El calor solidario
Lourdes Peralta
Se dice que el paraguayo tiende la mano a quien lo necesita. Ciertamente, esto era un rasgo de las familias de antes, en especial de la campesina. En toda la región sudamericana el viajero podía llegar a descansar en cualquier casa, de paso, y esto era un derecho humano, un acto intrínseco de amabilidad y asistencia. La modernidad, el exilio del campo a la ciudad, el individualismo, el consumismo encendido las 24 horas han hecho de aquella ayuda espontánea y natural algo opcional.
Como cada invierno, nuestra empatía se activa cuando vemos niños descalzos y enfermos por la calle, también ancianos desvalidos. Abuelos y bebés son los que más sufren el clima severo, porque para protegerse dependen de otras personas.
Siendo prácticos, lo mejor es separar prendas un poco antes del invierno. Mantener siempre el orden en los armarios para saber diferenciar con claridad qué vamos a dar. En este acto tan simple de dar ropa, zapatos, frazadas, colchas, entramos sin querer o sin percatarnos en nosotros mismos, y la firmeza de nuestro convencimiento va desde el doy lo que ya no me sirve, lo que está viejo o lo que, aunque lo use y me guste, estoy dispuesto a compartir.
En muchas entrevistas las personas recuerdan la solidaridad de sus padres, especialmente la de su madre; y es que las mamás marcan a fuego en este tema. Por ejemplo, en qué respuesta dan a su hijito cuando este pregunta por qué tal niño pide limosna. Dirigirse a los pobres con respeto y afecto siembra en los hijos, de por vida, la solidaridad, la caridad. Sobre estos dos términos podemos decir que la solidaridad se refiere a la justicia social, mientras que la caridad se relaciona a la beneficencia (hacer el bien). Una vez leí una frase que da a ambas una posición justa: la solidaridad es un acto del corazón; la caridad, del alma.
A nivel personal, hay varias formas de dar, entre ellas: a) donar monedas a algún comercio –a ciegas– pero con la rauda conciencia de haber ayudado, b) darla en propias manos, en la calle a alguien mirándolo a los ojos y conversando con él/ella, c) llegando a alguna comunidad de familias injustamente excluidas de toda vida digna.
Respecto a qué nos activa el dar, puede ser una campaña bien hecha la que nos haya motivado, algún amigo que nos pasó la info o las conversaciones siempre presentes en las reuniones familiares o de amigos respecto a la realidad acuciante que vivimos.
La cultura del reciclaje contra la contaminación es débil en nuestra conciencia grupal, somos fáciles ante la tentación de la moda para cada temporada. Antiguamente, en pequeño, el trabajo de pedir, juntar y repartir lo hacían las parroquias barriales, las organizaciones religiosas, no sé hoy día si prevalece la caridad en ellas.
También es cierto que antes la ropa era saludable, tenía gran tanto por ciento de algodón y se podía donar aún en muy buen estado, hoy los tejidos son menos nobles y se convierten rápidamente en basura y contaminación.
En fin, si teniendo abrigo sufrimos el frío, cuánto más los que no tienen recursos económicos ni condiciones físicas, emocionales, mentales para salvar nuestro pequeño invierno. Reducir el egoísmo, la codicia y la indiferencia es trabajo interior diario. Comencemos a recuperar la solidaridad, un valor fundamental para la paz social y la justicia económica que tanto anhelamos.