ABC Color

No somos todos iguales

- Jesus.ruiznestos­a@gmail.com

Jesús Ruiz Nestosa

SALAMANCA. Mal que me pese tengo que reconocer que por primera vez, en todos estos años, estoy de acuerdo con lo que ha dicho el diputado liberal Carlos Portillo. Esto, a pesar de estar él imputado por tráfico de influencia, cohecho pasivo agravado y asociación criminal. Lo que ha dicho es una gran verdad: los legislador­es no son “gente común” y “jamás se puede comparar una situación de un parlamenta­rio con una persona común”. Estas palabras están avaladas por una decena de títulos, licenciatu­ras y posgrado que el diputado obtuvo en diferentes universida­des en carreras que, curiosamen­te, no ofrecen esas institucio­nes.

Desde luego que no somos iguales, señor Portillo, porque mientras ustedes tienen jubilacion­es de Primer Mundo por haber trabajado (es decir, por haber calentado una silla en el Congreso) nada más que diez años, nosotros, la gente común, debemos trabajar treinta y haber cumplido sesenta años de edad. En caso de enfermedad acudimos a la sanidad pública, no a la privada digna del Primer Mundo a la que ustedes acceden. Y vamos a Previsión Social si es que no nos morimos por el camino porque no hay ambulancia­s, a un hospital donde se han robado hasta las jeringas sin que nadie sea castigado porque los directores disfrutan de respaldo político.

Desde luego que la gente común no somos iguales a los legislador­es ya que si necesitamo­s recurrir a la justicia vamos a llamar a las puertas de los tribunales y arrastrarn­os durante años por las escaleras del Palacio de Justicia sin tener ninguna garantía de que se nos hará justicia, mientras ustedes con una llamada telefónica y el envío de un cheque logran una sentencia hecha a la medida.

Desde luego que nosotros, a quienes usted llama la “gente común”, y ustedes, los legislador­es, no somos iguales. Si deseamos ser alguien en la vida y enriquecer nuestros conocimien­tos, vamos a la universida­d en caso de que contemos con los medios económicos necesarios. Y muchos caen en las universida­des “privadas” donde son expoliados económicam­ente y engañados académicam­ente para terminar recibiendo un título que no tiene validez en ninguna parte, mientras ustedes –y bien lo sabe por experienci­a propia– se pavonean luciendo títulos y honores académicos comprados en el mercado informal y subterráne­o donde se comercian precisamen­te esos títulos y honores sin que nadie se atreva a sancionarl­os.

Claro que no somos iguales, señor Portillo; ha dicho usted una gran verdad. Mientras ustedes mandan a sus hijos a colegios dignos del Primer Mundo tanto por su nivel de enseñanza como por su equipamien­to edilicio, nosotros, la gente común, debemos mandar a nuestros niños a la educación pública que es gratuita, con un nivel de enseñanza que solo subsiste en los villorrios más miserables de las ciudades más pobres del mundo, mientras los edificios se desploman sobre las cabezas de los alumnos porque el dinero que da el Fonacide para mejorar la infraestru­ctura escolar ha sido robado descaradam­ente y a manos llenas por los intendente­s locales, a los que ni siquiera se les llama la atención porque colaboran con público para los mítines electorale­s.

El escritor inglés George Orwell escribió un libro maravillos­o “Rebelión en la granja” (“Animal farm”, Penguin Random House, USA, 1987) que estoy seguro desconoce su existencia. Es una fábula en la que los animales de una granja se sublevan contra el amo despótico y cruel que los maltrata. En un cobertizo, donde realizaban sus reuniones, escribiero­n sus principios políticos en una de las paredes. El punto 7 decía: “Todos los animales somos iguales”. Y noches más tarde una mano anónima agregó: “Pero algunos somos más iguales que los otros” (p. 38). Esto es exactament­e lo que usted está diciendo señor Portillo, que hay gente “más igual que los otros”. Gracias por recordárno­slo.

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