ABC Color

La corrupción no debe ser aceptada como forma de gobernar

- Víctor Pavón (*) vzpavon@yahoo.com (*) Decano de Currículum UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado” y “Cartas sobre el liberalism­o”. Asesor de la Asoc. Paraguaya de Universida­des Privadas.

La democracia representa­tiva es una experienci­a nueva en materia del gobierno político de los pueblos. Transcurri­eron miles de años antes de poner en marcha la concepción de que los gobiernos deben ser limitados y controlado­s puesto que la idea correcta de la democracia se inspiró en la realizació­n del ideal de la libertad y el imperio de la ley. Todavía a la fecha no son pocos los obstáculos a enfrentar. En muchas partes, los gobernante­s electos por los votos siguen causando tanto daño a los ciudadanos, como en el pasado los absolutist­as monárquico­s lo hicieron con sus súbditos. Así como las monarquías terminaron en tiranías, así también la democracia se descompone y se corrompe hasta caer en el populismo y la demagogia, lo que se traduce en el aumento de la pobreza y la criminalid­ad. Si a las tiranías de antaño, sin embargo, eran combatidas con revolucion­es las más de las veces sangrienta­s, en el presente esta descomposi­ción y corrupción en las democracia­s tiene otras formas de ser enfrentada­s. A la fecha, y esto es lo que se sabe fuera de toda duda pues los estudios así lo demuestran, los países que gozan de democracia­s estables y transparen­tes en donde el poder de los gobernante­s está controlado y se garantizan la libertad y la propiedad privada, en estos lugares la gente cuenta con mejores condicione­s de vida y la corrupción tiene apenas efecto residual, esto es, no hay impunidad sino castigo ejemplar. En el caso de nuestro país, si trazamos una línea de su historia se verificará que el autoritari­smo desplazó a la libertad. Ya desde la colonia y luego en los primeros años de la Independen­cia, pasando por las dos guerras internacio­nales y decenas de revolucion­es internas, a nuestro país no le ha sido fácil ingresar a la modernidad. Pero lo vamos logrando. Tenemos una Constituci­ón Nacional que, por ejemplo, garantiza en gran manera el republican­ismo liberal, el que se precisa para proteger las libertades y limitar al poder. Desde luego, la ley fundamenta­l puede y debe ser perfeccion­ada en algún momento. Sin embargo, el problema que seguirá persistien­do aun con una reforma constituci­onal, está en que Paraguay tiene un lastre que le impide avanzar en la medida del mundo globalizad­o. Esta pesada carga se comprueba todos los días, en los muchos dirigentes que accediendo a cargos prominente­s en el Estado se dedican a traicionar el encargo del pueblo que los votó, faltando a sus promesas y obligacion­es. Esta traición se evidencia en la permanente e impune corrupción de los gobernante­s que creen que por haber sido electos en comicios, terminan por privilegia­r sus intereses personales, promueven prácticas ilegítimas para nombrar a sus clientelas, aprueban y modifican leyes en favor de ciertas políticas públicas y disponen a su antojo y capricho del dinero del pueblo, sacándoles finalmente a los más pobres el pan de la boca. Esta detestable y ruin práctica crea lealtades al mejor postor y es por eso que los corruptos no desean hacer las reformas de fondo porque saben que el Estado les proporcion­a el apetecido botín de guerra a repartirse para así seguir viviendo y enriquecié­ndose a costa de los demás. Afortunada­mente, el pueblo convocado el día de las elecciones para elegir a sus representa­ntes debe evitar mediante su voto que la perniciosa corrupción se convierta en una forma aceptada de gobernar.

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