Promesas de cambios
Desde el nuevo gobierno se habla con insistencia de la necesidad de cambiar la Corte Suprema de Justicia (CSJ) lo más rápido posible. Es decir, extirpar el mal mayor que provocó y provoca toda la actual situación política y económica, como secuelas de la obsecuencia y deshonestidad de sus miembros.
El cambio en la justicia paraguaya es tan necesario, como impostergable. No solo por el atropello a la Constitución Nacional por los políticos, sino por el bandidaje en todos los niveles del Gobierno.
Las municipalidades, por ejemplo, se volvieron antros de saqueo de los recursos públicos, donde sin ningún rubor ni temor se despilfarra el dinero estatal en obras superfacturadas, obras fantasmas y negociados de todo tipo entre amigos.
En Canindeyú sobran ejemplos. Los nuevos municipios, por ejemplo, convierten los recursos para inversiones (Fonacide, royalties y resarcimiento) en gastos corrientes, pago de salarios y gastos administrativos en general porque ni siquiera son capaces de recaudar y contar con fondos propios.
Los parlamentarios aprueban con falacias la creación de nuevos municipios pensando únicamente en su botín político. Un municipio con dinero del Estado da de comer a una gran cantidad de súbditos, que en señal de agradecimiento votarán por siglos y siglos por los mismos de siempre.
Con una justicia de verdad, independiente y sana, al menos la mitad de los intendentes municipales del Paraguay estarían en la cárcel y tal vez los servicios de salud y educación estarían mejor. Menos ladrones sueltos, más recursos para el pueblo.
Ojalá no se repita la historia con Mario Abdo Benítez. Que los principios que dice tener sean más firmes que los de su antecesor, que al mundo prometió que solo se dedicará a gobernar los cinco años constitucionales y al final fue seducido por las mieles del poder, y por poco no termina declarando propiedad privada, para sí y para sus socios, toda la República.
Sin una justicia independiente es muy probable que el gobierno entrante y sus promesas también terminen convirtiéndose en otro lustro de grandes falacias.