El Paraguay de hoy, da miedo
Rolando Niella
No todo han sido malas noticias… Al menos la Dra. Pucheta ya no está en la Corte Suprema y eso es positivo para la justicia; aunque más no sea hasta tanto consigan encontrar, para sustituirla, a alguien peor. Me pregunto si el señor Presidente no tendrá unas cuantas vicepresidencias más para otros magistrados… Ya sé que, según las leyes, solo existe una vicepresidencia, pero eso últimamente no parece tener mucha importancia ni para el Ejecutivo ni para el Legislativo.
Nadie en su sano juicio duda que, en nuestro país, es necesaria y urgente una reforma radical de todo el sistema judicial, incluyendo a la fiscalía y los mecanismos de control de corrupción y persecución de delitos. En las duras competencias por saber cuáles de nuestras instituciones funcionan peor y están más desprestigiadas, el Poder Judicial lleva una amplia ventaja a todas las demás.
Sin embargo, cuando vemos las acciones de los partidos y movimientos políticos y las actuaciones de los legisladores que los representan en el Congreso, da miedo pensar la clase de reforma que tienen en mente cuando prometen (todos) en sus campañas electorales que van a reformar el Poder Judicial.
Es difícil creer que promoverán una mayor independencia del Poder Judicial, más rigor en la aplicación de la ley, mayor control de la capacidad y la honestidad de los magistrados. Más bien uno imagina que desearían, si ello fuere posible, más sumisión, menos rigor y más miedo, para evitar que en el futuro se les venga encima el fenómeno que se está generalizando en toda la región: presidentes, ministros, legisladores y, desde luego, también sus cómplices del sector privado, sometidos a juicio y muchos de ellos condenados.
Me dirán que eso no puede ocurrir en el Paraguay. Pero lo mismo habrían dicho hace poco brasileños, argentinos, peruanos, panameños, guatemaltecos, salvadoreños, hondureños, etc., etc. En todos esos países la justicia parecía sometida y atada de manos frente al poder político y un buen día (verdaderamente muy bueno) dejó de agachar la cabeza, engrasó la balanza de la equidad, enarboló la espada de la ley y recuperó ceguera de la imparcialidad.
Cuesta trabajo a un ciudadano común imaginar una reforma que empeore el funcionamiento actual de la justicia paraguaya. Pero ya en dos ocasiones, primero la amenaza de “pulverizar la justicia” y, más recientemente, la pantomima de juicios políticos por prevaricato, resultó no ser otra cosa que un operativo de amedrentamiento para mantener a la justicia domesticada y a los magistrados sometidos al palo y la zanahoria, administrados desde el poder político.
De un tiempo a esta parte el deterioro del Estado de Derecho, la desactivación de las instituciones republicanas, la falta de respeto a la ley y la inoperancia de los mecanismos de control de la corrupción y de los abusos de poder, dan miedo. El Paraguay de hoy tiene un rumbo equivocado y un destino incierto que dan miedo. Da miedo nuestra justicia y miedo dan también las promesas de reformar el Poder Judicial, por ser quienes son y hacer lo que hacen los que prometen que van a reformarlo.