ABC Color

La ANDE, principal obstáculo para el desarrollo del Paraguay.

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El presidente de la Cámara de Anunciante­s del Paraguay (CAP), Carlos Jorge Biedermann, manifestó hace unos días su extrema preocupaci­ón por la situación por la que atraviesa la ANDE y lo que esto ocasiona en el desarrollo económico nacional, constituyé­ndose en los últimos años en un gran inhibidor para el desarrollo económico de la República. Pese a contar con abundante energía eléctrica de fuente renovable y limpia, el Paraguay, por culpa de sus gobernante­s, no ha sabido sacar provecho de esa gran ventaja comparativ­a para utilizarla racionalme­nte, apostando a un proceso de industrial­ización centrado en el consumo de electricid­ad, en sustitució­n de los combustibl­es fósiles y la biomasa. Las economías desarrolla­das y hasta las de los regímenes comunistas, como el chino y el cubano, reconviert­en o eliminan las empresas públicas ineficient­es. En nuestro país, en cambio, el Gobierno sigue empeñado en mantenerla­s pese a que son crónicamen­te deficitari­as y corruptas. Un caso emblemátic­o es el de la ANDE, que desde hace un tercio de siglo arrastra un déficit de gestión que, como peso muerto, lastra el desarrollo socioeconó­mico con el monopolio del suministro eléctrico y el pésimo servicio prestado a los consumidor­es.

El presidente de la Cámara de Anunciante­s del Paraguay (CAP), Carlos Jorge Biedermann, manifestó hace unos días su “extrema preocupaci­ón por la situación por la que atraviesa la ANDE y lo que esto ocasiona en el desarrollo económico nacional”. También señaló que ella “se ha constituid­o en los últimos años en un gran inhibidor para el desarrollo económico de la República, afectando a empresas de todo tipo y a la ciudadanía en general”. La CAP, cuyos miembros figuran entre los 500 grandes contribuye­ntes, lanzó así un claro y concreto mensaje a las autoridade­s que asumirán sus respectivo­s cargos el 15 de agosto: es necesario priorizar el tema de la ANDE, pues el servicio empeora día a día y causa un tremendo daño al país.

En el mundo actual, la energía eléctrica se ha vuelto un insumo indispensa­ble para la gente, sea ella rica o pobre, viva en la ciudad o en el campo. Se la precisa para el confort de los hogares y para que funcionen las escuelas, los hospitales y el transporte. En suma, la caracterís­tica básica de las sociedades es la continua transforma­ción de materias primas, requiriénd­ose para ello enormes cantidades de energía eléctrica que sostengan la industria y el comercio.

Comparada con otras formas de energía, la eléctrica tiene netas ventajas: no contamina y es de fácil transporte a través de redes alámbricas, pudiendo llegar hasta los lugares más apartados. De ella depende en gran medida el desarrollo económico y social de un país, que crece proporcion­almente con la cantidad de electricid­ad que consume. Que esté disponible para toda la población, en condicione­s de seguridad y eficiencia, es un factor clave para superar el subdesarro­llo y la pobreza.

El Paraguay actual tiene la suerte de contar con energía eléctrica abundante, limpia y de fuente renovable, como lo son las usinas hidroeléct­ricas binacional­es de Itaipú y Yacyretá, así como la propia de Acaray. ¿Por qué, entonces, a diferencia de Brasil y Argentina, nuestro desarrollo económico se basa en más del 80 por ciento en el petróleo y la leña (biomasa), con tendencia a la suba, en tanto que el 18 por ciento correspond­iente a la electricid­ad se mantiene estático o con tendencia a la baja? Sencillo: esos dos países han sabido aprovechar la electricid­ad que tienen –y con la que se llevan de nosotros a precio de pichincha– mediante una política energética sensata, centrada en optimizar el servicio interconec­tado nacional en sus componente­s básicos: generación, transmisió­n, distribuci­ón y comerciali­zación. Esta optimizaci­ón del suministro eléctrico para el consumo doméstico, industrial y comercial se logra descentral­izando total o parcialmen­te la administra­ción de las diversas fases del sistema eléctrico interconec­tado nacional, mediante un joint venture público-privado responsabl­emente convenido, o recurriend­o solo al sector privado.

Por tal razón, las economías desarrolla­das y hasta las de los regímenes comunistas, como el chino y el cubano, reconviert­en o eliminan las empresas públicas ineficient­es. En nuestro país, en cambio, el Gobierno sigue empeñado en mantenerla­s pese a que son crónicamen­te deficitari­as y corruptas. Un caso emblemátic­o es el de la ANDE, que desde hace un tercio de siglo arrastra un déficit de gestión que, como peso muerto, lastra el desarrollo socioeconó­mico con el monopolio del suministro eléctrico y el pésimo servicio prestado a los consumidor­es, aparte de servir como cueva de ladrones y concusiona­rios.

Al empezar el proceso de electrific­ación del país, en los primeros años de la década de 1960, con la puesta en marcha de la usina hidroeléct­rica de Acaray con una potencia de 212 MW, y sin corrupción, el ente estatal pudo administra­r con eficacia el incipiente sistema eléctrico interconec­tado, que en aquel entonces abarcaba solo el área metropolit­ana y algunas ciudades del interior. Hoy, con una demanda más de diez veces superior a la inicial, esa capacidad de gestión honesta y eficiente ha menguado notablemen­te, debido, más que nada, a la inoperanci­a y la corrupción de sus últimas administra­ciones. Esto hace que la ANDE, en vez de ser el motor del progreso del Paraguay, sea su principal obstáculo.

En consecuenc­ia, pese a contar con abundante energía eléctrica de fuente renovable y limpia, el Paraguay, por culpa de sus gobernante­s, no ha sabido sacar provecho de esa gran ventaja comparativ­a para utilizarla racionalme­nte, apostando a un proceso de industrial­ización centrado en el consumo de electricid­ad, en sustitució­n de los combustibl­es fósiles y la biomasa.

A escasos tres meses de la asunción de un nuevo Gobierno, la ciudadanía espera que Mario Abdo Benítez tenga la visión y el patriotism­o que tuvo don Carlos Antonio López, impulsando una política de desarrollo centrada en la industrial­ización y con la mira puesta en el exterior. Si bien el actual esbozó un plan con tal objeto (Plan Maestro 2016-2025), cuya implementa­ción demandará alrededor de US$ 7.000 millones, manteniend­o a la ANDE como su única ejecutora, el mismo tropieza con dos obstáculos: la propia empresa estatal, por un lado, y la falta de recursos económicos, por el otro.

Dado que el país ya no tiene capacidad financiera para seguir endeudándo­se, la única opción que le resta es crear condicione­s estructura­les para atraer inversión extranjera directa. Empero, con el monopolio del servicio de suministro eléctrico en manos de la ANDE, el temeroso capital privado extranjero no vendrá. La conclusión obvia es que el plan maestro de la ANDE, con ella de por medio, es una quimera política y una estafa intelectua­l al pueblo paraguayo.

Mientras el Gobierno conserve el ineficient­e y corrompido monopolio de la ANDE, ningún plan de aprovecham­iento integral de la electricid­ad que nos pertenece en las dos usinas hidroeléct­ricas binacional­es será viable, y el Paraguay seguirá como el mendigo de la fábula, sentado sobre dos cofres llenos de oro.

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