EDITORIAL
“Hagan lío”. Hoy se cumplen tres años de la memorable visita del papa Francisco al Paraguay, en que se reunió con autoridades nacionales y sectores diversos de nuestra sociedad, pronunciando mensajes, tanto admonitorios como alentadores. Sin duda, uno de los más elocuentes fue el que dirigió a la gran multitud de jóvenes congregados en la Avenida Costanera, instándoles a que “hagan lío” y lo organicen para así tener un “corazón libre, que nos dé solidaridad y esperanza”. Sus palabras están vigentes hoy más que nunca debido a la crisis política en la que está sumido el país por culpa de la insana ambición compartida por el senador vitalicio Nicanor Duarte Frutos y el presidente de la República Horacio Cartes. Por tanto, es una lamentable pero oportuna ocasión para extender esa exhortación papal a la ciudadanía toda. Hay que organizar lío para que el prevaricato cometido en sede judicial no sea, finalmente, consentido por los senadores, o sea, es preciso movilizarse en defensa de la Constitución. Cuando los órganos del Estado destinados a ese fin no cumplen su función ni la hacen cumplir, solo resta que los paraguayos y las paraguayas se pongan de pie, como en otras ocasiones, para impedir que el orden jurídico sea vulnerado.
Hoy se cumplen tres años de la memorable visita del papa Francisco al Paraguay, donde se reunió con autoridades nacionales y sectores diversos de nuestra sociedad, pronunciando mensajes, tanto admonitorios como alentadores, que tendrían que haber caído en tierra fértil si, como se estima, el 90% de la población profesa la fe católica. Sin duda, uno de los más elocuentes fue el que dirigió a la gran multitud de jóvenes congregados en la Avenida Costanera de Asunción, instándoles a que “hagan lío” y lo organicen para así tener un “corazón libre, que nos dé solidaridad y esperanza”. Sus palabras están vigentes hoy más que nunca, debido a la crisis política en la que está sumido el país
por culpa de la insana ambición compartida por el senador vitalicio Nicanor Duarte Frutos y el presidente de la República Horacio Cartes. Por tanto, es una lamentable pero oportuna ocasión para extender esa exhortación papal a la ciudadanía toda. Hay que organizar “lío” para que el prevaricato cometido en sede judicial no sea, finalmente, consentido por los senadores, o sea, es preciso movilizarse en defensa de la Constitución. Cuando los órganos del Estado destinados a ese fin no cumplen su función ni la hacen cumplir, solo resta que los paraguayos y las paraguayas se pongan de pie, como en otras ocasiones, para impedir que el orden jurídico sea vulnerado. Esos dos prepotentes consuetudinarios no deben lograr su infame propósito.
Duarte Frutos tuvo que desistir de su reelección presidencial pretendida a través de una enmienda de la Carta Magna, luego de que el 29 de marzo de 2006 decenas de miles de manifestantes repudiaran dicha pretensión en una plaza capitalina. Por su parte, el presidente Horacio Cartes buscó lo mismo en 2016, pese a que el 3 de febrero de ese año había enfatizado en Limpio que “la Constitución no permite a ningún paraguayo ser reelecto”, para concluir pidiendo a la prensa “parar de hablar de algo que no está permitido”. Sin embargo, solo un año después, el 31 de marzo de 2017, en una grotesca sesión clandestina,
veinticinco senadores aprobaron una enmienda inconstitucional en tal sentido promovida por el hipócrita que en varias ocasiones anteriores reconoció la ilegalidad de esa pretensión, lo que revela su total desapego a la ley. La decisión senatorial hubiera sido convalidada por una mayoría de los diputados si el pueblo no hubiera salido a las calles y a las plazas a repudiar el atentado en marcha, al lamentable costo de la vida del joven político liberal Rodrigo Quintana.
Esta movilización ciudadana sirvió para que Horacio Cartes abandonara su perversa intención, reemplazada
ahora por la de violar el art. 189 de la Ley Suprema, con la complicidad del hoy senador vitalicio. Otro ejemplo de que el “lío” organizado puede frustrar planes insensatos lo dieron los ciudadanos y ciudadanas que en el 2012 se manifestaron frente al Congreso y forzaron a los diputados a salir huyendo del Palacio Legislativo por la puerta trasera, tras haberles frustrado con esta movilización cívica su pretensión de
destinar 150.000 millones de guaraníes para financiar el salario de sus operadores políticos a través de la Justicia Electoral.
Aparte de salir a las calles y a las plazas, habrá que repudiar, allí donde se los halle, a quienes admitan que la Carta Magna sea vilmente quebrantada. En tal sentido, es muy significativo también que, como parte del repudio en las calles y en las plazas a los políticos indecentes, más de una vez varios restaurantes y locales comerciales hayan declarado, carteles mediante, personas no gratas a legisladores que se burlaban de la población. Nunca son tan necesarias como hoy actitudes de esta naturaleza, pues el silencio de los buenos favorece el bastardo anhelo de los malos.
Si el papa Francisco destacó en el Palacio de López el heroísmo bélico paraguayo, ahora corresponde demostrar un heroísmo cívico ante quienes se aprestan a tomar por asalto el Senado. En la misma circunstancia, valoró el tesón de nuestros compatriotas para rehacerse ante la adversidad y construir una nación próspera y en paz, instando a la vez a que el desarrollo económico tenga en cuenta a los más débiles. En el encuentro con la sociedad civil, en el estadio León Coundou, el Sumo Pontífice criticó la corrupción reinante, recordando que “ningún político puede cumplir su rol si está chantajeado por actitudes de corrupción”, algo al que, por cierto, estarían hoy sometidos muchos legisladores. Tras tildar a la corrupción de “gangrena de un pueblo”, invitó a los actores sociales y políticos a “respetar al pobre y no usarlo como objeto para lavar nuestras culpas”.
Si la visita de Juan Pablo II fue fundamental para que la población se decidiera a intensificar sus acciones de resistencia a la dictadura de Alfredo Stroessner, la generación actual aún está en deuda con el mensaje del papa Francisco, que reclamó aquí “armar lío” para derrotar la corrupción y para que la economía llegue a los pobres. No podía suponer, desde luego, que en los últimos dos años se iban a suceder verdaderas conjuras contra el orden jurídico, similares a las que nos imponía el prolongado stronismo.
De nuevo hoy la patria está en peligro, y los paraguayos y las paraguayas deben decidirse, una vez más, a “hacer líos” para defenderla.