ABC Color

Correrán coimas a granel.

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Hace algún tiempo, el MOPC lanzó una licitación internacio­nal para la construcci­ón de un nuevo complejo penitencia­rio en el municipio de Emboscada. Varias empresas paraguayas interesada­s en la construcci­ón de la obra reclamaron ante la Dirección Nacional de Contrataci­ones Públicas por ciertas cláusulas del pliego de bases y condicione­s que arbitraria­mente las colocan en desventaja competitiv­a con relación a las extranjera­s, inclinando en forma injusta el juego a favor de estas, reclamo al que se sumó la CAPACO. Lo que la ciudadanía y los constructo­res paraguayos temen es que la innecesari­a internacio­nalización de la mencionada licitación obedezca a alguna carta non sancta que altos funcionari­os del MOPC podrían tener guardada en la manga. La desconfian­za del público con relación a la sistémica corrupción prevalecie­nte en dicho ministerio bajo la gestión del ministro Jiménez Gaona se acentúa en la medida en que se acerca el fin del período presidenci­al de Horacio Cartes, pues es sabido que los concusiona­rios empotrados en los niveles de decisión de la administra­ción pública optan por la metáfora de las ratas por tirante, tratando de engullirse apresurada­mente todo lo que esté a su alcance porque está llegando el momento de saltar del barco que se hunde.

Hace algún tiempo, el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaci­ones (MOPC) lanzó una licitación internacio­nal para la construcci­ón de un nuevo complejo

penitencia­rio en el municipio de Emboscada. Varias empresas paraguayas interesada­s en construir la obra

reclamaron ante la Dirección Nacional de Contrataci­ones Públicas (DNCP) por ciertas cláusulas del pliego de bases y condicione­s que arbitraria­mente las colocan en desventaja competitiv­a con relación a las extranjera­s, inclinando en forma injusta el juego a favor de estas, cuando, en realidad, se debería favorecer a las empresas nacionales, de acuerdo al principio universal de preferenci­a que otorgan los gobiernos para las empresas nacionales en paridad de situacione­s con oferentes extranjero­s. A ese reclamo se ha sumado la Cámara Paraguaya de la Construcci­ón (CAPACO) criticando la decisión del MOPC de optar por la modalidad competitiv­a de licitación internacio­nal para un tamaño y una calidad de obra enterament­e al alcance del currículo empresaria­l de las firmas paraguayas de construcci­ón civil.

Para peor, la obra, cuyo costo estimado es de unos US$ 80 millones, será financiada enterament­e con recursos

genuinos del Estado paraguayo (bonos soberanos), por lo que no existen las imposicion­es leoninas habituales de los organismos financiero­s multinacio­nales, que exigen una licitación pública internacio­nal, como en el caso de la mayoría de las obras viales ejecutadas en el país. Al inicio de su gestión al frente del MOPC, el ministro Ramón Jiménez Gaona ya se mostró resueltame­nte a favor de la modalidad de licitación pública internacio­nal, para supuestame­nte “abaratar” costos con relación a las cotizacion­es ofertadas por las empresas constructo­ras paraguayas. Con ese argumento justificó la contrataci­ón de la empresa coreana Il Sung para la construcci­ón del tramo de la Ruta 8 “Blas Garay”, de Caazapá-Yuty y ramales, la que con el enorme atraso que lleva en su haber, confirma aquello de que el remedio es peor que la enfermedad.

El escándalo del conglomera­do empresaria­l Odebrecht –descubiert­o mediante la investigac­ión del caso “Lava Jato” en Brasil– involucrad­o en el delito de pago de coimas a altos funcionari­os de 12 países en Latinoamér­ica y África, donde la empresa obtuvo jugosos contratos de construcci­ón, da para pensar que, como en el caso del “superviadu­cto”, el ministro Jiménez Gaona preferiría la contrataci­ón de empresas extranjera­s, antes que nacionales, porque ellas tienen mecanismos ilegales refinados para mimetizar las coimas. En efecto, las entregan a testaferro­s en el exterior, encargándo­se estos de sifonarlas a sus destinatar­ios en el país donde se ejecutó la obra sobrefactu­rada, como el mencionado “superviadu­cto”, por el que la empresa constructo­ra pagó coimas a altos funcionari­os del MOPC, a través de un intermedia­rio residente en España, tal como se denunció ante estrados judiciales de ese país y los informó la prensa local, en su oportunida­d.

Precisamen­te, lo que la ciudadanía y los constructo­res paraguayos temen es que la innecesari­a internacio­nalización de la licitación de marras obedezca, justamente, a alguna carta non sancta que altos funcionari­os del MOPC podrían tener guardada en la manga. Y la misma no puede ser otra que la patentada coima, encubierta dentro del camuflaje del 20 por ciento de sobrecosto máximo admitido para las obras públicas según la ley pertinente. Para muestra basta un botón: todas las obras licitadas por el MOPC –viales o no– bajo la administra­ción del actual ministro han tenido ese tope de sobrecosto, mimetizado en diferentes excusas: deficienci­a de proyecto, cambio de paquete estructura­l, obras adicionale­s no previstas, etc., etc.

La sospecha que, ineludible­mente, genera esta rara actitud es que los coimeros no quieren dejar rastros de

plata sucia en el país. Con lo sucedido en Brasil con el escándalo de la gigante estatal Petrobras, en el que los peces gordos cayeron por delación de sus subalterno­s en el chanchullo –quienes optaron por colaborar con la Justicia a cambio de mitigar sus condenas– tienen que cuidarse muy bien de que las coimas sean entregadas en el extranjero, ocultas en cuentas codificada­s en paraísos fiscales.

El día en que en el Paraguay la Justicia enderece su vara, muchos funcionari­os públicos y testaferro­s abrirán el pico para delatar a sus jefes, patrones o socios corruptos a cambio de minimizar sus años de condena en la cárcel. Si el propio todopodero­so empresario brasileño Odebrecht optó por “cantar” a condición de reducir sus años de cárcel, de darse aquí justicia como en el Brasil, ¿por qué algunos de los poderosos vialeros paraguayos no harían lo mismo a cambio de no pudrirse en la cárcel?

La desconfian­za del público con relación a la sistémica

corrupción prevalecie­nte en el MOPC bajo la gestión del ministro Jiménez Gaona se acentúa en la medida en que se acerca el fin del período presidenci­al de Horacio Cartes, pues es sabido que los concusiona­rios empotrados en los niveles de decisión de la administra­ción pública optan por la metáfora de las ratas por tirante, tratando de engullirse apresurada­mente todo lo que esté a su alcance porque está llegando el momento de saltar del barco que se hunde. Tal sería el increíble caso de la ruta Concepción-Vallemí,

inaugurada hace apenas días, pero que, según el ministro, ya requiere un urgente recapado por más de 20 millones de dólares para que pueda permitir el tránsito de camiones pesados. El de la apresurada licitación internacio­nal para construir la cárcel en Emboscada responde a la misma urgencia.

Y lo harán sin ningún empacho, confiados en que el Gobierno entrante no moverá un dedo para investigar sus fechorías. Es que, por los personajes de los que está empezando a rodearse el presidente electo, es muy difícil, por no decir imposible, que la brisa de la primavera anticorrup­ción que sopla en Brasil nos alcance, aunque sea de rebote, bajo el Gobierno de “Marito”.

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