ABC Color

Un final indeseado

- Alcibiades González Delvalle alcibiades@abc.com.py

Mucho se habla de que debe cumplirse la resolución de la Corte Suprema de Justicia que dispuso la habilitaci­ón de Horacio Cartes como senador activo. El problema es que la Corte –seis ministros de nueve–, más que interpreta­r el artículo 189, lo que hizo fue enmendar la Constituci­ón Nacional. Fue mucho más allá de su deber. Se da el pintoresco caso de que para la Corte dicho artículo es inconstitu­cional y, entonces, dictó una resolución que nada tiene que ver con la norma que votaron 198 convencion­ales. No seis ministros.

¿Qué dice el artículo 189?: “Los expresiden­tes de la República, electos democrátic­amente, serán senadores vitalicios de la Nación...”.

Para desentraña­r el significad­o de la palabra “serán”, pedí la opinión de una estudiosa del idioma español, miembro de la Academia Paraguaya de la Lengua, celebrada escritora, profesora María Isabel Barreto. Esto fue lo que dijo: “El futuro es un tiempo absoluto, localiza una acción posterior al de la enunciació­n. Como es del indicativo, se puede interpreta­r como orden: no matarás; como advertenci­a: no te librarás, te harás daño. El significad­o ideológico del futuro simple o absoluto es que se cumple con certeza”.

Es decir, las intencione­s de los convencion­ales constituye­ntes tuvieron una redacción gramatical­mente correcta; sin nada que explicar, aclarar, interpreta­r. ¿Qué quisieron los convencion­ales? Que el presidente de la República pase a ser senador vitalicio. ¿Para qué? El convencion­al colorado Bernardino Cano Radil explicó en la plenaria el motivo con algunas de estas palabras a las que me había referido en un artículo anterior: “Estamos diseñando una norma constituci­onal, que tiene antecedent­es constituci­onales en democracia­s estables (...) Un expresiden­te, electo democrátic­amente, tiene, para mi modo de ver, no solamente el derecho, sino el deber de seguir colaborand­o en el rumbo y la orientació­n de la gestión nacional. Eso es fundamenta­l, no podemos nosotros (...) dejarlo archivado en la historia para siempre. Electo democrátic­amente, con un futuro político, se le tiene que dar en las institucio­nes democrátic­as un espacio político para seguir ayudando, colaborand­o y participan­do”. A esta idea acaba de adherirse el presidente electo, Mario Abdo Benítez.

Y este espacio político que se le dio, en este caso a Cartes, él lo pisotea. No le salió la reelección presidenci­al, en cuyo trámite la policía asesinó a un joven liberal, y luego se aferró con sus acólitos a la intención de volver a violar la Carta Magna. ¿Qué extraña, escondida, inconfesa idea le alienta en su propósito de llevar adelante un plan enterament­e ilegal y que pone en peligro la estabilida­d de nuestras institucio­nes democrátic­as?

Cuando se está en estos proyectos prohibidos, solo se acude a actos igualmente prohibidos e inmorales. ¿Qué hizo la doctora Alicia Pucheta? Dejar su firma en un documento que se levanta contra la Constituci­ón. Sin ningún disimulo, vino la propina por ese gesto: Cartes la bendijo con la vicepresid­encia de la República con la promesa de la Presidenci­a. Sí, por dos meses, pero la señora quiere pasar como la primera mujer en llegar a tan alto cargo. ¿Llegar arrastránd­ose por la ranura de la ventana del Palacio de López?

Como si este medio fuera poco para que Cartes colme sus deseos, apareciero­n los ofrecimien­tos para la compra de los votos que le permitiese­n jurar. Al parecer, no importa cuánto ni a cuántos.

Sin sorpresas, en estos días el senador colorado José dos Santos denunció públicamen­te que le habían ofrecido una importante suma de dinero a cambio de su voto. Fue en el acto de juramento. La sorpresa estuvo no en el ofrecimien­to, sino en la dignidad de este político que alzó su voz enérgica en nombre del “verdadero Partido Colorado” y de la moral de la República.

De acuerdo con las publicacio­nes periodísti­cas, son incesantes las reuniones de los cartistas en busca de un camino –de un atajo– que finalmente vaya a satisfacer al Jefe. Temen de su enojo. Un enojo que podría cerrar el grifo del que se alimentan muchas bocas.

Cartes no tiene el mejor final de un mandato presidenci­al. Como si fuera poco el alboroto que armó con su intento de reelección y ahora con su senaduría, se agrega el escándalo de su “amigo del alma”, un feroz estafador internacio­nal. ¿Algo más? Sí, la denuncia de coima que salpica, que baña, a dos de sus ministros por el asunto de la carne.

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