ABC Color

Penoso e injustific­able desprecio al ferrocarri­l

- Jorge Benítez Cabral jobenítez@abc.com.py

¿Cuáles fueron las perspectiv­as desde las que analizaron los legislador­es el proyecto de ley que terminaron de aprobar esta semana para ir acabando cada vez más con el patrimonio del ya inerte ferrocarri­l de los López?

Probableme­nte ninguna, porque si la tuvieran no hubieran obrado como lo hicieron. Es de sospechar que el proyecto, ahora ya convertido en ley sancionada y a disposició­n del Poder Ejecutivo para su promulgaci­ón, forma parte de esas normativas que se aprueban a las apuradas ante la inminente finalizaci­ón del periodo legislativ­o, sin medir, ni medianamen­te, que los perjuicios serán mayores que las ventajas que se puedan proclamar.

¿Dónde comenzó esto y por qué? La actual directiva de Ferrocarri­les del Paraguay SA (Fepasa), que se pasó cinco años jugando a ser proyectist­a de un tren de cercanías fantástico, convenció a algunos de que el retorno de los trenes estaba a la vuelta de la esquina, lo que levantó la preocupaci­ón de la gente que bien o mal, legal o ilegalment­e, ocupan parte de lo que antiguas leyes dicen que correspond­en a la franja de dominio ferroviari­o: 40 metros de ancho y una longitud de 376 kilómetros, de Asunción a Encarnació­n. Hay que agregar el ramal San Salvador-Abaí, de 62 kilómetros.

Era cuestión de llegar a acuerdos entre Fepasa y los ocupantes, o de aplicar directamen­te los derechos del ferrocarri­l, para lo cual, si había oposición de algunas de las partes involucrad­as, había que litigar judicialme­nte. He aquí un primer problema que era irresolubl­e para Fepasa, porque para litigar hay que tener abogados, y para tener abogados hay que tener dinero para los honorarios, y la empresa estatal no lo tiene. Además, como la idea apuntaba a concretar el jueguito del tren de cercanías en el periodo gubernativ­o actual, aunque pudiera afrontar las batallas jurídicas necesarias, las mismas generalmen­te consumen mucho tiempo, por lo tanto el recurso judicial no era viable.

La solución que se les ocurrió fue de lo más pobre, a juzgar por la ley sancionada. Reducir la franja de dominio a 20 metros de ancho, y si pese a ello algunos “ocupantes” siguen con los pies muy próximos a los rieles, recurrir a la expropiaci­ón.

Esto es como enmendar un error con otro error más grande. El ferrocarri­l ya está perjudicad­o por las ocupacione­s, y para salvar esa amputación se decide amputar de una vez a todo lo largo y ancho de la franja de dominio. Para que no se note quizá el mal y haya uniformida­d.

¿Se puede legislar con estas perspectiv­as? ¿El bien mayor a legislar es el ferrocarri­l o las ocupacione­s? Al parecer son éstas, porque la normativa aprobada en el Congreso le lleva a Fepasa a renuncian a lo ocupado, y para peor, a desprender­se incluso de lo no ocupado. Esto es inexplicab­le, penoso. ¿Qué es lo que estamos haciendo?

El otrora Ferrocarri­l Central Pdte. Carlos A. López no ha parado de sufrir graves estocadas desde casi 20 años. Los servicios regulares de los trenes de pasajeros y de cargas entre Asunción y Encarnació­n cesaron oficialmen­te en 1999 y por esa época también fue convertida en una sociedad anónima con la pretensión de privatizar­la, o por lo menos para tentar una participac­ión del capital privado para su recuperaci­ón y modernizac­ión.

Posteriorm­ente, como se había quedado sin la posibilida­d de recibir fondos del Estado al ser una S.A. y el capital privado no apareció, malvendió como meras chatarras los restos de locomotora­s a vapor, vagones y otros, y hasta levantó los rieles desde Sapucái hasta Encarnació­n con el mismo fin, para despedir e indemnizar a sus operarios.

La falta de dinero también impidió hacer la transferen­cia de los títulos de los bienes ferroviari­os a nombre de Fepasa, por lo que siguen a nombre del Estado. Con la ley sancionada, la actual directiva de Fepasa cree que eso puede subsanar, pues la transferen­cia se haría por ley.

Otro punto sospechoso es que por esta pretendida ley, Fepasa abre la posibilida­d de renunciar a sus derechos a favor del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaci­ones (MOPC).

Definitiva­mente, lo aprobado no es una ley a favor del ferrocarri­l, es una ley en contra.

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