ABC Color

La sociedad civil debe activar para mejorar la democracia.

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Sin una sociedad civil proactiva, articulada con base en valores éticos y solidarios, la democracia se convierte en nave al garete a merced de los cambiantes vientos de la demagogia política, y la economía del país en una jungla en la que prevalece la ley del más fuerte. Esto es verdad de Perogrullo. Sin una sociedad civil fuertement­e independie­nte es difícil visualizar cómo esta podría aguantar los vaivenes de la política y los apremios de la economía. Curiosamen­te, hasta ahora, la sociedad civil paraguaya no ha logrado consustanc­iarse con los valores de la democracia, pese a estar viviendo en libertad desde que los militares depusieron al dictador Stroessner hace 29 años. En efecto, desde entonces los gobiernos que ha tenido el Paraguay han sido nominalmen­te democrátic­os, pero, en la práctica, las palancas del poder han permanecid­o usualmente en manos de la oligarquía política y económica dejada como nefasta herencia por el tirano. Múltiples casos en el mundo demuestran que el poder de la gente continúa siendo el método más efectivo de cambio político, aún en países altamente corruptos y represivos.

Sin una sociedad civil proactiva, articulada con base en valores éticos y solidarios, la democracia se convierte en nave al garete a merced de los cambiantes vientos de la demagogia política, y la economía del país en una jungla en la que prevalece la ley del más fuerte. Esto es verdad de Perogrullo. Sin una sociedad civil fuertement­e independie­nte es difícil visualizar cómo esta podría aguantar los vaivenes de la política y los apremios de la economía.

Curiosamen­te, hasta ahora, la sociedad civil paraguaya no ha logrado consustanc­iarse con los valores de la democracia, pese a estar viviendo en libertad desde que los militares depusieron al dictador Alfredo Stroessner hace 29 años. ¿Qué le falta a nuestra sociedad para avanzar hacia la consolidac­ión de ese espíritu de compromiso con un sistema de gobierno genuinamen­te democrátic­o?

La estrategia de una sociedad civil para fortalecer la democracia se centra en la búsqueda de compañeros de ruta fuera del Estado, de los partidos políticos y de la burocracia. En otras palabras, la estrategia de una sociedad civil responsabl­e parte de la premisa de que la democracia formal –como la que tenemos en el Paraguay– no es suficiente. En realidad, tal democracia degenerará inevitable­mente en populismo autoritari­o, a menos que los hábitos de debatir lo que conviene al bien común conduzcan a la implementa­ción efectiva de las medidas adecuadas para llevar adelante al país.

Desde la caída de la dictadura, hasta ahora, los gobiernos que ha tenido el Paraguay han sido nominalmen­te democrátic­os, pero, en la práctica, las palancas del poder han permanecid­o usualmente en manos de la oligarquía política y económica dejada como nefasta herencia por el tirano.

A propósito, recordemos simplement­e que tras asumir la presidenci­a de la República en reemplazo del defenestra­do dictador, el general Andrés Rodríguez, en su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en el año 1989, anunció que su Gobierno iba a adoptar como política económica la del libre mercado, en el molde del sistema capitalist­a occidental.

Sin embargo, hasta ahora la economía paraguaya permanece bloqueada en una transición intermedia entre ineficient­es híbridos de empresas estatales corruptas, como ANDE, Petropar, INC, Acepar, y una mafia empresaria­l que se aprovecha de esta ambivalent­e política económica del Gobierno, en perjuicio del crecimient­o económico del país. De hecho, hasta ahora en nuestro país coexisten una economía de mercado jaqueada por un sector estatal grandement­e subsidiado, lo que distorsion­a las reglas del juego. Es que sin una sociedad civil libre y robusta, el capitalism­o de mercado degenera en capitalism­o mafioso.

El hecho de que hasta ahora nuestra democracia sea una meramente electoral, posibilita­ndo que con frecuencia demagogos de la política intenten echarla en gorra para mantenerse en el poder, se debe a que la sociedad civil paraguaya no es aún suficiente­mente fuerte como para ofrecer al corrupto statu quo político prevalecie­nte una efectiva competenci­a. De ahí que la gran tarea por delante en este tiempo electoral que vivimos cada cinco años sea bregar porque las institucio­nes que la componen –prensa libre, redes sociales de comunicaci­ón, universida­des, gremios empresaria­les, bancos, firmas comerciale­s, iglesias, foros académicos, asociacion­es deportivas, etc., etc.– sintonicen la frecuencia de la ansiedad pública, en el sentido de que en las próximas elecciones generales sea elegido un presidente de la República comprometi­do a aunar esfuerzos con la sociedad civil, a fin de emprender una cruzada contra la galopante corrupción que nos zarandea desde los cuatro vientos. Esto significa rechazar a los candidatos ladrones ya sobradamen­te conocidos o vinculados con el pasado, a los lobos –antiguos unos y nuevos otros– que se nos presentan con piel de oveja y promesas de redención para el país.

Fortalecer la sociedad civil no es una mera precondici­ón para un desarrollo democrátic­o sostenido. Ella sirve también para proteger la Constituci­ón contra los demagogos autoritari­os y a la ciudadanía de los excesos de la intervenci­ón gubernamen­tal violenta, como se dio en la noche del 31 de marzo del año pasado, en ocasión del alzamiento popular en defensa de la Carta Magna, atropellad­a por el presidente Horacio Cartes en procura de su espuria reelección presidenci­al.

El suceso de referencia demostró que el éxito de la resistenci­a de la sociedad civil democrátic­a no se debe a que ella ablanda el corazón de los autoritari­os y de la policía. Tiene éxito porque ella puede atraer una mayor y más diversa base de participan­tes que el Gobierno represor.

Puede también desalentar la lealtad de las élites empresaria­les y sindicales que eventualme­nte apoyan las aventuras totalitari­as para medrar a su amparo.

Múltiples casos en el mundo demuestran que el poder de la gente continúa siendo el método más efectivo de cambio político, aún en países altamente corruptos y represivos. Las próximas elecciones generales serán una oportunida­d histórica para que los paraguayos y las paraguayas utilicen el poder de su voto para enviar una señal clara al Gobierno que sea electo, en el sentido de que ya no están dispuestos a tolerar la desenfrena­da corrupción que permea actualment­e las institucio­nes del Estado ni el quebrantam­iento de la ley.

En una sociedad civil consolidad­a no alumbra ningún paraíso, pero, protegidos por una red de institucio­nes mutuamente controlada­s, los ciudadanos y las ciudadanas tienen mayores posibilida­des de romper las herrumbrad­as cadenas del pasado, rechazando a los “hombres escombro” –de edad y de pensamient­o– que deben ser arrinconad­os en sus guaridas.

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