El metrobús partirá Asunción en dos.
Los innumerables afectados por la construcción del metrobús tienen toda la razón del mundo al protestar contra esta terriblemente destructiva obra pública, que fue ideada contra todos los consejos urbanísticos más prudentes y sensatos, contra todas las advertencias que enumeraban los grandes riesgos que produciría y contra el sentido común. Este socialmente perverso proyecto fue impulsado por políticos inescrupulosos, funcionarios hambrientos y técnicos a los que no les importa realizar experimentos a costa de los intereses y padecimientos de tanta gente. Si el tal proyecto “metrobús” no llegó a tener un estudio definitivo, uno que fuera aprobado por los entendidos y expertos unánimemente, y pese a eso se le dio inicio y desarrollo, no caben dudas de que la causa principal fue la codicia del sector burocrático involucrado en él. Se trata de una iniciativa de gran envergadura, es decir, del tipo ideal para poder robar con ella durante mucho tiempo. Alguna vez el Poder Judicial y los agentes del Ministerio Público, así como la Contraloría General, tienen que ponerse al servicio de la sociedad y no solamente mantenerse arrodillados ante el caudillo partidario, el poderoso de turno o sus amigotes. Los funcionarios que se hicieron multimillonarios con esta clase de obras y que perjudicaron al Estado y a tanta gente deben encarar una Justicia proba y patriótica y pagar por sus faltas.
Los innumerables afectados negativamente por la construcción del metrobús tienen toda la razón del mundo al protestar contra esta terriblemente destructiva obra pública,
que fue ideada contra todos los consejos urbanísticos más prudentes y sensatos, contra todas las advertencias que enumeraban los grandes riesgos que produciría y contra el sentido común.
Este socialmente perverso proyecto fue impulsado por políticos inescrupulosos, funcionarios hambrientos y técnicos a los que no les importa realizar experimentos a costa de los intereses y padecimientos de tanta gente.
Si el tal proyecto “metrobús” no llegó a tener un estudio definitivo, uno que fuera aprobado por los entendidos y expertos unánimemente, y pese a eso se le dio inicio y desarrollo, no caben dudas de que la causa principal fue la codicia del sector burocrático involucrado en él. Se trata de una iniciativa de gran envergadura, es decir, del tipo ideal para poder robar con ella durante mucho tiempo.
Este infortunado proyecto debió contar con la aprobación de las municipalidades afectadas por su obra y su trayecto –Asunción, San Lorenzo, Fernando de la Mora–, pero se las pasó por alto. Estas autoridades ahora se están desayunando con los problemas y daños insalvables y permanentes que ya está ocasionando la construcción del mamarracho, en la pésima forma en que se está llevando adelante, causando tantos daños a los comercios, que tienen que cerrar sus puertas o ver ahuyentada su clientela por la imposibilidad de transitar por las vías clausuradas.
Lo más ofensivo es que hay por ahí funcionarios y personas indiferentes a la suerte ajena, repitiendo que estos padecimientos constituyen “el precio del progreso”. Hablar de “costo del progreso” es una burla cruel para ese vecindario que pagará el alto precio de este proyecto (cada vez más inflado) con su ruina económica. Por lo demás, hay que ser un farsante para publicitar que una línea de metrobús como este representa el progreso. ¿Cuál progreso? Los únicos que de seguro van a “progresar” son los que lo idearon, los que firmaron los contratos y los que están cobrando por su ejecución.
En efecto, en el caso específico de esta línea de metrobús, antes que traer progreso a las localidades y zonas por donde va a pasar –resultado que está muy lejos de verse o de estimarse–, antes que resolver el problema de la congestión y desorden del tránsito, arruinará a tanta gente, ocasionará tantos inconvenientes en la circulación, generará tantos gastos a la economía pública, que seguir llamándole “obra de progreso”, a estas alturas, es ya una forma de sarcasmo.
La construcción de la línea del metrobús ya tuvo sus primeros efectos sociales y económicos negativos. A las manifestaciones de comerciantes y propietarios frentistas que se ven actualmente perjudicados por la lentitud de las obras, se sumarán muy pronto las que vendrán después. Hay kilómetros de vías por hacerse y kilómetros de damnificados que aguardan con temor que les alcance esta desgracia.
Para ellos no se previeron alternativas más inocuas para sus intereses económicos ni compensaciones y, por supuesto,
en el futuro no habrá lugar para indemnizaciones. Todos los afectados por los daños causados por la construcción del metrobús tendrán que pagar sin chistar; o, mejor dicho, se les hará costear sin chistar el “precio del progreso”.
Se comenta que el metrobús de Bogotá, más de una vez tomado como ejemplo del que aquí se construye, “…se aproxima peligrosamente a su colapso. Los signos de agotamiento de uno de los sistemas BRT más importantes de Sudamérica son más que evidentes y solo un 18% de los usuarios tiene una percepción positiva del sistema de transporte de la capital” (La Tercera, Santiago).
En el tramo proyectado, esta línea de metrobús prácticamente partirá Asunción en dos partes, norte y sur, cortando las intersecciones y causando muchos trastornos que anularán sobradamente las soluciones que se pretende que este régimen de transporte traiga al problema del flujo vehicular.
La pregunta que aquí debemos formular, actualmente o en el futuro, es si los creadores y ejecutores de la versión paraguaya de esta idea desde el principio fueron o no conscientes de que estaban encarando una empresa técnica de alto riesgo de fracaso, o simplemente se tiraron a la piscina sin agua, con tal de cobrar las primas, los porcentajes, las comisiones, los plus y demás variantes que suelen coronar las obras públicas de envergadura.
Porque, de comprobarse que fue esto último lo que predominó, que la intención de esos funcionarios no pasó de abrir una fuente de enriquecimiento rápido, y que el plan de resolver un problema urbanístico y social sirvió apenas como pretexto, entonces los que tendrán que ser declarados formalmente responsables de este latrocinio disfrazado serán todos los que participaron de la aprobación de este insensato proyecto, en particular los que pusieron sus firmas, desde el primer documento que haya sobre el mismo hasta el último. Y tendrán que ser procesados y, en su caso, obligados a indemnizar al Estado y enviados a la cárcel.
Alguna vez el Poder Judicial y los agentes del Ministerio Público, así como la Contraloría General, tienen que ponerse al servicio de la sociedad y no solamente mantenerse arrodillados ante el caudillo partidario, el poderoso de turno o los amigotes. Los altos funcionarios de la Administración Pública que aprovecharon sus atribuciones para inventar obras a cargo del erario, sin ton ni son, con pretextos de utilidad general sin fundamento serio y respetable, que se hicieron multimillonarios con ellas y que perjudicaron al Estado y a tanta gente –el contribuyente común y corriente–, deben encarar a una Justicia proba y patriótica y pagar por sus faltas. Y pagar caro, a la medida del daño que causaron.
A estas alturas, este fracasado proyecto del metrobús aparece ante la vista de la gente, especialmente de la afectada por sus construcciones, como un ensayo chapucero de un grupo de funcionarios –paraguayos y extranjeros– y técnicos que lo llevaron adelante a tambor batiente, sin descartar que también implicara una maniobra de enriquecimiento ilícito; en todo caso, nadie duda ya de que hoy está constituido en un factor de ingente daño económico causado a propietarios y comerciantes de recursos limitados, además de ser ya una fuente de decepción para una gran cantidad de personas que inicialmente confió en sus falsas virtudes publicitadas. Los responsables no deben quedar impunes.