De nuevo con el idioma
SALAMANCA. La flamante vicepresidente del gobierno español, Carmen Calvo, estrenó el cargo con una polémica propuesta: dijo en el Congreso que pedirá un informe para lograr que la Constitución sea redactada en un “lenguaje inclusivo”. En otras palabras, ya veremos la Carta Magna con frases como esta: “los ministros y las ministras contarán con asesores y asesoras que servirán de nexo con los diputados y diputadas que discutirán con los senadores y senadoras...”. En estos últimos meses que asistimos al “empoderamiento” (qué palabra horrenda) del feminismo, vemos también que los esfuerzos de las mujeres no cejarán hasta que le den un golpe de gracia al idioma. Pero como dijo el director de la Real Academia Española, Darío Villanueva, el problema está en que “se confunde la gramática con el machismo”.
La propuesta de la vicepresidente causó tal revuelo que el escritor Arturo Pérez Reverte, amenazó con renunciar a su sillón en la Academia, si esta se presta a llevar adelante el proyecto de la Constitución inclusiva. Además, Villanueva otorgó una entrevista al diario “El País” donde habló de este y otros problemas relacionados con el idioma subrayando lo que se ha venido diciendo hasta el cansancio pero que las interesadas no se dan por enteradas, o no quieren darse por enteradas. Lo del “lenguaje inclusivo” atenta contra uno de los principios fundamentales del idioma: su economía. Vale decir, se pretende que uno pueda expresar sus ideas recurriendo a la menor cantidad posible de recursos. Esto me recuerda un capítulo de “Los viajes de Gulliver” de Jonathan Swift, en el que el viajero, de visita a una ciudad, le llevan a conocer lo que sería un centro experimental de idiomas. Y ve salir a un hombre cargado de objetos de lo más dispares. Le explicaron que estaba investigando un lenguaje que no tuviera palabras sino que se presentaran objetos; de este modo se podría crear un lenguaje universal. Este disparate, concebido por el humor corrosivo de Swift, es exactamente lo que se está haciendo con el famoso “lenguaje inclusivo”.
Además, como lo dije en un trabajo que fue mi discurso de entrada a la Academia Paraguaya de la Lengua, el error garrafal que se comete aquí es que se confunde “género”, que es un fenómeno propio de la gramática con “sexo”, que es un fenómeno relacionado con la biología. Ayuda a aumentar esta confusión el uso de términos como “la perspectiva de género” cuando en realidad lo que se quiere decir es “perspectiva de sexo”. Pero la sola mención de la palabra “sexo” sigue siendo un tabú y su sola mención resulta a muchos oídos pecaminosa. Esto lo ilustra de manera clara el hecho de que los sustantivos no conservan su género de un idioma a otro, incluso entre las lenguas romance (castellano, francés, italiano, portugués, gallego, catalán, rumano). “Leche” es femenino en español, masculino en italiano. “Bandera” es masculino en francés, femenino en español. Esto para no complicarnos con el alemán donde además de masculino y femenino tienen una tercera opción: el neutro.
Dicen las feministas que lo que buscan es darle visibilidad a la mujer dentro de la sociedad. Poco o nada se ha logrado ya que las estadísticas de “violencia de sexo” (no de género) han subido de manera dramática. Esto quiere decir que en algo se han (nos hemos) equivocado ya que por decir “los niños y las niñas” no salvaremos más vidas.
El agresor mata a su pareja no porque sea “femenina” sino porque es “mujer”.