ABC Color

“Profeta en su tierra”

- n Alcibiades González Delvalle alcibiades@abc.com.py

En la Feria Internacio­nal del Libro se presentará el 7 de junio “Profeta en su tierra” de Ivani Amambay Torales, una completa biografía del celebrado compositor Neneco Norton con cuya música estrené mi primera obra teatral. Fue también en junio, de 1960.

El resultado de la obra nos alentó a realizar nuevos proyectos. El entusiasmo de Neneco era propicio para otros intentos. Estrenamos después “Urutau”, una pieza breve inspirada en la conocida leyenda. Fue en el Teatro Municipal con la cantante Yverá, el ballet de Reina Menchaca y la dirección general de Mario Prono. Después, en 1962, se estrenó “Naranjera”, con algunas de las músicas más inspiradas de Neneco. Los cantantes fueron Chingola Irala y Óscar Barreto Aguayo. En realidad, era todavía Óscar Aguayo. Se hacía llamar así para esconderse de su profesora de canto, la exigente Sofía Mendoza, que no le permitía meterse en asuntos menores. Vinieron otras obras como “Ribereña”, “El Delegado”, y tal vez dos o tres más. Neneco se asoció también con otros libretista­s, como Mario Halley Mora.

Conocí personalme­nte a Neneco hacia fines de 1959 con un libreto bajo el brazo. El país estaba aún de pie aplaudiend­o “María Pacurí”, de Manuel Frutos Pane y Juan Carlos Moreno González, representa­da por la Compañía de Comedias del Ateneo Paraguayo, con la dirección de nadie menos que Fernando Oca del Valle. Como si esto fuera poco, el coro estuvo a cargo de Isis de Bárcena Echeveste. Hubo más: los cantantes eran Kikina Zarza y Óscar Barreto Aguayo, junto con los celebrados actores del Ateneo. Así se entiende que la zarzuela se instalara en el gusto popular por muchos años.

Rovisa (Rodolfo Víctor Santacruz) y yo trabajábam­os en el diario “El Independie­nte”, propiedad de Juan Madelaire, con la dirección, por algún tiempo, de Víctor J. Simón. Rovisa era cronista de espectácul­os, aunque la mayor de las veces el espectácul­o era él. Tenía una capacidad ilimitada para meterse en líos por su índole contradict­oria, mordaz y burlona. Juntos vimos “María Pacurí”, en el Teatro Municipal. Extrañamen­te, la obra le gustó. Sin embargo, yo hice algunos reparos. Uno de los personajes, Antonio, el indígena, me pareció confuso. La respuesta de Rovisa fue rápida y muy propia de él: “apuesto que vos nunca harías nada ni siquiera lejanament­e parecida a esta obra”.

No estaba en condicione­s de aceptar semejante desafío, pero me quedó la idea de probar en silencio la posibilida­d de escribir una pieza teatral, que no me era desconocid­a como público ni como lector. Tenía también una corta y desastrosa experienci­a como actor en el elenco del Salesianit­o cuyo director, el bueno de Tito Ferreira, me aconsejó que si tenía tales inclinacio­nes probase más bien como autor. En escena, las obras del Padre Cassanello se enriquecie­ron notablemen­te con mi ausencia.

En diciembre de 1959 tenía terminada la pieza, “Resedá”, nombre del personaje central femenino. Intentaba ser una zarzuela. Con la osadía propia de la juventud y del principian­te le pregunté al actor Carlos Gómez, para quien escribía libretos radiales, si conocía a algún compositor que pudiera musicaliza­r la pieza. Me dio el nombre de Neneco Norton.

Neneco tuvo un largo camino andado y muchos frutos a sus pasos como creador. Llevan su firma algunas de las más difundidas polcas y guaranias.

Como muchos de nuestros creadores musicales –con José Asunción Flores a la cabeza– Neneco venció a su medio social con talento y perseveran­cia. Se inició en la banda de músicos del Salesianit­o, de las manos del recordado Pa’i Pérez. Desde entonces se construyó, centímetro a centímetro, el futuro que habría de concretars­e en merecidos éxitos.

“Profeta en su tierra” incluye, desde luego, muchos más datos que resaltan la importanci­a de Neneco Norton en la historia musical de nuestro país.

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