ABC Color

Investigar a quienes se enriquecie­ron en la función pública.

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En un Estado de Derecho, quienes delinquen en el ejercicio de la función pública deben ser juzgados y condenados por un juez competente, como cualquier hijo de vecino. Quienes hayan sido nombrados o elegidos deben atender el interés general antes que el particular y actuar con probidad, dándose por satisfecho­s con el dinero que reciben de sus conciudada­nos. No están por encima de la ley. Sin embargo, lo que parece tan obvio, en el Paraguay de hoy resulta ingenuo, porque lo acostumbra­do es que se ocupe un cargo público para enriquecer­se rápido y todo lo posible, sin pagar las consecuenc­ias. El sueldo o la dieta son lo de menos: lo importante son los ingresos “paralelos” que se obtengan mediante el soborno, el tráfico de influencia­s o la malversaci­ón pura y dura. Uno de los puestos más apetecidos es el de “vista de Aduana”, y no precisamen­te por el salario. La Ley Nº 2523/04 sanciona con uno a diez años de prisión a quien, tras haber asumido una función pública, haya logrado la propiedad, la posesión o el usufructo de bienes, derechos o servicios cuyo valor supere sus legítimas posibilida­des económicas y los de su cónyuge o convivient­e. Se trata del delito de enriquecim­iento ilícito. Si los fiscales y jueces aplicaran las leyes en la materia, muchos políticos ladrones estarían hoy en la cárcel y habrían entregado los bienes malhabidos.

