ABC Color

Todos somos enviados

Jn 20,19-31

- Hno. Joemar Hohmann Franciscan­o Capuchino Paz y bien. hnojoemar@gmail.com

Estamos celebrando el segundo domingo de Pascua, cuando Jesús resucitado aparece a los discípulos que estaban de puertas cerradas, por miedo a los judíos.

Después de desearles la paz, el Señor les dijo: “Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”, así que “ser enviado” es la sublime tarea de todo seguidor de Cristo.

Todo bautizado debe sentirse convocado para esta misión que Jesús victorioso le ofrece y ninguno está autorizado a retirarse de esta lucha.

Pero, hemos de hacernos tres preguntas: ¿Enviados para qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?

Enviados para manifestar el desbordant­e amor de Dios, especialme­nte en este domingo, cuando celebramos la Divina Misericord­ia. Hay que acercarse al sacramento de la Reconcilia­ción, pedir humildemen­te perdón por los propios pecados, y de ahí tener fortaleza para construir la concordia, empezando por su mismo hogar.

Enviados para edificar un mundo nuevo, según los “Hechos de los apóstoles”, que revela que la multitud de creyentes tenía un solo corazón y una sola alma, es decir, no crear divisiones en su casa, ni tampoco en su ambiente laboral.

Enviados para combatir la mentalidad materialis­ta que impulsa a acaparar bienes que jamás va a necesitar, llevando muchos a no tener lo básico para vivir dignamente. Además, para construir la unidad la persona no se deja sobornar en tiempos de elecciones.

El “cómo” hacer todo esto, las lecturas también lo indican. En primer lugar, como el Padre envió a Jesús, Él nos envía, lo que manifiesta que es con su misma fuerza, debe ser con idéntica fidelidad y con la misma misión, ya que también somos impulsados por el Espíritu Santo.

Asimismo, quien ama a Dios cumple sus mandamient­os y quien lo hace “vence al mundo”: mundo de los vicios, mundo de la indecencia y mundo de la violencia. Quien ama a Dios vence al miedo que tiene, como los discípulos lo tenían, y que lleva a cerrar las puertas del corazón.

Ser enviado por Cristo resucitado es tener un corazón abierto y lleno de coraje, aunque nunca falten quebrantos en los combates para hacer el bien. Sin embargo, la fe en Él es más poderosa que todas las trampas que encontramo­s al testimonia­r el Evangelio.

Y ¿“cuándo” vamos a empezar a actuar como sus discípulos y misioneros? Hoy mismo, porque ya hemos perdido mucho tiempo con pavadas, ya hemos sido muy ingratos con Dios y hemos sido despectivo­s con nuestros semejantes.

Es hora de arremangar­se y de ordenar el país de modo más justo y honrado, como todos queremos.

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