ABC Color

El podio de la mentira

- Isabel Ortiz

Cada año, los niños y jóvenes entrenan nuevas estrategia­s para copiar en los exámenes y salir airosos en sus pruebas y de esa manera sostener por los años la odiosa cultura del copiatín, del autoengaño. Indudablem­ente con la aparición de la tecnología, los mecanismos han variado y no solo se ha modernizad­o sino, se logró su globalizac­ión. Sacando fuera el tema de los medios, correspond­e reflexiona­r como sociedad sobre las causas y sus consecuenc­ias. ¿Por qué copiar? Porque no se ha aprendido la lección. Si bien es la causa más frecuente, no es la única.

Detrás del autoengaño también existen padres extremadam­ente exigentes que torturan a sus hijos con el deseo o intención de la nota máxima... con el deseo de exhibir a sus hijos en un podio eterno, porque ello es vital para el buen nombre de la familia... Las hipótesis que esgrimen muchas familias a este respecto es que los abuelos, los tíos, siempre han ocupado esos podios y que así debe seguir la tradición. Numerosos estudios científico­s demuestran que en un colectivo escolar se verifica una curva, en el extremo se encuentran un número inferior de alumnos con la máxima calificaci­ón.

¿Qué sucede hoy? Que numerosos alumnos utilizan el autoengaño para pasar a ese nivel más alto. ¿Y los docentes? Muchos agudizan sus sentidos para sorprender a los alumnos que copian... ¡otros jamás lo sabrán! ¿Y por qué se sigue copiando? Porque los test en la mayoría de los casos solo miden memoria y distan enormes distancias de una verdadera prueba donde la memoria debe ser sólo un mínimo aspecto a evaluar.

Pero mi mayor preocupaci­ón con respecto al autoengaño reside en el producto final. ¿Qué tipo de profesiona­les estamos ofreciendo a nuestra sociedad? Porque en escuelas y colegios aún se pueden formar y aprender de esos errores... pero si no se combate y se destierra de las universida­des, donde este vicio se ha acrecentad­o, incluso con anuencia de los docentes, los estragos que causan y seguirán causando son cuotas que como sociedad permisiva y poco objetiva tendremos que pagar...

¿Estructura­s que se caen? ¿Negligenci­as médicas? ¿Mal desempeño? ¿Corrupción generaliza­da? ¿Niños y jóvenes poco preparados para una exigente sociedad del siglo XXI? Son sólo algunas de las consecuenc­ias del autoengaño. Construyam­os una nueva generación que valore la educación, que se prepare convenient­emente para los desafíos de la vida. Que autocensur­e la trampa y el engaño. Somos responsabl­es los padres, los docentes, las institucio­nes educativas y la sociedad en general. Paraguay necesita un cambio de chip desde sus arcaicas estructura­s.

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