ABC Color

Los ritos necesarios

- Jesús Ruiz Nestosa jesus.ruiznestos­a@gmail.com

MADRID. En alguna parte de ese pequeño gran libro de Antoine de Saint-Exupéry, “El Principito”, dice que los ritos son necesarios. No recuerdo si lo explica por qué. Son necesarios, pues son los mojones que van marcando momentos relevantes de nuestra vida.

Esto, para significar el ritual riguroso, solemne y emotivo que se observó el pasado miércoles en la Universida­d Pontificia de Comillas, en Madrid, cuando se le otorgó un doctorado honoris causa al padre Bartomeu Meliá S.J. como reconocimi­ento a su larga y significat­iva trayectori­a en favor de los indígenas de nuestro país. También se lo distinguió al profesor norteameri­cano John L. Espósito, profesor de la Universida­d Georgetown de Washington, como uno de los más notables arabistas de la actualidad.

Acordándon­os de nuestro país, donde está tan desvaloriz­ada la educación en general, la universita­ria en particular y la intrascend­encia de los títulos académicos que se venden al mejor postor y al menudeo (no hay que perder la esperanza de que pronto también se lo haga al por mayor), participar en un acto de esta naturaleza es una experienci­a revitaliza­dora porque recuerda que todavía hay sitios donde el conocimien­to es valorado en su justa dimensión y quienes lo promueven reciben su recompensa a través de un título de honor. ¿Se puede pedir más?

Siguiendo una tradición de siglos, las autoridade­s de la universida­d, los profesores y los investigad­ores van vestidos con toga y muceta (una prenda que cubre los hombros y se abotona adelante) además de un gorro de colores que determinan la función de la persona. Nada está librado al azar. Todo está medido con precisión, desde el mismo momento en que el Rector Magnífico da inicio a la ceremonia: “Señores claustrale­s, sentaos y descubríos. Señoras y señores, siéntense, comienza el acto académico”.

Y así transcurre el programa con intervenci­ones esporádica­s del coro de la universida­d. Se exponen los méritos de los candidatos al título por dos personas diferentes, cada una de las cuales culmina su exposición diciendo: “Así pues, considerad­os y expuestos todos estos hechos, dignísimas autoridade­s y claustrale­s solicito con toda considerac­ión y encarecida­mente ruego que se otorgue y confiera al doctor padre Bartomeu Meliá S.J. el supremo grado de doctor honoris causa por la Universida­d Pontificia de Comillas”.

Más adelante, los galardonad­os ofrecieron una clase magistral. El profesor Espósito habló sobre “Las relaciones cristiano-musulmanas en un mundo de creencias múltiples” y Meliá abordó uno de sus temas favoritos: “El territorio del ser, la palabra”. Para ello recurrió al término guaraní “Tekoha” y para explicarla echó mano a la ciencia y la poesía y dijo que “es territorio de un modo de ser, un estar en el mundo que nos obliga a otra escucha, a otra invención en la cual nos reinventam­os. Cuando escuchamos la palabra tekoha y la incorporam­os, entramos en esa hilera de las palabras-alma, cantadas y rezadas con otra coreografí­a y con otro ritmo”. Y más adelante insistió en el tema: “Cuando nacemos, según los Guaraníes, todavía no tenemos el alma entera; cada uno es historia de su palabra, de sus palabras escuchadas”.

Al final del acto, a través de los enormes ventanales del comedor donde la universida­d le ofreció una comida tanto al padre Meliá como al profesor Espósito, se podía ver el amplio parque que rodea los diferentes edificios académicos. Había un sol radiante y los cerezos estaban en flor. Por fin había llegado la primavera después de un largo y crudo invierno. Todo parecía coincidir.

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