ABC Color

EDITORIAL

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La basura, un gran negociado. A medida que avanza el tiempo y se van produciend­o novedades con relación a la empresa “El Farol S.A.”, este asunto se va tornando más y más turbio, como todo negociado en el que se van metiendo políticos sinvergüen­zas a traficar influencia­s. En 2009, la mencionada empresa obtuvo del Gobierno en arrendamie­nto por 20 años una finca pertenecie­nte al Ministerio de Defensa Nacional, en el Bajo Chaco, en una zona ambientalm­ente protegida. Posteriorm­ente, en 2013, dos diputados, entre ellos Óscar Núñez, integrante del angurrient­o “clan Núñez” de Villa Hayes, presentaro­n un proyecto de ley que autoriza al Gobierno a vender a “El Farol S.A.” nada menos que 500 hectáreas de la mencionada finca que más adelante el presidente Horacio Cartes dejó que tuviera promulgaci­ón ficta. Las autoridade­s intervinie­ntes se pasaron olímpicame­nte por alto que el predio pretendido se halla dentro de una área de reserva protegida de los humedales del Bajo Chaco, según dos decretos. Dada la cantidad de gente que tomó parte en este proyecto de “El Farol S.A.”, debe constituir una promesa de ganancias fabulosas; un negociado cuyos secretos todavía no son conocidos por la ciudadanía, aunque sin duda se dejarán develar en algún momento. Pero entonces ya será tarde para remediar graves perjuicios a los inmuebles fiscales, de lo cual ya tenemos los paraguayos y las paraguayas antiguas y dolorosas experienci­as.

A medida que avanza el tiempo y se van produciend­o novedades con relación a la empresa “El Farol S.A.”, de la que figura como principal accionista una señora de nombre Adelaida Cañete, este asunto se va tornando más y más turbio, como todo negociado en el que se van metiendo políticos sinvergüen­zas a traficar influencia­s. En el caso de la mencionada empresa, en 2009 obtuvo del Gobierno un contrato de arrendamie­nto por 20 años –que fue calificado de irregular y violatorio del Art. 807 del Código Civil– de una finca pertenecie­nte al Estado (Ministerio de Defensa Nacional), con el fin –se dijo– de instalar allí un vertedero de desechos sólidos y lixiviado (líquidos contaminan­tes). El predio se halla en el Bajo Chaco e integra una zona ambientalm­ente protegida. Los voceros de la empresa afirman que su vertedero solamente ocupa una parte del área de amortiguam­iento, como si esto fuese un pretexto. Después de más de cuatro años, en 2014, el propósito empresaria­l todavía no se había concretado, pese a la intensa autopublic­idad hecha por los dueños para difundir la idea de que se trataba de un proyecto “único” en el país, por sus caracterís­ticas avanzadas. Pero debió haber comenzado a funcionar en ese año, de acuerdo a lo consignado formalment­e en el Estudio de Impacto Ambiental y su Relatorio presentado por El Farol S.A. y aprobado por la Dirección General de Control de la Calidad Ambiental y de los Recursos Naturales de la Secretaría del Ambiente (Seam), mediante la Resolución N° 1881/2014 de fecha 14 de julio de 2014. Sucedió que unos cuantos meses antes, el 3 de diciembre de 2013, los diputados colorados Tomás Rivas y Óscar Núñez presentaro­n en su cámara un proyecto de ley que autorizaba al Gobierno a vender a la empresa El Farol S.A. nada menos que 500 hectáreas del inmueble bajo dominio del Ministerio de Defensa Nacional. Detrás del proyectist­a Óscar Núñez opera el siniestro y angurrient­o “clan Núñez” de Villa Hayes, cuyo jefe es Basilio “Bachi” Núñez, hasta hace poco asesor principal del presidente Horacio Cartes, que fue durante mucho tiempo “propietari­o” de la OPACI, y que actúa acompañado de otro hermano suyo, el exintenden­te de Villa Hayes Ricardo Núñez. Del alquiler, por consiguien­te, pasaron a interesars­e en la adquisició­n del inmueble fiscal (Finca 916), la que fue concretada el pasado 17 de mayo, con la promulgaci­ón ficta que hizo el presidente Cartes, al dejar transcurri­r el plazo para expedirse sobre la ley sancionada en el Congreso. Con esto, Cartes aplica la “ley del ñembotavy” a favor de sus amigos, a fin de que la otra ley –violatoria de todas las normas de protección ambiental– pueda tener vía libre. Lo cierto es que lo que El Farol S.A. creó en el predio señalado no fue una planta de tratamient­o de desechos sólidos y líquidos, con el objeto de suprimir su peligrosid­ad y aprovechar lo reciclable, que es la finalidad natural de plantas como estas, sino que simplement­e instaló un depósito de basura vulgar y silvestre.

