#NosFaltan3: Javier, Paúl y Efraín
“Los asesinatos son la expresión máxima de brutalidad que puede alcanzar la censura”, decía el año pasado la Sociedad Interamericana de Prensa en un comunicado.
Los asesinatos de periodistas son también la expresión máxima de un Estado fallido, de una dictadura disfrazada de democracia y de la barbarie que amenaza y fulmina el derecho fundamental de la libertad de expresión. En las últimas semanas el hashtag #NosFaltan3 ha sido tristemente el trending topic en la comunidad periodística latinoamericana que reclamaba el regreso con vida de los trabajadores del periódico El Comercio de Ecuador. El periodista Javier Ortega (32 años), el fotógrafo Paúl Rivas (45) y el conductor Efraín Segarra (60) habían sido secuestrados el 26 de marzo pasado en la zona de Mataje, Esmeraldas, norte de Ecuador y frontera con Colombia. Los captores, terroristas de Colombia, mantuvieron a los tres encadenados y con candados al cuello y exigieron un intercambio por “sus tres detenidos” en Ecuador.
Además, demandaban el fin de la cooperación antiterrorista con Colombia, que ha permitido hasta la fecha asestar duros golpes al narcotráfico en la zona fronteriza. Luego de largos días de incertidumbre, el presidente de Ecuador Lenin Moreno confirmó lo peor: la muerte de los tres.
Indigna la barbarie, la muerte y el poco valor que le dan a la vida humana estas personas que recurren a lo que sea por llamar la atención y poner en el radar informativo lo que ellos dan en llamar sus “reivindicaciones”.
Es también lamentable que los trabajadores de la prensa sean utilizados de una manera vil. Que sus vidas sean la moneda de cambio de personas que operan al margen de la ley.
Duele que esto suceda a consecuencia de la incapacidad del gobierno colombiano –característica repetida en nuestro país– de acabar con las organizaciones ligadas al narcotráfico y el terrorismo.
Pero esa incapacidad no necesariamente tiene que ver con impericia de los agentes, los hay y muy buenos.
Esto tiene más que ver con la falta de voluntad por parte de los gobiernos, cuyas campañas políticas para llegar al poder son financiadas con dinero sucio. El dolor de los colegas ecuatorianos y sus familias no nos es ajeno. Nos recuerda a nuestro mártir Pablo Medina, asesinado por la mafia de la narcopolítica. Ante la impotencia, no debemos paralizarnos, debemos seguir tecleando porque es y será por siempre el arma más poderosa que tenemos para dar voz a los que no la tienen y echar luz sobre lo que los corruptos quieren esconder.