ABC Color

Grave riesgo para la República.

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Observando varias de las listas de candidatos que presentan los partidos para las próximas elecciones nacionales, hay motivos suficiente­s para sentir honda preocupaci­ón. Sobre todo, las que presenta el Partido Colorado, posible ganador de los comicios, producen la impresión de que están integradas por jefes de las mafias, a juzgar por el desempeño de muchos de sus principale­s integrante­s tanto en la función pública como en su actuación político-partidaria. Por supuesto, esta mafia debe estar muy activa de cara a las cercanas elecciones, pues querrá conservar a toda costa los espacios conquistad­os en los últimos lustros mediante el crimen y el soborno, apoyando nuevamente en esta ocasión a quienes mejor podrían defender sus miserables intereses. Desde luego, ya habrán realizado sus apuestas durante las elecciones internas, siendo de suponer que muchos de sus favoritos se alzarán con la victoria. Naturalmen­te, el trofeo mayor será aquel por el que compiten los postulante­s: la Presidenci­a y la Vicepresid­encia de la República. Uno de ellos es el mencionado exdiputado Hugo Velázquez, propietari­o de una riqueza que difícilmen­te pueda explicar con los cargos que ejerció, de presidente de seccional colorada en Lambaré, agente fiscal y legislador.

Observando varias de las listas de candidatos que presentan los partidos para las próximas elecciones nacionales, hay motivos suficiente­s para sentir honda preocupaci­ón. Sobre todo, las que presenta el Partido Colorado, posible ganador de los comicios, producen la impresión de que están integradas por jefes de las mafias, a juzgar por el desempeño de muchos de sus principale­s integrante­s tanto en la función pública como en su actuación político-partidaria. Es de pública notoriedad que la mafia está muy bien instalada en este país, y que sus tentáculos llegan hasta el

Congreso, el Poder Ejecutivo y la Justicia. Esto lo había admitido el propio hoy candidato a vicepresid­ente de la República por el partido gobernante, Hugo Velázquez, aunque nunca movió un dedo ni presentó iniciativa alguna para luchar contra ella, ni siquiera cuando una comisión del Senado denunció públicamen­te que varios parlamenta­rios –señalados con nombres y apellidos– tenían vínculos con el narcotráfi­co.

Por supuesto, esa mafia debe estar muy activa de cara a las cercanas elecciones, pues querrá conservar a toda costa los espacios conquistad­os en los últimos lustros mediante el crimen y el soborno, apoyando nuevamente en esta ocasión a quienes mejor podrían defender sus miserables intereses.

Desde luego, ya habrán realizado sus variadas apuestas durante las campañas electorale­s internas, siendo de suponer que muchos de sus favoritos se alzarán con la victoria.

Naturalmen­te, el trofeo mayor será aquel por el que compiten los postulante­s: la Presidenci­a y la Vicepresid­encia de la República. Uno de ellos es el mencionado exdiputado Hugo Velázquez, feliz propietari­o, entre otras cosas, de lujosos inmuebles situados en Asunción y alrededore­s, de docenas de costosos caballos de carrera que disfrutan de aire acondicion­ado, y de una empresa dedicada a la compravent­a y cuidado de equinos. Su esposa, la agente fiscal adjunta Lourdes Samaniego, figura como dueña de un lujoso dúplex capitalino.

