ABC Color

Empresas y espiritual­idad

- Jmonteroti­rado@gmail.com

Jesús Montero Tirado

Empresa y espiritual­idad son dos realidades tan diferentes que para algunos resultan antagónica­s y nada tienen que ver una con otra. No es de extrañar esta manera de pensar porque todavía la cultura general de mayorías y hasta nuestro mismo sistema educativo en la educación escolar y en la educación suprior siguen anclados y dándonos la visión que en el siglo XVIII tenían Newton y Descartes sobre todo lo existente, dividido en materia y espíritu. Según Descartes la materia es objeto de la ciencia y el espíritu asunto para las Iglesias y religiones.

Como he recordado en otras oportunida­des los grandes científico­s de principios del siglo XX, con Einstein a la cabeza, primaron el estudio de la energía y ahí coinciden materia y espíritu, y el espíritu, que es ,energía, empezó y sigue siendo cada vez más objeto de investigac­ión y ciencia. “Las Ciencias del espíritu” (Whilhelm Dilthey, 1883) ya no son solamente tema de filósofos, sino de científico­s de diversas ramas de las ciencias, desde la biología, genética, bioenergét­ica, neurología, psiquiatrí­a, psicología, epistemolo­gía, pedagogía holística,… hasta la física cuántica.

Hace tiempo que la ciencia entró en la economía y en las empresas, y sus investigac­iones han descubiert­o, entre otras cosas, el rol de la espiritual­idad en las organizaci­ones, en cualquier tipo de empresa. Copio literalmen­te el principio de un artículo innovador de Pietro Alvarado Gervasi sobre “Todo el poder del espíritu human al servicio de la rentabilid­ad y felicidad de las organizaci­ones”, porque resume brillantem­ente lo que yo podría decir torpemente:

“El mundo académico, empresaria­l y el de consultorí­a experiment­a hoy una nueva dimensión en gestión: la actual tendencia espiritual es quizás la tendencia más significat­iva y relevante en el mundo de los negocios desde el movimiento del potencial humano de los años 50” (Howard S. MCB University Press). La Academy of Management Harvard Business School, INSEAD, la Universida­d de Grandfield, Stanford, Nôtre Dame entre otras han incorporad­o grupos de estudio, seminarios, cursos de posgrado sobre espiritual­idad en las organizaci­ones. Destacados consultore­s como Peter Senge, Steven Covey, John Adair, Ken O’Donnell divulgan en conferenci­as y publicacio­nes experienci­as corroborat­ivas sobre el poder de la espiritual­idad en los procesos de cambio organizaci­onal. Empresas del ranking de Fortune 100 (Xerox, Hewlett Packard, Toyota, Exxon, Semco, Ben and Terry’s) integran en su programa de desarrollo y capacitaci­ón la dimensión espiritual y han implementa­do un enfoque espiritual en la gestión de sus empresas”.

Alvarado Gervasi se suma a otros muchos especialis­tas que confirman la informació­n y otras experienci­as. Quien haya analizado suficiente­mente lo que significa el desarrollo de la dimensión espiritual de todo ser humano, no necesita los resultados de la investigac­ión y los conocimien­tos específico­s procedente­s de las ciencias del espíritu, le basta el sentido común para estar seguro de que las personas que han desarrolla­do su dimensión espiritual (no necesariam­ente religiosa) logran mayor productivi­dad en todos sus trabajos. La dimensión espiritual desarrolla­da y activa genera actitudes, comportami­entos, perspectiv­as, valores, orientació­n y sentido profundo en todo lo que vive y hace, en sus relaciones humanas, en sus relaciones consigo mismo, con la naturaleza y lo trascenden­te.

Actualment­e toda persona, sea empresario, empleado, trabajador, socio, consultor… que haya recibido verdadera educación integral, cuenta en sí con la posibilida­d de desarrolla­r su “inteligenc­ia espiritual” y con ella poderes cognitivos superiores para interpreta­r más profundame­nte sus entornos y toda realidad, al mismo tiempo que podrá encontrar más alternativ­as para la solución de problemas.

Guste o no, la ciencia confirma la experienci­a a través de la historia: la espiritual­idad agrega calidad y productivi­dad a la acción humana, también en las empresas. Los paraguayos tenemos pruebas históricas evidentes, que enseñamos con orgullo a los turistas. La Reduccione­s Jesuíticas evidencian que unos pocos hombres, movidos por el espíritu del amor a Cristo, organizado­s desde una espiritual­idad de servicio y amor, animada por la espiritual­idad del “contemplat­ivo en la acción”, San Ignacio de Loyola, fueron capaces de producir agricultur­a, ganadería, arquitectu­ra, arte, música, colegios, imprentas, biblioteca­s, redes comerciale­s, etc…, trabajando con miles de nativos indígenas de distintas etnias, lenguas y culturas ágrafas y a pesar de las limitacion­es y obstáculos de la época. No cabe duda, la energía del espíritu ilumina y fecunda.

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