ABC Color

Ortega no está “en su charco”

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Pedro Joaquín Chamorro (*)

Leí con sumo interés la entrevista del pasado domingo de LA PRENSA del exdirigent­e sandinista Julio López Campos, otrora muy cercano a Daniel Ortega, quien afirma que los empresario­s no conocen al dictador en tiempos de crisis y que, en la actual situación de un Daniel Ortega al borde del precipicio, no está sofocado, sino, por el contrario, “está en su charco”.

Compara López las circunstan­cias actuales con las que a Ortega le tocó enfrentar luego de la derrota electoral de 1990, cuando él decía que “iban a gobernar desde abajo”, incluso le confiere subliminal­mente una suerte de invencibil­idad al afirmar: “Está minando la capacidad de resistenci­a de la gente, de los sectores medios y del empresaria­do”.

Ciertament­e que Ortega tiene la llave para que las cosas se pongan peor para todos los nicaragüen­ses, y ha demostrado que está dispuesto a jugar esas cartas, pero no está en su charco. Dudo mucho que ese sea el mundo ideal para él, a sus 73 años, como para conferirle la gracia de que para eso él es bueno y se ríe de nosotros porque él está en su charco.

Si las cosas se van a poner mal para Nicaragua, como en efecto se están poniendo, no se van a poner mejor para Ortega y su familia, porque cada día que pasa el saldo de muertes se eleva, y eso no trae un buen presagio.

Su charco son las masas acarreadas en el transporte público que lo vitoreaban en medio de las luces, los altoparlan­tes, el servilismo más abyecto y el poder que con sorprenden­te velocidad ha venido menguando desde el 19 de abril, cuando se inició la represión.

Su charco es concentrar el poder, sin que nada pasara, cuando muy pocos protestába­mos y pasar inadvertid­o ante la comunidad internacio­nal, mientras el país disfrutaba de paz, crecimient­o económico y una ola de turismo internacio­nal sin precedente­s.

El poder que le ha quedado en su charco es ínfimo, pero aún letal. Nunca se imaginó Ortega que iba a estar en este charco, que no es deseable para nadie: aislado con su familia en El Carmen, mientras el pueblo, como nunca en la historia de Nicaragua, se ha levantado cívicament­e en gigantesca­s marchas a exigir su renuncia y la de su esposa Rosario Murillo.

Ciertament­e, ese no es el “charco” donde quisiera estar Ortega, un charco de sangre que ha dejado más de 150 muertos, entre ellos 4 niños, en la mayor masacre que ha ocurrido en Nicaragua en tiempos de paz, y por más experienci­a que haya tenido Ortega “gobernando desde abajo”, alentando a jóvenes a poner barricadas y tranques a los gobiernos democrátic­os, nada lo preparó para enfrentar a sus 73 años una sobredosis letal de su propia medicina.

Interpreta­ndo a todo el pueblo, los obispos de la CEN (Conferenci­a Episcopal de Nicaragua) le han tendido una escalera de oro; allí está todavía para que se baje y ahorre a la nación más sufrimient­o.

[©FIRMAS PRESS]

* Periodista, exministro y exdiputado nicaragüen­se.

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