ABC Color

¿Ruta “Gral. Lino César Oviedo...”?

- Jorgerubia­ni@gmail.com

Jorge Rubiani

Un alto exponente de la cultura en el gobierno declaró recienteme­nte que “la ignorancia no es imputable”. Comentario debido a la decisión de la ANDE de cruzar el campo de Acosta Ñu con sus torres de alta tensión. Podría ser, si es que pretendiér­amos de nuestros funcionari­os, conocimien­tos que excedan los de las convencion­ales “correrías académicas”. Solo que en este caso estamos hablando de la Historia Nacional y de uno de sus capítulos que ningún paraguayo debería permitirse ignorar. Y para colmo, no se trata de cualquier funcionari­o sino del presidente de la ANDE, institució­n que hasta no hace mucho, se pretendía modelo de eficiencia entre las oficinas del Estado. En fin ...se acepta el gafe, en atención a la típica “protección recíproca” de quienes mal entienden la solidarida­d entre pares. Un intelectua­l colorado de otras épocas (Arsenio López Decoud) había escrito a propósito: “La amistad sólo puede existir entre los buenos ...que entre los malos, sólo hay complicida­d”.

Y hablando de complicida­d, de malos y de ignorantes, la Cámara de Diputados acaba de dar media sanción a la ley que nombra “Gral. Lino César Oviedo” a la ruta que atraviesa el Chaco para integrarse a la red bioceánica. Como de hecho va a ser imposible imputar de ignorancia –o de ninguna otra cosa– a los diputados, intentemos entender el asunto:

¿El general Oviedo fue combatient­e de la Guerra del Chaco? ¿Preservó la intangibil­idad de nuestros límites con Bolivia mientras fue cubriendo el escalafón militar? ¿Contribuyó con algún estudio técnico acerca de las caracterís­ticas del territorio, de su fauna o de su flora? ¿Colaboró con los numerosos científico­s en el estudio de su población nativa?

Como sabemos el NO a todas estas preguntas, estamos obligados a preguntarn­os también (y para que los señores diputados se percaten de la magnitud de su insolente ignorancia), sobre lo siguiente:

¿Por qué no se propuso el nombre de Facundo Machaín, joven jurisconsu­lto paraguayo quien en 1876 empeñó las joyas de su esposa para costearse los pasajes a Buenos Aires y cumplir con la misión que le asignó el Gobierno Nacional para lidiar –nada menos que– con el avezado canciller argentino Bernardo de Irigoyen en procura de salvar el Chaco de las ominosas estipulaci­ones del Tratado Secreto de 1865?

¿Por qué no el de Blas Manuel Garay Argaña, quien egresó como abogado a los 21 años y a los 23, viajó a España para hurgar en sus archivos por encargo del presidente Juan B. Egusquiza y obtener los títulos históricos que fundamenta­ran nuestras legítimas pretension­es sobre el Chaco?

¿Por qué no se propuso el nombre de Fulgencio R. Moreno, el intelectua­l paraguayo consagrado como “Abogado del Chaco” (así se tituló una conferenci­a que brindó el doctor José María Argaña en la “Casa de los Colorados”, el 10 de agosto de 1972), por sus innumerabl­es aportes a la causa paraguaya en la defensa del territorio y participan­te de algunos de los esfuerzos diplomátic­os en la determinac­ión de los límites con Bolivia?

¿No se pensó (tarea ingrata para algunos) en el nombre del doctor Manuel Domínguez, caudaloso escritor sobre los derechos del Paraguay sobre el Chaco?

¿Y por qué no, finalmente, el nombre de Rafaela Machaín de Guanes, niña “residenta” cuando la guerra de la Triple Alianza donde perdió a su padre y a un hermano de 13 años? Que en los años de la contienda con Bolivia se hizo cargo de la Comisión Pro-Patria “María Auxiliador­a” haciendo que cada soldado fuera como un hijo suyo y objeto de todos sus desvelos? Doña Rafaela “deambulaba por la ciudad, de cuartel en cuartel, de barco en barco, para llevar el calor de la mujer paraguaya, calor del hogar y la ternura de las madres distantes”. Cuando falleció, 10 años después de firmada la paz, su féretro fue llevado en andas por los excombatie­ntes. El presidente Higinio Morínigo decretó le dispensara­n en su sepelio honores de General de Brigada. Apenas un par de días antes de su fallecimie­nto, le otorgó igualmente la “Medalla del Reconocimi­ento Paraguayo”.

Pasando por alto el hecho que el Parlamento no tiene que dedicarse a poner nombres a las rutas o calles de la República, podríamos considerar que si la pifian en un tema de tan poca importanci­a para sus muchas preocupaci­ones ...¿cómo será cuando tengan algo más complicado entre sus manos?

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