesionales, que empalidecen a las mafias de frontera, pareciera que no debería sorprender lo acontecido en Encarnación.
En una sociedad adormecida por el miedo resulta hasta sorprendente el coraje y la valentía de la víctima, José Luis Cuquejo, quien acusó a sus agresores. Un acto que merece la valoración de la ciudadanía, pues en última instancia se enfrentaba a la posibilidad de que su denuncia caiga en un perverso juego: el de su palabra contra la de los “agentes del orden”.
Por fortuna para Cuquejo, para la ciudadanía y para la misma institución policial, esta vez la denuncia no cayó en saco roto. Hay una investigación penal, y es de esperar que llegue al fondo de la cuestión y se castigue a los culpables con todo el peso de la ley. Es justo y necesario por el bien de todos, y en particular por el de aquellos policías que sí asumen su tarea con probidad y espíritu de servicio, y también como el resto de la ciudadanía se sienten burlados y dolidos.
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