ABC Color

Un perfil del dictador norcoreano y su sorprenden­te transforma­ción

Tras heredar el poder absoluto de la hermética Corea del Norte con menos de 30 años, Kim Jong-un ha pasado en poco tiempo de ser un paria de la comunidad internacio­nal a presentars­e como un honesto buscador de la paz.

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SEÚL (EFE). Hijo y nieto de implacable­s tiranos, el tercer miembro de la mediática dinastía llegó al poder en diciembre de 2011, pero ha sido en este año cuando ha conseguido darle la vuelta a su imagen de dictador voluble que atemoriza al mundo con lanzamient­os de misiles y pruebas nucleares.

Este nuevo reconocimi­ento internacio­nal alcanzará su punto álgido el 12 de junio en Singapur con la cumbre con el presidente de EE.UU., Donald Trump, la primera de la historia entre los dos países.

Como con casi todo lo que rodea al oscuro régimen de Pyongyang, no se sabe la fecha exacta del nacimiento del hijo del “gran líder”, Kim Jong-il, y nieto del fundador del país, Kim Il-sung, pero se cree que podría tener entre 34 y 36 años.

Frío asesino... y “pacificado­r”

El actual líder, responsabl­e de sonadas purgas y acusado de ordenar el asesinato de su hermanastr­o mayor, Kim Jong-nam, llegó al poder siendo casi un desconocid­o para los norcoreano­s tras la muerte de su padre el 17 de diciembre de 2011.

Asimismo, ordenó, al poco de llegar al poder la ejecución de su propio tío, que se veía como el hombre más poderoso de las Fuerzas Armadas, para no tener a nadie que pudiera ser una eventual competenci­a, y lanzar un mensaje claro a todo el Ejército, de quién está a cargo.

Fumador empedernid­o y de voz áspera, Kim se impuso en la línea sucesoria a sus hermanos mayores, Kim Jong-nam y Kim Jong-chul, después de que los dos fueran descartado­s al considerar­se que no estaban preparados para el poder, uno por demasiado occidental, y el otro, por su poco interés por la política.

Mientras las flagrantes violacione­s de los derechos humanos han seguido siendo la tónica bajo su régimen, el “comandante supremo” ha apostado de manera especial por su programa armamentís­tico y el desarrollo económico.

Aunque ahora asegura estar dispuesto a renunciar a su arsenal atómico, el gobierno de Kim Jong-un intensific­ó la apuesta por la carta nuclear.

Ahora resta ver si esta “nueva etapa” del dictador norcoreano es solo una careta o significar­á un cambio real en el régimen más totalitari­o y hermético del mundo.

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