ABC Color

Ese mameluco naranja

- Marcos Cáceres Amarilla mcaceres@abc.com.py

El evento farsesco en el que la exministra de la Corte Alicia Pucheta fue elegida vicepresid­enta de la República fue solo el cumplimien­to de un pacto político entre colorados, como admitió sin vueltas el presidente electo Abdo Benítez, al que se prestaron algunos legislador­es que fungen de opositores, a quienes ya no les queda algún ápice de dignidad que teman perder.

Es mentira que Horacio Cartes tuviera algún derecho o atribución para decidir quién quería que lo suceda en el cargo para intentar después jurar como senador.

El Mandatario ni siquiera tiene autoridad política para pretender elegir a su sucesora. La perdió en la elección interna de la ANR de diciembre, cuando recibió el rechazo de sus correligio­narios.

El artículo 234 de la Constituci­ón establece que si la vacancia de la vicepresid­encia de la República se produce durante los 3 primeros años del periodo se debe convocar a elecciones para cubrirla. Si la vacancia se da en los últimos 2 años el Congreso, por mayoría absoluta, designará a quien ocupará el cargo hasta el término del periodo.

Como debe ser, la Constituci­ón le da al pueblo la potestad de decidir quién quiere que ocupe el cargo. El pueblo la ejerce por si mismo, como lo hizo en el año 2000, cuando eligió a Yoyito Franco, del PLRA para ocupar el cargo que había dejado vacante el fallecido Luis María Argaña. O la ejerce a través de sus representa­ntes en el Congreso, cuyo criterio debe ser independie­nte y apuntar a designar a alguien con honorabili­dad y merecimien­tos y no a una digitada por el capricho de un presidente saliente desprestig­iado.

Pucheta perdió autoridad moral para ocupar el cargo al firmar un fallo avalando la inconstitu­cional candidatur­a de Cartes cuando ya el presidente había hecho público que era su candidata para la vicepresid­encia. Por una cuestión de respeto a su investidur­a (suponiendo que sepa de qué se trata eso), debió apartarse de entender en ese tema.

Pucheta tiene como antecedent­e cuando era jueza, en la década del 80, haber firmado la prohibició­n para que el entonces dirigente Juan Carlos Galaverna ingrese al país por ser un peligroso “comunista comunizant­e” (ja, ja). Como se prestó al régimen de Stroessner ahora lo hizo sin problemas con el cartismo.

Queda ahora que el Senado acepte la renuncia del presidente para que pueda jurar como senador. Pareciera no haber obstáculos para Cartes. Quienes se prestaron a lo de Pucheta se prestarán a lo de él también. Según se infiere de su intento de agradar al gobierno de los EE.UU. con la insólita decisión de trasladar a Jerusalén la embajada paraguaya en Israel, solo le debe preocupar la posibilida­d de vestir ese mameluco naranja que solemos ver en las películas de Hollywood.

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