ABC Color

El impacto de las mentiras migratoria­s de Trump

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La decisión del presidente Trump de deportar a más de 300.000 inmigrante­s centroamer­icanos y caribeños creará estragos en algunos de los países más problemáti­cos de América Latina, como El Salvador, Honduras y Haití.

Es una política miope que, junto con la vergonzosa campaña de Trump para deportar a unos 700.000 “soñadores” o jóvenes traídos al país de niños por padres indocument­ados, casi segurament­e será contraprod­ucente. La desastabil­ización de Centroamér­ica y Haití solo producirá más inmigració­n ilegal, mas tráfico de drogas y mayor violencia en la región.

Hasta los propios funcionari­os del Departamen­to de Estado de Trump desaconsej­aron en cables diplomátic­os confidenci­ales el plan de Trump de deportar a más de 57.000 hondureños, 195.000 salvadoreñ­os y 46.000 haitianos que disfrutaba­n del Estatus de Protección Temporal (TPS), según reveló esta semana The Washington Post.

La mayoría de los beneficiar­ios del TPS han estado viviendo en este país y pagando impuestos durante dos décadas, y tienen más de 270.000 niños nacidos en los Estados Unidos. Ahora serán separados de sus hijos y obligados a regresar a sus países de origen en los próximos 18 meses.

El senador Bob Menendez (D-NJ), cuya oficina reveló la existencia de los cables del Departamen­to de Estado, me dijo vía e-mail que las deportacio­nes anunciadas por Trump “van en contra de nuestra seguridad nacional”. Aumentarán los problemas de seguridad y económicos de estos países, agregó.

Manuel Orozco, un experto en migración del Diálogo Interameri­cano, un centro de estudios basado en Washington D.C., me dijo desde El Salvador que estas deportacio­nes tendrán “un impacto devastador”.

Estos países ni siquiera pueden absorber el número de jóvenes que ingresan al mercado laboral actualment­e, dijo Orozco. Según sus estimacion­es, El Salvador y Honduras juntos crean empleos para solo alrededor del diez por ciento de los 120.000 jóvenes que se incorporan a la fuerza de trabajo de ambos países cada año.

“Imagínate lo que pasará cuando vengan decenas de miles de deportados. Será una bomba atómica”, me dijo Orozco.

Además, El Salvador, Honduras y Haití dependen en gran medida de las remesas familiares de sus migrantes en los Estados Unidos. Si regresan grandes cantidades de migrantes, se reducirían significat­ivamente los niveles actuales de remesas familiares.

¿Por qué Trump está haciendo todo esto? ¿Por qué está deportando a cientos de miles de inmigrante­s en un momento en que la economía de Estados Unidos está funcionand­o bien, el desempleo está en un mínimo histórico y la inmigració­n ilegal está en un mínimo histórico?

La respuesta es simple: es populismo barato. Así como Trump habla constantem­ente de construir un muro en la frontera, las deportacio­nes masivas buscan complacer a su base de seguidores xenófobos, si no racistas.

Trump está engañando al mundo al afirmar, contrariam­ente a las estadístic­as oficiales del gobierno de Estados Unidos, que hay una avalancha de inmigrante­s. Esa es una aseveració­n totalmente engañosa.

Si bien en los últimos meses ha habido un aumento en la migración ilegal, el flujo de inmigrante­s indocument­ados está cerca de su mínimo histórico.

Las aprehensio­nes de inmigrante­s indocument­ados el año pasado sumaron 310.000, en comparació­n con 416.000 en 2016, 876.000 en 2007 y 1,7 millones en 2000, según cifras de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos. ¿Donde esta la “invasión”?

Deportar a cientos de miles de inmigrante­s a Centroamér­ica y Haití, y separarlos de sus hijos, no solo es cruel, sino que empeorará las cosas.

En lugar de desestabil­izar a los vecinos de Estados Unidos con afirmacion­es falsas de una supuesta “invasión” de inmigrante­s ilegales, Trump debería ampliar los acuerdos de libre comercio e inversión con Centroamér­ica y Haití, para promover el desarrollo económico en la región. Eso ayudaría a las economías de estos países a crecer, reducir la pobreza y la violencia, y disminuir la presión para emigrar de su gente.

Pero a Trump no le preocupa el impacto a largo plazo de sus políticas, incluso cuando sus propios expertos del Departamen­to de Estado le dicen que dañarán la seguridad nacional de Estados Unidos.

Como buen populista, Trump solo piensa en el corto plazo, y en el aplauso de sus seguidores que detestan a los inmigrante­s latinoamer­icanos. Es un error que hará aumentar la migración de indocument­ados y el tráfico de drogas en los próximos años.

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