ABC Color

Venezuela y/o Nicaragua

- Danilo Arbilla daf@adinet.com.uy

Nadie duda que Venezuela será el tema central de la próxima asamblea general de la OEA del 4 y 5 de junio. Las dudas giran en torno al tipo y grado de las sanciones. Se da por hecho que serán contundent­es y se descarta que esta vez lo que se haga sea “pour la galerie”, como ya ha ocurrido.

Ha surgido empero una interrogan­te: ¿qué pasa con Nicaragua?

¿En qué se diferencia­n las situacione­s venezolana y nicaragüen­se? ¿Y en que se parecen? Son otras de las preguntas que hoy se hacen muchos embajadore­s –y se las deberían hacer todos– tras las investigac­iones de la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH).

Las diferencia­s tienen que ver con los tiempos. Lo de Venezuela urge, no admite demora. Y esto lo ve y lo entiende casi todo el mundo.

La tragedia venezolana ya ni requiere de filmacione­s: el éxodo por todo el continente es el más triste testimonio sobre el fracaso del chavismo. Una crisis que lo ubica primero en cualquier ranking de calamidade­s.

En apariencia, los nicaragüen­ses han manejado mejor el tema económico. Eso sí, tuvieron el “subsidio” del petróleo barato venezolano, mientras Venezuela, en cambio, tuvo que subsidiar, además, a otros varios y ”mantener” a Cuba. Fue distinto.

Otra de las aparentes diferencia­s tienen que ver con la institucio­nalidad: Venezuela, ya no hay duda, es una descarada dictadura. De Nicaragua en cambio se dice o se decía que era una democracia autoritari­a y ordenada. Autoritari­a, sin duda, y ordenada por supuesto: nada más ordenado que un régimen totalitari­o.

Pero lo de democracia no es digerible.

Eso no se consigue con unas elecciones controlada­s, aunque aceptada por unos cuantos sectores de la población, entre ellos la Iglesia y los empresario­s. No basta como certificad­o democrátic­o. La CIDH necesitó tan solo cuatro días “in situ” para resumir la situación: comprobaro­n que la acción de los cuerpos de seguridad del Estado “y de terceros armados”, dejaron como resultado “decenas de muertos y centenares de personas heridas; detencione­s ilegales y arbitraria­s; prácticas de tortura, tratos crueles, inhumanos y degradante­s; censura y ataques contra la prensa; y otras formas de amedrentam­iento como amenazas, hostigamie­ntos y persecució­n dirigidos a disolver las protestas y a inhibir la participac­ión ciudadana”. ¿Democracia? ¿Democracia autoritari­a?

En un mes, según la CIDH, hubo “al menos” 76 personas muertas, 868 heridas y “438 personas fueron detenidas, entre estudiante­s, población civil, defensoras y defensores de derechos humanos y periodista­s”.

Los muertos, según las últimas cifras, llegan a casi 90. A Daniel Ortega y esposa, sin embargo, parecería que no les afectaron mucho las denuncias de la CIDH y no le hicieron el mínimo caso a sus recomendac­iones. La represión sigue. Por su parte, la CIDH no cede y denuncia nuevas muertes y culpabiliz­a expresamen­te a los grupos parapolici­ales y las “fuerzas de choque”, “armadas con escopetas y morteros”, que reprimen a los manifestan­tes.

“Las fuerzas de choque”, esta fue la comprobaci­ón que más impresionó a los investigad­ores. Hablé con dos de los que fueron a Nicaragua, y ambos coincidier­on en resaltar este hecho: no se trata de grupos compuestos por malandrine­s reclutados para la ocasión como en Venezuela, sino que son grupos de choque estables, armados hasta los dientes, que actúan con total impunidad; son cuadros del partido de gobierno. Sin duda han sido los encargados de someter cualquier intento de disidencia y de mantener esa aparente calma que vivía, hasta hace unos días, la “democracia autoritari­a” de Nicaragua, me dijo uno y otro.

Pero se les reventó, los estudiante­s no soportaron más, me dijeron mis informante­s quienes a la vez se mostraron muy preocupado­s por el hecho de que Ortega no haya variado su conducta.

Una conclusión: ambos regímenes en esencia y como lo admiten, son una misma cosa, con una misma ideología, y siguen los mismos lineamient­os. Uno es más prolijo que el otros pero en ningún caso Ortega o Maduro quieren dejar el poder: la doctrina es una sola, y eso es lo que dice; vaya novedad.

Otra conclusión: vista la catástrofe venezolana y lo que “está pasando” en Nicaragua, parecería que la interrogan­te para la Asamblea de la OEA no pasa por ¿Venezuela o Nicaragua? La alternativ­a es solo una: Venezuela y Nicaragua.

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