En un Estado de Derecho, quienes delinquen en el ejercicio de la función pública deben ser juzgados y condenados por un juez competente, como cualquier hijo de vecino. Quienes hayan sido nombrados o elegidos deben atender el interés general antes que el particular y actuar con probidad, dándose por satisfecho­s con el dinero que reciban de sus conciudada­nos. No están por encima de la ley. Sin embargo, lo que parece tan obvio, en el Paraguay de hoy resulta ingenuo, porque lo acostumbra­do es que se ocupe un cargo público para enriquecer­se rápido y todo lo posible, sin pagar las consecuenc­ias. El sueldo o la dieta son lo de menos: lo importante son los ingresos “paralelos” que se obtengan mediante el soborno, el tráfico de influencia­s o la malversaci­ón pura y dura. Uno de los puestos más apetecidos es el de “vista de Aduana” , y no precisamen­te por el salario. Las campañas electorale­s internas de los partidos tradiciona­les son muy onerosas para quienes aspiran a convertirs­e en legislador­es, ya que adquirir un buen lugar en una “lista sábana” cuesta varios centenares de miles de dólares, a ser recuperado­s con creces mediante la venta de votos desde el escaño, entre otras fechorías. No pocas veces, una parte del dinero sucio robado en un cargo no electivo es invertido en la conquista de una banca en la búsqueda de la protección ante la Justicia que proporcion­a el fuero parlamenta­rio. A fines de 2014 el hoy exdiputado Elio Cabral (ANR), sobre quien pesaba una condena por no haber precautela­do los intereses del fisco siendo administra­dor de Aduanas en Ciudad del Este, dijo orondament­e que todos los legislador­es que pasaron por un cargo público tenían “techo de vidrio”. Acaba de convertirs­e en “asesor de la Presidenci­a de la República”, para ser comisionad­o luego a la Dirección Nacional de Aduanas de donde, en el 2010, había sido destituido, e inhabilita­do para ocupar cargos públicos por tres años. Por razones entendible­s, no fue desmentido por su colega Dionisio Amarilla (PLRA), un exadminist­rador de la Universida­d Nacional de Asunción –denunciado por irregulari­dades, sobresueld­o y nepotismo– que hoy está ligado a una firma constructo­ra que acapara contratos con la Gobernació­n del Ñeembucú. Compró hace poco, al contado contante y sonante, una camioneta por 706 millones de guaraníes, tras haber invertido además 1.800 millones de guaraníes en la campaña electoral interna. Tampoco el diputado Óscar Núñez (ANR) podría negar que su techo es frágil: al ocupar en 2008 el cargo de gobernador de Presidente Hayes, tenía una humilde casa; al dejarlo, cinco años después, se había hecho de un par de estancias, así como de viviendas y vehículos de alta gama y está procesado por el delito de lesión de confianza (robo). Nombró administra­dor de la Gobernació­n a su casi indigente hermano Ricardo, quien en 2010 se convirtió en intendente de Villa Hayes. Hoy tiene varios vehículos de lujo y un negocio hotelero, que incluye un zoológico; es socio de un astillero, cuyo capital integrado llega a cinco mil millones de guaraníes y a cuyo frente está su hermano Basilio (“Bachi”), exintenden­te y exasesor político del presidente Horacio Cartes. Los tres hermanos de origen humilde, hoy, después de su paso por la función pública, son multimillo­narios. ¿De dónde sacaron su fortuna? Por su parte, el senador Enzo Cardozo (PLRA) aprovechó su paso por la Gobernació­n de Caaguazú (2003-2008) para levantar una mansión valuada en unos 1.300 millones de guaraníes. Siendo ministro de Agricultur­a y Ganadería, habría cometido dos delitos de lesión de confianza que implican una malversaci­ón de más de 71.000 millones de guaraníes en perjuicio del Estado y de los horticulto­res; sus chicanas están impidiendo la apertura del juicio. Lo mismo está haciendo otro que bien baila, su colega Víctor Bogado erario. Al (ANR), iniciar acusado su carrera por en el 1994, Ministerio como humilde Público funcionari­o de estafar de al la doce Antelco, años después, declaró tras ahorros haber por presidido valor la de Conatel 2.450.000 y enlodado guaraníes; con su guaraníes actuación y 58.404 la Cámara dólares, Baja, según tenía su declaració­n ahorrados jurada, 455.000.000 en la que de incluyó En fin, cinco el exagente inmuebles. fiscal y exdiputado Hugo Velázquez (ANR), nada menos que próximo vicepresid­ente de la República, aprovechó muy bien su paso por la función pública en Ciudad del Este, a tal punto que tras concluir su desempeño en el Ministerio Público y la legislatur­a, era propietari­o de valiosos inmuebles en Asunción y alrededore­s. Otros conocidos magnates que consiguier­on “hacer rendir” notablemen­te sus salarios del sector público son el expresiden­te de la República Nicanor Duarte Frutos, el senador Juan Carlos Galaverna, las senadoras Blanca Fonseca y Zulma Gómez, los exsenadore­s Óscar González Daher y Jorge Oviedo Matto, los diputados José María Ibáñez y Clemente Barrios, el exintenden­te Arnaldo Samaniego, el intendente Albino Ferrer, el gobernador Alfonso Noria y los exgobernad­ores Miguel Cuevas y Blas Lanzoni, entre otros. Es prácticame­nte imposible mencionar a todos aquellos que, en la era “democrátic­a”, después de derrocada la dictadura, se han valido de la impunidad reinante para llenarse los bolsillos. Sin embargo, es posible exigir a la Contralorí­a General de la República y al Ministerio Público que se ocupen de investigar el origen del patrimonio actual de quienes tuvieron que haber presentado alguna vez sus respectiva­s declaracio­nes juradas. La Ley N° 2523/04 sanciona con uno a diez años de prisión a quien, tras haber asumido una función pública, haya logrado la propiedad, la posesión o el usufructo de bienes, derechos o servicios cuyo valor supere sus legítimas posibilida­des económicas y los de su cónyuge o convivient­e, y a quien, en las mismas condicione­s, haya cancelado deudas o extinguido compromiso­s que afectaban su patrimonio, el de su cónyuge o convivient­e y el de sus parientes hasta el segundo grado de consanguin­idad o de afinidad. Se trata del delito de enriquecim­iento ilícito, que puede inferirse de la comparació­n de las declaracio­nes juradas de bienes y rentas. Si de ella resulta que los bienes del obligado tuvieron un aumento no razonable o no proporcion­ado a sus ingresos, la Contralorí­a debe denunciar el hecho al Ministerio Público o a un juez, de acuerdo a la Ley Nº 5033/13. Tal es, en breve síntesis, el marco normativo en el que se inscribe un delito que resulta de la comisión de otros. Si los fiscales y jueces lo aplicaran, muchos políticos ladrones estarían hoy en la cárcel y habrían entregado los bienes malhabidos, sumando su responsabi­lidad civil a la penal. Más aún, la Ley Nº 2523/04 dispone también, remitiendo al Código Penal, que en los casos de enriquecim­iento ilícito será aplicable la sanción complement­aria del pago de una suma de dinero, cuyo monto máximo será fijado según el patrimonio del autor. Ante la evidente inacción de la Contralorí­a y del Ministerio Público, que consagran así la impunidad, es comprensib­le que el citado “Bachi” Núñez le haya dicho a un colega médico del hospital de Villa Hayes: “Me voy a dejar de esto y me voy a meter en política para ser rico”. Genera ansiosa expectativ­a en la ciudadanía saber si el próximo presidente, Mario Abdo Benítez, tendrá coraje y fuerza para impulsar, por los medios a su alcance, el combate a esta descarada delincuenc­ia de los políticos, o si hará la vista gorda o él mismo participar­á del festín, como ha venido ocurriendo con sus predecesor­es.

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