Desalojar del Congreso a los legisladores indignos.
Como era de prever, el exsenador Óscar González Daher, quien fue despojado de su investidura por el escandaloso tráfico de influencias que practicaba, según revelaron los famosos audios que tuvieron estado público, amedrentando de paso a funcionarios del ámbito judicial desde su alto cargo de presidente del Consejo de la Magistratura, pese a todo fue nuevamente incorporado a la “lista sábana” de senadores del cartismo, en el Partido Colorado. El mismo ya recibió su “diploma” de manos de la Justicia Electoral, y está habilitado a jurar el 30 de junio próximo. En situación parecida se encuentra el senador Jorge Oviedo Matto, quien en su momento prefirió renunciar antes de que recibiera alguna sanción del Senado. Horacio Cartes y Nicanor Duarte Frutos no deben jurar como senadores electos porque entonces se consumaría la violación más grotesca de la Constitución de todas las que se intentaron hasta ahora. A González Daher y Oviedo Matto no se les debe permitir hacer lo propio por decoro, pues fueron extirpados del seno parlamentario en el periodo anterior por causa debidamente justificada y que está plenamente vigente. Si se pretende un Poder Legislativo realmente “honorable”, y una clase política más decente, se debe comenzar este nuevo periodo gubernamental limpiando esos institutos fundamentales de la escoria que los corroe y los desacredita.
Como era de prever, el exsenador Óscar González Daher, quien fue despojado de su investidura por el
escandaloso tráfico de influencias que practicaba, según revelaron los famosos audios que tuvieron estado público, amedrentando de paso a funcionarios del ámbito judicial desde su alto cargo de presidente del Consejo de
la Magistratura, pese a todo fue nuevamente incorporado a la “lista sábana” de senadores del cartismo, en el Partido Colorado. En consecuencia, este personaje integra la nómina de los que resultaron electos y, como tal, ya recibió su “diploma” de legislador de manos de la Justicia Electoral, por lo que está habilitado para jurar el 30 de junio y comenzar otra vez, como si nada, como integrante de la “Honorable” Cámara de Senadores. En otras palabras, alguien que hace pocos meses fue
expulsado poco menos que a empellones de ese cuerpo legislativo por su conducta indecorosa, se apresta a retornar al mismo y volver a sentarse en su banca perdida, sin siquiera sonrojarse. Para él, no pasó nada. Su falta de escrúpulos y su caradurez ya se hicieron graníticas y famosas hace mucho tiempo. Este señor ni siquiera pagaba los impuestos que correspondían por sus numerosas propiedades en varios puntos del país.
Pero si él carece de conciencia moral y le importa un pepino ser un legislador desacreditado, a sus colegas no
debería sucederles lo mismo. Al menos si tienen la intención de que la Cámara de Senadores de la República del Paraguay merezca algún respeto entre sus similares del mundo y, por supuesto, de parte de la ciudadanía nacional.
Un sujeto averiado como González Daher, con todos los pésimos antecedentes que fueron puestos a conocimiento de la opinión pública con abundancia de datos y evidencias, acumuló así suficiente basura como para inhabilitarlo de por vida para que no pueda representar a nadie en ningún organismo público.
En nuestra política se da en este momento una situación a la que se le debe prestar la máxima atención: muchos de los mismos senadores que expulsaron a González Daher por cometer faltas indignas de la investidura que poseía, tienen que decidir si permiten o no que su figura continúe ensuciando la banca que ocupa o descartarlo de nuevo, pues los deleznables hechos que promovieron la sanción anterior están allí sin variación alguna. Es inimaginable que nuevamente den entrada triunfal al legislador deshonrado que hace tan solo seis meses, por indigno, fue sancionado con la privación de su título y función.
La misma intención es la del senador con permiso
Jorge Oviedo Matto, quien a finales de diciembre del año pasado (en la misma época que el anteriormente citado) se halló en la inminente situación de ser suspendido por 60 días en el ejercicio de su cargo. Prefirió suavizar esta ignominia optando él mismo por renunciar, manifestando: “Me quedé, y en honor a mi familia, que está muy quebrantada, quiero presentar mi
renuncia por este periodo, y que asuma mi suplente. Pero les pido que no me hagan ni me sometan a la humillación que le han hecho a Óscar González Daher, que presentó su renuncia, no se le aceptó, e igual se le
quitó la investidura”. Es decir, estuvo en la misma situación que el repudiable senador luqueño, pero sus colegas accedieron a sus ruegos y le permitieron una salida más “digna”.
Este affaire arrancaba, según todos recordarán, de varias actuaciones repudiables del senador Oviedo Matto, especialmente una que quedó revelada por el audio, hecho público, de una conversación telefónica que tuvo con la fiscala Casse Giménez, en la que le indicaba que al día siguiente amaneciese en el banco para realizar una transacción de dinero, mediante la cual, al parecer, él influiría para “solucionar el problema” de ella, consistente en haber sido castigada con un relegamiento ordenado por el entonces fiscal general, Javier Díaz Verón, a raíz de que la fiscala se habría negado a tomar una decisión que favorecería a un amigo del hijo de Díaz Verón.
En otra conversación telefónica trascendida al público, en la que el defenestrado exsecretario del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, Raúl Fernández Lippmann, hablaba con el abogado “lobbista” Carmelo Caballero, este dijo que Oviedo Matto estaba un poco “estresado” porque no recibió parte de una coima que habría repartido el gerente de Tabacalera del Este SA (Tabesa), José Ortiz.
Oviedo Matto, devenido hoy millonario, electo senador por primera vez en 2003 por el Partido Unace, tiene además otras negras actuaciones públicas.
La cuestión conflictiva referente a los juramentos de los legisladores electos no se limita, por tanto, a los casos de Horacio Cartes y Nicanor Duarte Frutos, sino que debe extenderse también a estos dos pájaros de cuenta que con su presencia en la legislatura, además de que nada aportarán para el mejor gobierno del país, la desacreditarán moralmente ante los ojos del mundo.
Horacio Cartes y Nicanor Duarte Frutos no deben jurar como senadores electos porque entonces se consumaría la violación más grotesca de la Constitución de todas las que se intentaron hasta ahora. A González
Daher y Oviedo Matto no se les debe permitir hacer lo propio por decoro, pues fueron extirpados del seno parlamentario en el periodo anterior por causa debidamente justificada y que está plenamente vigente.
Si se pretende un Poder Legislativo realmente “honorable”, y una clase política más decente, se debe comenzar este nuevo periodo gubernamental limpiando esos institutos fundamentales de la escoria que los corroe y los desacredita. Para el efecto, se debe expulsar de ellos a los que los pervierten, lo que servirá como ejemplo para que los bandidos y los corruptos se abstengan en el futuro de intentar fungir como “representantes del pueblo”.