Por detrás de los más pobres
SALAMANCA. Hay veces que las explicaciones dadas por un funcionario para justificar su ineficiencia resultan más escandalosas que la ineficiencia en sí misma. Como es el caso del servicio de internet del que disfrutamos en el país; es el peor de América pero todo radica en el tema de “educación”. Sí, estamos de acuerdo. Uno de los problemas que nos plantea internet es la educación. Pero difícilmente podremos llegar a ese nivel si es que no contamos con un buen servicio. Primero es lo básico y luego, a partir de allí, ya veremos si adelantamos.
La información fue suministrada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que, para ser justos, sería mejor hablar de Banco Interamericano de Subdesarrollo. El informe es lapidario: Paraguay tiene el peor servicio de internet de la región, incluso detrás de países como Venezuela, Bolivia y ¡Haití! He puesto el país entre signos de admiración porque no puede ser de otra manera. El país edénico que ha sido pintado como una de las maravillas asombrosas del mundo contemporáneo por el propio presidente de la República, Horacio Cartes, en uno de sus últimos informes de los logros de su administración, resulta ser que está por atrás del país más pobre de América y uno de los países más pobres del mundo.
Hace unos días veía una película tailandesa; la trama transcurría en su capital, Bangkok. La modernidad de que hace gala es sorprendente. Lo mismo pasa viendo las otras grandes ciudades de Asia oriental. Y son países que sufrieron, durante el siglo pasado, guerras espantosas, verdaderas tragedias con masacres inhumanas. Piénsese en China invadida por Japón, o la revolución de los Jemeres Rojos en Camboya, la guerra de Vietnam o la de Corea. Ahora son países industrializados, modernos, ricos, altamente tecnificados. Nosotros no hemos tenido nada de eso y seguimos echándole la culpa de nuestro atraso a la Guerra del 70 que terminó hace casi 150 años.
Hace ocho años Haití sufrió un terremoto que dejó 300.000 muertos y más de un millón de personas sin hogar. Pero allí están levantando cabeza, a duras penas y por lo pronto tienen un acceso a la tecnología de hoy mucho más efectiva que la nuestra. Un par de meses atrás, el ministro de energía de Japón convocó a una reunión a periodistas y autoridades locales y durante quince minutos estuvo con el tronco inclinado, en gesto de reverencia, para pedir perdón porque hubo un corte de luz de ¡15 minutos! Si el presidente de la ANDE tuviera que hacer este gesto para pedir disculpas por los cortes de luz que sufre nuestra población, hoy estaría usando una faja ortopédica para corregir la desviación de la columna vertebral.
Todo esto es fruto de un nacionalismo casposo que defiende la idea que los servicios estratégicos del país tienen que estar en manos del gobierno que los monopoliza. Qué bien lo hemos hecho provocando su quiebra: Antelco (teléfonos), Apal (alcoholes), Ferrocarril (trenes) que hasta los rieles se han robado, tranvías, y otras compañías que obligatoriamente tienen que subsistir pero que ofrecen un servicio propio de países del cuatro mundo: electricidad y agua. ¿Por qué? Pues al ser monopolios del Estado los cargos son políticos y nada les importa la calidad de lo que venden porque el puesto depende de lo flexible que tengan el espinazo para inclinarse ante el poder de turno. Mientras tengamos este tipo de políticas no saldremos nunca del subdesarrollo.