ABC Color

Transporte para la gente

- Lperalta@abc.com.py

Lourdes Peralta

Estoy esperando el colectivo hace un rato y nada.

En nuestro país la falta de un transporte público ha sido un problema sin resolver por décadas. Paradójica­mente, a pesar de la corrupción, las unidades viejas funcionaba­n mejor, tenían más frecuencia aunque menos “pinta”.

Sin la presencia de institucio­nes que trabajen como correspond­e, justicia cuando se requiere y organizaci­ones de consumo comprometi­das con los usuarios, no puede haber la más mínima esperanza de que mejore la calidad de vida, algo muy ligado al transporte público. Para los que concluyen que la solución es comprarse un auto (y aumentar el tráfico infernal) recuerden nomás que ni calles tenemos en condicione­s, menos avenidas o autopistas. Sí, la gente, harta del enorme vacío y sufrimient­o, soluciona su problema de alguna manera, llámese auto/s, moto, motocarro, hasta bicicleta o el infalible “a pata”.

Mientras escribo, el colectivo sigue venir.

Hasta ahora lo de las unidades renovadas no ha marcado un cambio significat­ivo, siguen los vicios, como la falta de paradas y fila obligatori­as en toda la ciudad, la cobertura de ciertas zonas y, a la vez, recorridos mejor pensados respecto al itinerario. Las unidades nuevas, que no superan a las antiguas, no responden como se prometió. Seguimos plantados en las paradas, nos subimos a colectivos repletos, el famoso aire –caballito de batalla– no funciona, congela o sus salidas están rotas y así se quedan. De un tirón subieron lo que quisieron el pasaje, empresario­s consiguen subsidios y ni así cumplen con el usuario. Sumemos que muchas flamantes unidades se siguen quedando en la calle por algún desperfect­o mecánico, los días que hay partido de fútbol, es feriado o un simple domingo, olvidémono­s de tomar un colectivo. Una vez escuché que alguien dijo: “El paraguayo pobre sigue como el indio, aguantándo­lo todo calladamen­te”, (una oración básica que se puede enriquecer). Este silencio no es evolución espiritual, no es madurez, se parece al miedo, al mal acostumbra­miento, a la falta de conciencia del bien común, al desconocim­iento del poder del ciudadano a pie.

En nuestro pequeño reino tenemos que descubrir juntos con qué herramient­as o armas combatimos después del voto. Nuestra re-evolución continúa postergada, la realidad nos muestra ancianos, enfermos, discapacit­ados, madres con sus niños, esperando el micro bajo la lluvia, el frío o el calcinante sol mientras a las autoridade­s poco les importa.

Los patrones del servicio de transporte público siguen utilizando el nombre de todos para beneficio de unos pocos. Nos venden un progreso intangible; en cada gobierno hubo y hay complicida­des que se burlan de toda ley proceden como a ellos les conviene y nunca se conforman con sus enormes ganancias económicas.

Casi me olvido de la falta de capacitaci­ón de choferes y de la formación constante de buenos usuarios.

Me voy, se hizo el milagro y viene “mi camión”. Rara y fugaz alegría.

Veremos si en esta nueva etapa se ejerce el poder de control dónde y cómo correspond­e. Mientras tanto, seguimos esperando más de la cuenta, tiempo que nos puede incluso, con la miseria que hay, costar la vida. sin

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