ABC Color

Quitándose el problema de encima

- Marcos Cáceres Amarilla mcaceres@abc.com.py

En la etapa que se abre tras el cartismo habrá que reconstrui­r la institucio­nalidad en el país y hay alguna posibilida­d de que los partidos de oposición recuperen su rol y que lo propio haga el oficialism­o aunque, en este último caso, les costará un poco más.

A esta altura, está claro que el Gobierno que se está yendo jugó a la división de los partidos políticos para poder gobernar, incluyendo el suyo, aplicando la vieja pero efectiva fórmula del “divide y reinarás”.

Aquella inocentada de que Horacio Cartes no robaría porque ya tenía mucha plata dejó paso a la evidencia de que una de las principale­s ocupacione­s del Mandatario y su equipo de gerentes fue idear e impulsar negocios con el Estado para sus empresas propias y asociadas.

Es difícil creer que ahora el cartismo se irá de repente, así como vino. Sin embargo, las derrotas políticas en cadena que sufrió mellaron sus posibilida­des de influir de manera decisiva durante el próximo periodo constituci­onal.

El proyecto cartista comenzó a desinflars­e con la derrota del plan reeleccion­ista, se fue agrandando con la derrota de su delfín en las internas del partido de diciembre pasado, para concluir ahora con la imposibili­dad, pese a las presiones de todo tipo, de lograr un escaño en el Senado.

Hasta ahora, Cartes y sus acólitos querrían creer, parece, que lo único que lo separa de la posibilida­d de renunciar a su cargo para poder jurar después como senador son unos pocos votos. No quiere o no puede darse cuenta de que su ambición política choca en realidad con la negativa y/o la indiferenc­ia de la opinión pública en general.

Los cartistas reclaman que se respete la decisión popular de las urnas en un tono que uno creería que hay multitudes en las calles o en la redes sociales presionand­o por la banca del Mandatario, lo cual no es así.

Referentes y medios de comunicaci­ón del cartismo intentaron al principio instalar la sensación de que la negativa de algunos senadores abdistas a tratar la renuncia de Cartes motivaría una crisis de proporcion­es en el Partido Colorado.

Sin embargo, fueron muchos más los afiliados que se pronunciar­on desde los medios respaldand­o la postura de Abdo Benítez de declararse prescident­e en esta cuestión y rechazaban las insinuacio­nes de que habría ingobernab­ilidad si no se aceptaba que Cartes sea senador.

Las bases coloradas, en particular los funcionari­os públicos y seccionale­ros, no hicieron más que reiterar un comportami­ento histórico: alinearse al oficialism­o triunfante de su partido.

La conducta de algunos actores, como los senadores Galaverna y Beto Ovelar, quienes, tras las internas, decidieron navegar entre el cartismo y el abdismo, operando a favor del primero, se explica por una cuestión de convenienc­ia personal antes que por un supuesto intento de pacificar el partido que, en realidad, para nada da la impresión de estar atravesand­o un conflicto.

El escenario que aguarda a Abdo Benítez, en especial en el Senado, donde los colorados son minoría, es el de estar obligado a acordar y consensuar.

Actualment­e, se perfila en el Congreso un bloque opositor más homogéneo que el actual, sin la presencia de disidentes colorados, aunque sea en la primera etapa del nuevo periodo.

De darse eso, sería una consecuenc­ia directa de la pérdida de poder del cartismo que, de poder hacerlo, movería los hilos para instalar un contrapode­r al Ejecutivo.

Dicha perspectiv­a explica suficiente­mente por qué el nuevo inquilino del Palacio de López no movió ni moverá un dedo para que se le instale un problema en el Congreso.

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