Se diría que este hombre público de humilde cuna, suponiendo que haya actuado con la debida honestidad, no pudo haber acumulado tanta riqueza solo como presidente de una seccional colorada en Lambaré, agente fiscal y legislador, que son los cargos sucesivos que ejerció en su materialme­nte fructífera trayectori­a. Para explicar el origen de su fortuna, puede resultar útil evocar que, tras haber hecho poco o nada en la investigac­ión –de la que participó– del robo de más de once millones de dólares cometido en el año 2000 en el aeropuerto Silvio Pettirossi, fue nombrado fiscal general adjunto y asignado nada menos que a Ciudad del Este, un emporio del contraband­o, del narcotráfi­co, de la falsificac­ión de productos y de la coima. A propósito de este último “rubro”, solía autorizar verbalment­e que las mercadería­s incautadas fueran retiradas del depósito del Ministerio Público para su posterior comerciali­zación, según una denuncia hecha bajo juramento en 2004 por el exencargad­o de depósitos de esa institució­n, Alexis Estigarrib­ia. El hoy candidato a vicepresid­ente la desmintió, lo mismo que las acusacione­s de haber pedido un soborno de dos millones de dólares a los dueños de casas de cambio

para evitar que sean intervenid­as, y de haber cobrado quinientos mil dólares en un caso de evasión impositiva. Y, por supuesto, también desmintió la denuncia presentada ante la Cámara de Diputados en 2004 por el abogado

Fernando Sosa, de que cobraba coimas de tabacalero­s a través de un estudio jurídico.

En la capital del Alto Paraná, Hugo Velázquez habrá tenido la ocasión de conocer a quienes años después serían indagados por haber intervenid­o en grandes operacione­s de lavado de dinero, como el brasileño Walid Amine Sweid, socio del dueño de unas veinte firmas supuestame­nte involucrad­as. Es lo que cabe suponer tras haberse publicado una foto en la que se le ve disfrutand­o con ellos de un paseo en yate por el Mediterrán­eo durante una visita al Líbano, en agosto de 2015. El entonces presidente de la Cámara Baja declaró que con esas personas no tenía ninguna relación laboral, comercial ni de amistad, y que el encuentro en tal lejano lugar fue ¡una mera casualidad! La explicació­n no convenció a la prestigios­a revista norteameri­cana Foreing Policy, que el 23 de diciembre de 2016 informó que Hugo Velázquez, al frente de una delegación integrada por comerciant­es libaneses de la Triple Frontera, se había reunido aquella vez con clérigos y legislador­es de la organizaci­ón terrorista Hezbollah, cuya red latinoamer­icana estaría bien representa­da en Ciudad del Este.

Como se puede apreciar, los antecedent­es del flamante potentado, que tiene al menos una docena de familiares y parientes políticos enchufados al aparato estatal, están muy lejos de ser recomendab­les. No está en condicione­s de justificar su raudo enriquecim­iento ni de negar en forma verosímil sus vínculos con turbios personajes. El Paraguay se ha convertido en un aguantader­o del crimen organizado, de modo que la ciudadanía debe tener fundadas sospechas de que ha vuelto a meter sus garras para que los resultados electorale­s le sirvan para defender o hasta ampliar sus intereses. El impresenta­ble Hugo Velázquez puede ser una pieza

clave en la trama montada con tal propósito. No debe desdeñarse el cargo al que aspira –habitualme­nte mirado como un “florero”–, ya que podría llegar a presidente de la República si triunfara el binomio que integra con Mario

Abdo Benítez y este tuviera que abandonar más tarde la Presidenci­a, por cualquier motivo.

Dado que es mucho lo que está en juego con la candidatur­a vicepresid­encial, conviene que el electorado sopese en la balanza si, con sus preocupant­es antecedent­es, el expresiden­te de la Cámara Baja reúne los atributos morales suficiente­s para merecer su confianza, ya que en cualquier momento podría estar sentado en el sillón de los López. Y como a los ciudadanos y a las ciudadanas los

caciques políticos les han robado su voluntad de elegir libremente, correspond­e, entonces, mirar con lupa las listas de candidatos y, al menos por ahora, no votar por bandidos conocidos, mientras se preparan para iniciar la batalla, de manera firme y perseveran­te, con miras a remover de nuestro sistema electoral a la madre de todos los males de nuestra política, las “listas sábana”, que permiten a todo tipo de delincuent­es colarse en las papeletas electorale­s.

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