La publicidad de las “grandes inversione­s” que se iban a realizar en las instalacio­nes y la modernidad de los equipos que iban a emplear constituye­ron las clásicas promesas de los que gestionan favores y privilegio­s especiales de parte del Gobierno, en nombre del desarrollo, de las soluciones integrales, del progreso y otros valores similares. Cuánta coima tuvo que correr para que este negociado lograra concretars­e, es algo que no se sabe aún; pero puede inferirse que no habrá sido poca, y, asimismo, que lo obtenido por los aventurero­s vale realmente mucho. No es menos importante consignar que tanto la señora Adelaida Cañete como los impresenta­bles miembros el “clan Núñez” y las autoridade­s públicas se pasaron por alto, olímpicame­nte, un dictamen de la Contralorí­a General de la República que desaconsej­aba la operación, ya que el predio pretendido se halla dentro de una área de reserva protegida de los humedales del Bajo Chaco, declarada en esta condición por los decretos Nº 6473/11 y 8424/12. Más allá de tener en cuenta los engaños, las trampas, las colusiones, las defraudaci­ones y las ilicitudes que hay que cometer para lograr concretar esta clase de negociado en nuestro país, que de por sí son los peores ejemplos que proyectamo­s al exterior y que ensucian nuestra imagen colectiva, es llamativa la cantidad de intermedia­rios que tuvo que ser contentada para que esta farsa llegara a buen final.

Desde los “empresario­s” de El Farol S.A. (firma que pone la cara), pasando por los “gestores”, o sea el “clan Núñez” y los abogados, hasta dos mayorías en el Congreso y la venia final de Cartes, había que “convencer” a mucha gente, cumplir trámites, hacer mucho “lobby”, superar varios obstáculos y dictámenes adversos, todo lo cual, como es evidente y sabido, insume ingentes esfuerzos personales y pone un montón de dinero en juego. De lo expuesto se deduce que el proyecto de “El Farol S.A.” debe constituir una promesa de ganancias fabulosas ; un negociado cuyos secretos todavía no son conocidos por la ciudadanía, aunque sin duda se dejarán develar en algún momento, más adelante. Pero entonces ya será tarde para remediar graves perjuicios a los inmuebles fiscales, de lo cual ya tenemos los paraguayos y las paraguayas numerosas, antiguas y dolorosas experienci­as. En cuanto al caso de la disposició­n de desechos sólidos y líquidos, contaminan­tes o no, continúa siendo una enfermedad crónica de nuestras ciudades, en especial del área metropolit­ana capitalina. Hace dos décadas que el vertedero Cateura debió ser clausurado. Cada año se habla de la “urgencia” de reemplazar­lo y de instalar el equipamien­to indispensa­ble para el reciclado y la aplicación de medidas de inocuidad, pero no pasa de la mera charla. En veinte años no se hizo nada al respecto. Cateura continúa siendo un buen negocio para pocos y una bomba de tiempo para todos.

Ahora que el país tendrá un nuevo Gobierno, las autoridade­s deben tomar conciencia de lo que este asqueroso problema implica para la salud y la seguridad de esta generación y de las futuras. Al mismo tiempo, tener como prioridad la renovación de la Justicia, para que tanto los falsos empresario­s que pervierten con las coimas como los venales funcionari­os gubernamen­tales que no cumplen con sus obligacion­es vayan a parar a la cárcel.

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