La corrupción perjudica al país y mata a la gente.
Recientemente, un accidente de tránsito ocasionado por un bache en la ruta Concepción-Pozo Colorado le costó la vida a dos personas. El pésimo estado de conservación de la mayoría de las rutas nacionales y los perjuicios en vidas humanas y en bienes resultantes se han convertido en lugares comunes durante todos los gobiernos, y la gestión del titular del MOPC, Ramón Jiménez Gaona, no ha sido la excepción. Contradictoriamente, a pocos meses de terminar el mandato del Gobierno al que se debe, el ministro se sigue ufanando de los supuestos logros de la cartera en cuanto a inversión en obras de infraestructura vial que apunta a unos US$ 3.000 millones en cinco años, monto equivalente a lo ejecutado en los últimos 25 años, según afirma. Con esto, el ministro muestra solo la cara reluciente de la moneda que avala su gestión, mientras se cuida de esconder la cara oscura de la misma: los miles de kilómetros de rutas nacionales en desastroso estado de abandono, empezando por la estratégica “Transchaco” y su ramal a Concepción. A más de los pingües sobrecostos que se presentan en casi todas las obras, el ministro Jiménez Gaona ha copiado de los jerarcas de la dictadura stronista un toque de demagogia populista: iniciar obras nuevas impresiona; los remiendos de las que se caen a pedazos, no.
En días recientes la prensa ha dado destaque a un lamentable accidente automovilístico ocurrido en la ruta que une la ciudad de Concepción con la ruta Transchaco en Pozo Colorado, en el que perdieron la vida dos hermanas (Lurma y Vicenta Areco Torales) cuando el vehículo en que viajaban volcó aparatosamente después de caer en un profundo bache lleno de agua. El pésimo estado de conservación de la mayoría de las rutas nacionales y los perjuicios en vidas humanas y en bienes resultantes se han convertido en lugares comunes durante todos los gobiernos, y la gestión del ministro de Obras Públicas y Comunicaciones, Ramón Jiménez Gaona, no ha sido la excepción. Contradictoriamente, a pocos meses de terminar el mandato del Gobierno al que se debe, el ministro continúa ufanándose de los supuestos logros de la cartera de Estado a su cargo en cuanto a inversión en obras de infraestructura vial que apunta a unos US$ 3.000 millones en cinco años; vale decir, un monto equivalente a lo ejecutado en los últimos 25 años, según afirma. Con esto, el ministro muestra solo la cara reluciente de la moneda que avala su gestión, mientras se cuida de esconder la cara oscura de la misma: los miles de kilómetros de rutas nacionales en desastroso estado de abandono, empezando con la económicamente estratégica Ruta 9 “Transchaco” y su ramal a Concepción, más arriba señalada; así como la mayoría de las rutas nacionales pavimentadas, y ni hablar de las que carecen de pavimento. Lo que sucede es que la política populista del Gobierno del presidente Horacio Cartes ha consistido en el riesgoso mecanismo de hacer masiva inversión pública en infraestructura vial y apuntalamiento financiero de empresas públicas ineficientes como la ANDE y la INC, a costa de duplicar la deuda externa del país con la colocación de bonos del Tesoro, tanto a nivel local como internacional. Pesada carga financiera que recaerá sobre los hombros de futuras generaciones de paraguayos y paraguayas, ya que hoy el Gobierno está pagando el servicio de dicha deuda mediante el “bicicleteo” de los préstamos que va obteniendo y que al término de la actual gestión representa ya la mitad del monto que anualmente se pide prestado. Con su política de contraer más deudas por la incapacidad de pago del país para honrar el servicio de préstamos anteriores, el gobierno de Horacio Cartes le deja a su sucesor una situación trágica: seguir prestando plata para bicicletear el pago de los intereses de la deuda. ¿Hasta cuándo? Hasta que el Paraguay ya no pueda seguir colocando bonos del Tesoro en el mercado financiero, nacional e internacional, y caiga en default. ¿Por qué el ministro Ramón Jiménez Gaona no puso el mismo empeño en invertir en el mejoramiento de las condiciones de tránsito de las rutas nacionales deterioradas que el puesto en la construcción y/o pavimentación de las construidas bajo su administración, disponiendo de suficiente dinero para hacerlo? Sencillo: porque la tradicional patentada coima para la “corona” embebida en los contratos del MOPC, de consultoría y construcción, tiene mayor monto en las obras viales a construir, que en las a remendar. A más de los pingües sobrecostos que se presentan en casi todas las obras, el ministro Jiménez Gaona ha copiado de los jerarcas de la dictadura stronista un toque de demagogia populista: iniciar obras nuevas impresiona; los remiendos de las que se caen a pedazos, no. El más calamitoso caso de desidia del MOPC es el estado de virtual abandono de la ruta Transchaco, la única ruta por la que se canaliza hacia la Región Oriental toda producción agrícola y ganadera del Chaco central, y que, viceversa, sirve como principal vía de abastecimiento a la vasta zona, desde la Capital y el resto del país. El perjuicio que su pésimo estado causa a la economía nacional es incalculable. Mueren personas, se destrozan vehículos y caravanas de ellos quedan retenidas por horas, y a veces por días enteros, tras las lluvias. En términos de abandono estatal, no deja de ser una lamentable ironía que la desidia del MOPC en cuanto al mantenimiento de la ruta Transchaco sea como la réplica del descuido que ha caracterizado a la administración del ministro Jiménez Gaona con relación a la regularización del cauce del río Pilcomayo, desde que asumió el cargo hasta ahora. Pese a la nefasta herencia que recibirá su Gobierno, el presidente electo, Mario Abdo Benítez, tiene la ineludible responsabilidad de hacer soplar nuevos vientos en la corrupta administración pública, a fin de desmantelar el perverso sistema que incentivan actualmente los detentadores del poder, echando en gorra al Estado para enriquecimiento personal.