El valor de nuestro voto
Cada vez más cerca de las elecciones generales y el panorama que tenemos no despierta entusiasmo. No obstante, con la miseria pintada en la cara –y el bolsillo– de la mayoría, se percibe el feliz activismo de grupos políticos que hacen ruido para sus candidatos, quienes prometen como siempre el oro y el moro que no darán.
Es importante remarcar la carencia eterna de la previa formación política, labor fundamental que los partidos no hacen para la gente: conceptos en lenguaje sencillo, sin interferencias partidarias ni ideológicas.
En estas elecciones generales vamos a elegir por medio de nuestro voto a aquellos que ocuparán cargos decisivos dentro del sistema de democracia representativa que nos rige, es decir, delegamos las decisiones que nos incumben colectivamente a los candidatos que elegimos. Hasta ahí todo suena normal, pero nuestro cáncer son las llamadas “listas sábanas”. Estas son listas cerradas (que, también pueden ser abiertas, sepámoslo), de tal manera que el elector no puede alternar propuestas y candidatos, sino que está obligado a dar el sí a un todo, acepta la lista previamente cocinada en cada cúpula. Por otro lado, lamentablemente, y por la falta de educación política, seguimos siendo electores seducidos por caras y no por ideas críticas, de esta manera le decimos no a una vida mejor, no a la justicia distributiva, no a la igualdad entre las personas. Triste verdad es que pesa más “mi conveniencia” que el arriesgarse por el bienestar común, por cierto, un concepto todavía extraño en nuestra cultura.
Una de las “esperanzas” en este lento y accidentado transitar democrático es que en esas listas se integre gente nueva, sin deudas penales ni políticas. Esta gente suele servirse de su popularidad para entrar al campo político. Por lo general, los nuevos se manifiestan abiertamente por un partido político o se dicen independientes, aunque casi siempre terminan traicionando a sus electores (amigos, excompañeros de colegio, público). Para muchos, no obstante, la traición es “estrategia”, un juego permitido dentro de la política: negar lo que se hizo o dijo, en nombre de un supuesto bien mayor o cambio de coyuntura.
Las próximas elecciones siguen sometidas al bipartidismo, a los fanáticos y/o ilusos que, bajo alguna promesa de acomodo o tajada, se aferran al candidato de su provecho.
El lado rescatable, digamos, es que el bipartidismo ya no puede solo, necesita de las alianzas, ya sea entre sus propios afiliados o con gente de otros partidos y movimientos.
Los pequeños, llámense candidatos independientes, podrían ser una opción, pero la verdadera fuerza está en cada elector, tiene que ver con la conciencia, lo aprendido y la renuncia a cualquier privilegio espurio.
Vale subrayar que la alternancia no anula las convicciones ideológicas, sino que es una herramienta para quebrar la continuidad o perpetuación de los políticos nefastos. No hay regreso “a los buenos tiempos”, no acabará la delincuencia aquí abajo si no se combate allá arriba. El 22 es una oportunidad de darles un nuevo cauce a los gravísimos problemas de nuestro país. Valoremos nuestro voto, nunca debe ser vendido ni direccionado; nuestro voto es secreto y significa la decisión personal para la familia y comunidad entera.