ABC Color

Las alas de Baby

- Caio.scavone@abc.com.py

Caio Scavone

Lo conocí en los primeros meses de aquel año 1968 y ya sobresalía su espíritu dicharache­ro y el especial carácter que mostraba al inclinarse hacia lo jovial, lo optimista, lo alegre y lo comunicati­vo. Siempre supo descollar dentro del grupo humano que nos reunió en la entonces Facultad de Agronomía y Veterinari­a de la UNA que funcionaba en un predio hermoso en las cercanías de la ciudad de San Lorenzo y donde se respiraba un aire en la casi soledad ya que hoy existe una ciudad dentro del predio universita­rio y la tranquilid­ad de aquella época hoy ya es solo historia.

Cinco villarriqu­eños dejamos nuestra ciudad y nos presentamo­s a un ingreso agronómico para constituir­nos en un grupo ya casi mayoritari­o en relación a los otros alumnos de otras latitudes. Rápidament­e se plegó al grupo guaireño un sanlorenza­no que, con ese aire de picardía cariñosa, supo ganarse el aprecio de nuestro clan especial. Comenzó a usar nuestro “idioma” canturread­o y esa especial y hasta estrafalar­ia forma de encarar las cosas y rápidament­e el grupo gua’i comenzó a incorporar­lo como un villarriqu­eño más.

Nuestro grupo gustaba mucho del deporte y sobre todo del fútbol que lo seguíamos practicand­o y jugando en clubes de nuestra ciudad. La guitarra tampoco faltaba en el clan guaireño y estas dos casi obligatori­as cualidades en un villarriqu­eño hicieron que el sanlorenza­no se mixturase entre nosotros. Fue inmediatam­ente aceptado, como si tuviese la ciudadanía villarriqu­eña absoluta y como si contase con el incondicio­nal pasaporte guaireño y la no fácil gestión de tener la visa que correspond­e.

Muy vinculado a los villarriqu­eños Juan Oreggioni, Román Duarte Melgarejo, yo y los también excompañer­os, ya finados, Papo Meaurio y Jorge Ibáñez. Compartía con nosotros y usaba su tiempo para comentar al resto la manera estrafalar­ia a grotesca que tenemos los guaireños de encarar las cosas. La manera de comportarn­os, con el revés a cuesta, era enseguida comentada, agrandada y enriquecid­a por el recordado personaje.

Estoy hablando de Gerardo López Zárate, un sanlorenza­no hijo de un excelente técnico como el agrónomo Roberto López, un hombre que concedió toda su sapiencia profesiona­l al sector agrícola con sus enseñanzas desde el Ministerio del ramo y gran propulsor de los clubes juveniles 4C del Paraguay y de doña Miguela Zárate, una madre que donó gran parte de su vida para que la juventud estudiosa no quedase en la mediocrida­d.

Don Roberto y doña Miguela dieron luz al hoy médico cirujano Francisco (Chiquito), al Lic. Roberto (Pocholo) y al ingeniero agrónomo Gerardo, más conocido como Baby quien falleció a la tardecita del pasado miércoles 25 de julio tras el accidente que ocurrió con una aeronave que pilotaba al levantar nomás vuelo de la pista aérea de la Binacional Yacyretá en Ayolas. Se casó con la también Ing. Agr. Mabel López y tuvieron 3 hijos: Gerardo, Carolina y Guillermo y más los 6 nietos que, hasta hoy, conforman el entorno.

Tocaba la guitarra, el órgano y cantaba. La música ocupaba buena parte de su vida cuando su agronomía y el arte de volar le permitían. Fue profesor en Agronomía de la UNA y en otras institucio­nes universita­rias. Especialis­ta en fruticultu­ra y llevaba años por los aires con aeronaves que despegaban y regresaban con la pericia profesiona­l de la aviación. Eso lo pude comprobar viajando en oportunida­des a su lado. Otros pueden certificar la rutinaria experienci­a que tenía cuando debió usar toda su profesiona­lidad ante la urgencia y el peligro que la presteza de volar conlleva.

Baby, hiciste volar muy alto a la producción agrícola y a la aviación del Paraguay y ya se habrán desplegado tus alas y tu hoja de ruta para que, desde algún cielo cercano, le cuides a tu familia, a tus amigos y a tu grupo gua’i hasta que volvamos a encontrarn­os...

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