Carta a los padres
Mc 4,26-34
Estimados Padres, celebramos hoy su día, fiesta que empezó el 19 de junio de 1909, en los Estados Unidos, cuando una chica quiso homenajear a su padre, viudo, que había creado con mucho amor a sus seis hijos. Después la conmemoración se extendió por el mundo.
Ser un padre moderno no es fácil, porque “moderno” no significa andar con piercing, exhibir frondosos tatuajes y saber manejar todos los trick-trick de los teléfonos celulares. “Moderno” significa transmitir valores a sus hijos desde temprana edad y, principalmente, con su propio ejemplo de vida.
Un padre para ser moderno debe cultivar su personalidad, tratando de ser cada vez más maduro y responsable. Asimismo, tiene consciencia de sus limitaciones y procura superarse constantemente.
Es aquel que no necesita gritar y amenazar para formar a sus hijos, pues es hombre que no tiene miedo del diálogo transparente, sabe mirarlos como a hijos de Dios y los respeta como a personas humanas.
Entiende que los hijos tienen su propia personalidad y no los manipula para hacerles como “una extensión mejorada de sí mismo”. Les acompaña e ilumina para que ellos descubran su propio camino en la vida y los apoya.
Un padre moderno es sabio, porque si no es sabio no es moderno y, justamente por esta sabiduría, entiende que no debe “comprar” a los hijos con regalos costosos, como si estos justificaran su ausencia en su educación.
De modo sobresaliente, un padre moderno y sabio procura tratar a su esposa y madre de sus hijos como a una reina, que tiene una participación insustituible en la formación de los hijos.
Un padre moderno es sabio, y una de las manifestaciones de esta sabiduría es la fidelidad matrimonial, pues sin el respeto por la pareja los hijos son duramente golpeados. Es cierto que la fidelidad toca a marido y mujer.
Y de modo especial, un padre moderno está consciente de que debe enseñar a sus hijos la faz del Padre del cielo, manifestada de manera sublime en la vida de Jesucristo. Esto significa recuperar el domingo como “Día del Señor” y participar de la Santa Misa en familia.
Conocemos los dolores de las parejas separadas, a veces, por tantas razones evitables, y los sufrimientos de hijos por tener padres ausentes.
Recemos por los padres ya fallecidos, para que estén con el bondadoso Padre del cielo. Recemos también por aquellos que, dolorosamente, están lejos de sus hijos, buscando mejores condiciones de vida para la familia.
Nuestra bendición a todos ustedes, padres, y felicidades en su día. Paz y bien hnojoemar@gmail.com