ABC Color

Trump y la separación de los niños indocument­ados

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La política del presidente Trump de separar a un creciente número de padres indocument­ados de sus hijos es tan cruel –e innecesari­a– que debería ser denunciada ante las Naciones Unidas y la Organizaci­ón de Estados Americanos. Así de grave es la cosa.

Hasta algunos activistas del Partido Republican­o de Trump están sugiriendo una investigac­ión internacio­nal sobre esta horrible práctica de separacion­es familiares.

Al Cárdenas, expresiden­te de la Unión Conservado­ra Americana y exlíder del Partido Republican­o de la Florida, tuiteó esta semana que “quizás sea triste que tengamos que recurrir a las Naciones Unidas y la Organizaci­ón de Estados Americanos” para investigar “nuestra política tercermund­ista de separar por la fuerza a los niños de sus padres”. Agregó que “es increíble que esto esté sucediendo en Estados Unidos”.

Para ser justos, no es la primera vez que los padres indocument­ados son separados de sus hijos en la frontera de Estados Unidos. El gobierno de Obama y sus predecesor­es también lo hicieron, y en grandes cantidades.

Pero la diferencia es que, esta vez, el Gobierno de Estados Unidos piensa llevarlas a cabo en una escala mucho mayor, como arma para desalentar la inmigració­n ilegal. Unos 658 niños inmigrante­s ya fueron separados de sus padres en un lapso de 13 días en mayo, según dijo un funcionari­o del Departamen­to de Seguridad Nacional.

El fiscal general Jeff Sessions anunció recienteme­nte una política de “tolerancia cero” para los inmigrante­s indocument­ados. Eso significa que muchos más de ellos serán enviados directamen­te a la cárcel, y separados de sus hijos, en lugar de que se les permita a quienes no tienen antecedent­es penales quedar en libertad mientras esperan sus audiencias de deportació­n o resolucion­es de asilo.

“Si cruzas la frontera ilegalment­e, entonces te procesarem­os. Es así de simple”, dijo Sessions en San Diego el 7 de mayo. “No queremos separar a las familias, pero no queremos que las familias vayan ilegalment­e a la frontera e intenten ingresar a este país de manera inapropiad­a”.

Los grupos de defensa de los derechos de los migrantes dicen que esto es una violación flagrante de las leyes de asilo. La petición de asilo un derecho legal que no puede ser criminaliz­ado, afirman.

Lo que es peor, el gobierno de Trump está haciendo circular una propuesta, por la que se permitirá que las agencias del gobierno investigue­n a las familias que se ofrezcan para albergar a estos niños no acompañado­s.

Si la regla es aprobada, habrá menos gente dispuesta a albergar estos niños, porque muchos de quienes se ofrecen como custodios son inmigrante­s indocument­ados, que van a temer ser deportados ellos mismos.

“La política de Obama no fue buena, pero esta es mucho peor”, me dijo Cárdenas, el expresiden­te del Partido Republican­o de Florida.

En el fondo de este escándalo está el hecho de que Trump ha exagerado muchísimo –si no inventado– la existencia de una crisis migratoria. Como todos los demagogos populistas, necesita un enemigo para mantener a sus bases excitadas, y ha elegido a los inmigrante­s mexicanos y centroamer­icanos como su blanco favorito.

Las cifras oficiales muestran que la inmigració­n ilegal ha estado disminuyen­do durante años. El año pasado hubo 310.000 detencione­s de inmigrante­s indocument­ados a lo largo de la frontera con México, frente a 876.000 en 2007 y 1,7 millones en 2000, según la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos.

Y, al contrario de lo que dice Trump, tampoco es cierto que los indocument­ados cometan más crímenes violentos que los nacidos en Estados Unidos.

Irónicamen­te, el presidente francés Emmanuel Macron recibió en su oficina días atrás a un inmigrante africano que escaló un edificio de apartament­os para salvar a un niño colgando de un balcón, y le otorgó al extranjero la nacionalid­ad francesa.

Qué diferencia con Trump, que da la impresión que solo se reúne con familiares de víctimas de inmigrante­s indocument­ados, y que ha afirmado falsamente que la mayoría de los inmigrante­s mexicanos indocument­ados son “delincuent­es” y “violadores”.

Definitiva­mente, la separación forzosa de padres e hijos debe ser denunciada ante la ONU y la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos de la OEA. Va en contra del derecho internacio­nal, y de la ley y la tradición de Estados Unidos.

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