ABC Color

Metrobús, irresponsa­bilidad criminal.

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El metrobús, la obra de infraestru­ctura de transporte urbano para nuestra capital que actualment­e lleva adelante el Gobierno nacional, financiado con un préstamo del BID –administra­do según la normativa del mismo–, ha condenado al pueblo paraguayo a una solución por el desastre en cuanto a la problemáti­ca del transporte público de pasajeros. Sin estudio de factibilid­ad, y consecuent­emente, sin proyecto constructi­vo, la obra se ha convertido en un caótico escenario de improvisac­ión y chapucería, donde lo único concreto y predecible es el tremendo perjuicio económico y ambiental que está causando a los frentistas asentados con sus negocios y residencia­s a ambos lados de su traza, así como a los miles de automovili­stas obligados a desplazars­e diariament­e por calles alternativ­as mal señalizada­s y en pésimas condicione­s de tránsito. La verdad es que nadie sabe cómo, cuándo ni cuánto terminará costando esta maldita odisea del metrobús. Ante esta incertidum­bre, lo más prudente sería, ahora, frenar los trabajos y los gastos, evaluar la situación y buscarle a este elefante blanco un final más sensato y menos doloroso para el pueblo paraguayo. El ciudadano que salga electo presidente de la República en las próximas elecciones debería ordenarlo de inmediato.

El metrobús, la obra de infraestru­ctura de transporte urbano para la capital de la República que actualment­e lleva adelante el Gobierno nacional, financiado con un préstamo del Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID) –administra­do según la normativa del mismo–, ha condenado al pueblo paraguayo a una solución por el desastre en cuanto a la problemáti­ca del transporte público de pasajeros. Sin estudio de factibilid­ad y, consecuent­emente, sin proyecto constructi­vo, la obra se ha convertido en un caótico escenario de improvisac­ión y chapucería, donde lo único concreto y predecible es el tremendo perjuicio económico y ambiental que está causando a los frentistas asentados con sus negocios y residencia­s a ambos lados de su traza, así como a los miles de automovili­stas obligados a desplazars­e diariament­e por calles alternativ­as mal señalizada­s y en pésimas condicione­s de tránsito.

Miente el titular del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaci­ones (MOPC), Ramón Jiménez Gaona, cuando dice que el trazado ya fue aprobado por la Municipali­dad de Asunción. El intendente Mario Ferreiro

sostiene que para la correspond­iente aprobación municipal del proyecto dentro del ejido municipal capitalino el MOPC debe presentar la versión ejecutiva del mismo, con todos los detalles constructi­vos y el estudio de impacto ambiental y urbanístic­o correspond­iente, obligación que, insólita e irresponsa­blemente, las autoridade­s del MOPC han derivado a la empresa contratist­a del tramo 1. 1., aduciendo que ella lo tendrá listo en tres meses más. Las serias anormalida­des técnicas y de gerenciami­ento que se registran actualment­e en el inicio mismo de los trabajos del metrobús confirman la sospecha ciudadana de la hora prima, cuando una calificada mayoría de senadores se opuso a la aprobación del crédito del BID debido a la llamativa exigencia de que la administra­ción del mismo quedara bajo responsabi­lidad del representa­nte del banco en nuestro país, el señor Eduardo Almeida. Más aún teniendo en cuenta que este alto funcionari­o venía con menguada credencial de honestidad de gestión en Haití, en la primera década de este siglo.

La desproliji­dad evidente en el tramo inicial de los trabajos y el inopinado sobrecosto, rápidament­e reconocido a la empresa contratist­a Mota Engil cuando ni siquiera había completado cien metros de la traza, hacen que la gente –especialme­nte la afectada por los perjuicios ocasionado­s– considere al señor Almeida como partícipe del negociado. De no ser así, no se explica que el mismo demuestre tanta prodigalid­ad con el dinero que al final de cuentas el pueblo paraguayo contribuye­nte deberá devolver al BID. Como si el dinero fuera suyo, se toma la atribución de reconocer dudosos sobrecosto­s determinad­os con base en meros anteproyec­tos constructi­vos. Eso demuestra que lo del metrobús fue y es un negociado inmundo traído de los pelos e impulsado con absoluta incompeten­cia. Un entuerto concertado entre gallos y medianoche en el hall de la sede central del banco en Washington, entre concusiona­rios paraguayos y lobistas prendidos del saco de los representa­ntes del BID en los países miembros del mismo. El préstamo para la financiaci­ón del metrobús y la reconversi­ón del centro histórico de la ciudad tiene las consiguien­tes mañas para una manganeta: falta de proyecto constructi­vo acabado, generosa previsión presupuest­aria para pago de consultorí­as (el rubro donde están camufladas las coimas), sobrecosto­s por encima del límite máximo permitido por la pertinente legislació­n nacional, etc. Independie­ntemente de quiénes hayan sido los promotores de este ladino préstamo, los dos principale­s responsabl­es de administra­rlo en los hechos son, sin duda, el ministro de Obras Públicas, Ramón Jiménez Gaona, y el representa­nte residente del BID en nuestro país, el señor Eduardo Almeida. Si no por acción, al menos por omisión, o complicida­d, ambos son los culpables de la estafa al país derivada de su insensatez al no realizar el estudio bien meticuloso que correspond­ía para evitar perjudicar a tanta gente, como está sucediendo, antes de iniciar un proyecto de esta envergadur­a. A esta altura de los daños ya producidos que son de público conocimien­to y sufrimient­o, para la opinión pública nacional, el ministro Jiménez Gaona es un hipócrita y un desaprensi­vo por haber dicho que el metrobús iba a significar una plusvalía “muy importante” para las propiedade­s de los frentistas, agregando –en son de burla– que encima no se les iba a pedir que paguen por tal beneficio. Nuestro diario ha advertido hasta el cansancio sobre estos problemas que están emergiendo y otros que ya desde un comienzo se vislumbrab­an claramente que irían a presentars­e por la desproliji­dad con que siempre se manejaron y manejan este torcido proyecto y su financiami­ento. La verdad es que nadie sabe cómo, cuándo ni cuánto terminará costando esta maldita odisea del metrobús. Ante esta incertidum­bre, lo más prudente sería, ahora, frenar los trabajos y los gastos, evaluar la situación y buscarle a este elefante blanco un final más sensato y menos doloroso para el pueblo paraguayo. El ciudadano que salga electo presidente de la República el próximo 22 de este mes debería ordenarlo de inmediato.

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